¿No existirán políticos y diplomáticos capaces de distender las relaciones entre México y Estados Unidos? En los últimos meses no pasa semana sin registrarse algún incidente que complique todavía más la tortuosa vecindad entre ambos países. Para colmo las autoridades y medios de comunicación se encargan de magnificar los hechos para estirar peligrosamente una cuerda que en cualquier instante podría romperse.
Las pifias y la falta de oficio diplomático son tan grandes que no falta mucho tiempo para que las declaraciones se conviertan en agresiones y las protestas en atentados.
El sainete ocurrido el pasado viernes en el hotel Sheraton de la ciudad de México es una muestra clarísima de tal situación. Ubicado a un costado de la Embajada de Estados Unidos, la Administración del hotel expulsó a una delegación de 16 funcionarios cubanos por órdenes del Departamento del Tesoro y bajo el amparo de la Ley Trading with the Enemy y no de la Helms-Burton como trascendió en un principio. Las pifias surgieron por todos lados.
En primer lugar la delegación cubana se metió en la cueva del león al reservar en ese hotel a sabiendas de las leyes norteamericanas. En segundo lugar el hotel no rechazó la solicitud cubana lo que hubiera evitado el escándalo. En tercer lugar los empresarios norteamericanos que asistieron a esa reunión también pecaron de ingenuos y curiosamente no se les aplicó sanción alguna por parte de su Gobierno.
En México el incidente levantó una oleada de críticas en buena medida porque se trató de una delegación cubana. De haber sido un grupo haitiano o dominicano ni quien los hubiera tomado en cuenta. Pero los afectados eran gente de Fidel Castro a quien muchos mexicanos mantienen en un pedestal a pesar de tantos atropellos, abusos y discriminación en contra del pueblo cubano.
Las pifias no se detuvieron y siguieron durante los días posteriores a la expulsión. El canciller Luis Ernesto Derbez, en una más de sus posturas cantinflescas, dijo que su dependencia no intervendría en soberano mitote, pero horas más tarde aceptó que el Gobierno mexicano investiga los hechos para multar a la cadena hotelera en caso necesario.
Derbez suele intervenir en cuanto escándalo público se presenta entre México y Estados Unidos, pero guarda silencio en casos graves como el homicidio de Guillermo Martínez ocurrido en la línea fronteriza de San Ysidro y Tijuana. Efectivamente existe arrogancia y exceso de fuerza por parte del Gobierno norteamericano que pudo manejar con mayor discreción este asunto.
Pero a final de cuentas es un lío entre un hotel privado y un grupo de huéspedes que no tiene por qué provocar un nuevo choque en las relaciones de México con Estados Unidos. Fidel Castro debe estar feliz y frotándose las manos porque de nuevo los mexicanos salieron a defender a sus huestes sin importar si todo fue parte de una emboscada política muy al estilo del anciano dictador.
Ya es tiempo de que los altos mandos de México y Estados Unidos se sienten a dialogar y a encontrar solución a tantos conflictos binacionales antes que sea demasiado tarde. Habrá que dejar a un lado la idea de alcanzar una amistad duradera entre los dos países socios y vecinos para concretar acuerdos prácticos en defensa de los intereses mutuos.
Comentario final
El colmo de la impunidad ocurrió en Nuevo Laredo, Tamaulipas, cuando un comando armado irrumpió en el diario El Mañana para lanzar una granada y herir de gravedad a un reportero. ¿Y las autoridades?
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