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Banderas al Viento | La polarización social

Vicente Oria Razo

La lucha política electoral se ha prolongado demasiado. La nación no está dividida pero en varias regiones del país las fuerzas sociales se encuentran excesivamente polarizadas, sobre todo en el área metropolitana de la Ciudad de México.

El ameno escritor Armando Fuentes Aguirre ?Catón?, recientemente publicó el libro: La otra historia de México. El capítulo uno lo inicia con el relato de ?las dos Toñas?. Vivían en Teocaltiche, Jalisco. Una se llamaba Antonia Ceballos, mujer alta de mucha fortaleza. La otra era Antonia García, de gran ánimo y delicada belleza.

La Ceballos pertenecía al pueblo y simpatizaba con el partido de los liberales. La García se identificaba con los conservadores.

En el año de 1857 la proclamación de la Constitución dividió a la sociedad. La pasión política se desbordó. Las fuerzas políticas se habían polarizado. Las familias se dividían. Los amigos se separaban y se convertían en rivales por sus irreductibles diferencias de opinión.

La disputa verbal frecuentemente encendía pasiones que llevaban a la violencia. En el café, en la tertulia, en los corrillos que se formaban en la calle, de pronto estallaba la disputa.

En el marco de esa pasión política, al salir de misa se encontraron las toñas. La García iba vestida de verde, color emblemático del partido conservador. La Toña Ceballos llevaba una falda de color rojo encendido, color simbólico del partido liberal. En la suela de su zapato tenía pegado el retrato del conservador Miguel Miramón, para pisarlo en señal de menosprecio. Miren a esa colorada indecente, le gritó la toña García, del partido conservador. Catón relata que se devolvió la membruda Toña Ceballos del partido liberal. Se plantó frente a la García y le gritó: ¿Qué dices mocha? Ésta le respondió: lo que oíste masona. La Ceballos no aguantó. Se lanzó sobre su enemiga. La cogió del chongo, le dio dos o tres zarandeadas. La levantó por la cintura, le alzó las faldas y le propinó unas sonoras palmadas en su sonrosado nalgatorio. Ese es un relato que Catón reproduce del original de Don Victoriano Salado Álvarez.

Como en otras épocas de nuestra historia a lo largo de los últimos treinta o cuarenta meses se ha discutido mucho sobre el proceso electoral y las posiciones políticas de los principales contendientes. En muchos lugares las familias se han dividido.

A veces se discute con mucha pasión. Los discursos han sido muy agresivos. Los comicios del pasado dos de julio resultaron demasiados reñidos. Uno de los contendientes no acepta el resultado de los escrutinios y cómputos electorales.

La lucha política electoral se ha prolongado demasiado. La nación no está dividida pero en varias regiones del país las fuerzas sociales se encuentran excesivamente polarizadas, sobre todo en el área metropolitana de la Ciudad de México.

En esas condiciones son contraproducentes las tendencias de negociar soluciones políticas desde posiciones de fuerza. Lo peor que puede pasar es que la razón de la fuerza se imponga sobre la fuerza de la razón.

En estos momentos lo prudente es fomentar la discusión responsable y el diálogo sereno. Las corrientes sociales del país democráticas y progresistas tienen como responsabilidad en la hora de hoy evitar los enfrentamientos entre las fuerzas extremas y buscar la reconciliación y la concordia entre todos los mexicanos.

Las prédicas y las acciones contraproducentes para la paz pública cada día polarizan más a la sociedad. Esas disputas políticas en el pasado han llevado a los mexicanos a feroces y sangrientas guerras civiles.

Lo conveniente es desmantelar por la vía política lo que genera confusión, provocaciones, irritación y violencia verbal. No es saludable para la paz de la nación permitir el desarrollo de situaciones favorables para los grupos empeñados en promover los excesos violentos. En las condiciones actuales del país es muy peligroso jugar con el fuego verbal. Se podría transformar ese juego en una extendida crisis social que lleve a la violencia armada.

Cuando la crítica se transforma en la crítica de las balas, es difícil dar marcha atrás, ya no hay retorno. Si se pierde la serenidad política y se pasa a las cachetadas, como en el pasado, la nación puede ser sacudida por múltiples conflictos que desemboquen en graves baños de sangre.

Lo prudente es desarrollar y mantener formas superiores de lucha en la vida social, dentro de un orden legal que permita la convivencia de todas las ideologías políticas.

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