A todos aquellos que pensaron que la decencia por fin había establecido su domicilio en el palacio legislativo local, les informo que todo fue un simulacro de mal gusto.
El año 2006 nos recibió con la novedad de que nuestros legisladores buscarían regular todas las percepciones de los servidores públicos estatales. Esto despertó la esperanza en muchos, pues de esta manera se erradicaría uno de los robos más descarados: los bonos.
Desde épocas inmemoriales, los funcionarios se han regalado a sí mismos grandes sumas de dinero. Aunque su obligación es la de servir a los ciudadanos, en realidad se sirven de nosotros de la manera más vil.
La palabra bono encierra una gran polémica. No obstante que los ciudadanos repudiamos esta práctica, su continuidad es cosa asegurada. Así como la desfachatez política no tendrá fin, tampoco lo tendrá el otorgamiento de bonos.
Cuando una persona trabaja en una empresa, por lo general puede hacerse merecedor a un bono. Sin embargo, el monto de éstos es infinitamente menor al que reciben nuestros funcionarios públicos. ¿Por qué recibir menos si hacemos más?
Cuando Horacio del Bosque tuvo el desatino de bautizar como una costumbre histórica al desvío de recursos públicos para fines partidistas, creí que jamás volvería a incurrir en prácticas censurables. Por desgracia, la costumbre histórica de robarnos sigue existiendo, y en sus manos estuvo la oportunidad de evitarlo.
Hace tiempo, el líder del Congreso dijo: ?Se buscará revisar minuciosamente el marco jurídico para proponer una iniciativa de reformas o, en su caso, una Ley que norme y regule puntualmente todas las percepciones de los servidores públicos de los poderes del Estado y de los municipios?.
Bonitas palabras sin duda, pero hoy nos damos cuenta que estaban más huecas que la cabeza de cientos de políticos. Por increíble que parezca, nuestros diputados ahora están trabajando en un documento que pretende que los ayuntamientos, el Congreso y el Gobierno Estatal puedan decidir, sin consultarle a nadie, cuánto nos pueden robar por concepto de bono sin enfrentar ninguna restricción legal.
Es increíble, pero nuestros diputados ahora se dedican a legalizar los delitos. De ahora en adelante, todo aquel que reciba un bono podrá decir: ?Es cierto, te estoy robando, pero no olvides que lo hago con un apego estricto a la legalidad?.
Qué triste que los coahuilenses tengamos una clase política desvergonzada. Nuestros diputados son mercenarios que sólo buscan el máximo beneficio propio y el de sus partidos. No importa de qué partido sean. Todos por igual, se olvidan de la palabra decencia.
Llama la atención que uno de los bonos se otorgue por productividad. ¿Acaso el ser productivo no es la obligación de todo servidor público?
En estos tiempos de carencias, en el que miles de coahuilenses tienen que sufrir las peores condiciones de vida, resulta insultante que una banda de ladrones nos salga con la novedad de que lejos de erradicarse la entrega de bonos, se legalizará. ¿Por qué no legalizan de pasadita el narcotráfico? Al fin y al cabo también podría ser un buen negocio para los funcionarios públicos del Estado.
Gran orgullo tengo de ser coahuilense. En esta tierra he visto la luz primera, y en esta tierra pienso descansar eternamente. Sin embargo, no deja de avergonzarme el nivel de nuestra clase política. Mientras en otras entidades soplan los vientos de la transparencia y la rendición de cuentas, aquí nuestros funcionarios trabajan arduamente para encontrar la manera de obtener el máximo beneficio a costa nuestra.
Pero algo debe saberse. Si los servidores públicos continúan con su costumbre histórica de tomar lo que no es suyo, nosotros seguiremos con la costumbre histórica de ver en cada funcionario a nuestro peor enemigo.
Correo electrónico: javier_fuentes@hotmail.com