BRASIL 1950| El mundial del Maracanazo

TRAGEDIA QUE NO SE BORRA.

Ante el temor de que cayera en manos de las fuerzas del Eje, la copa dorada estuvo resguarda por el vicepresidente italiano de la FIFA Ottorino Barassi en una caja de zapatos escondida bajo su cama. La FIFA acordó bautizar la copa con el nombre de su presidente Jules Rimet.

Apenas 13 equipos intervinieron y más de uno se clasificó para después retirarse. India, por ejemplo, no lo hizo porque la FIFA no le permitió a sus futbolistas jugar descalzos. Francia, que había sido eliminada, fue invitada tras el retiro de Turquía, pero los galos declinaron al darse cuenta de los largos itinerarios de viaje dentro de Brasil.

También se produjo la sorpresiva victoria de Estados Unidos 1-0 ante Inglaterra. Fue el primero de los cinco mundiales en los que iba a intervenir el arquero mexicano Antonio ?La Tota? Carbajal.

En una final que no fue final, Uruguay se proclamó campeón del mundo por segunda vez. Para definir el campeón se empleó un formato de todos contra todos en una ronda final a la que avanzaron Brasil, Suecia, España y Suecia.

En el último partido, el 16 de julio en un estadio Maracaná de Río de Janeiro copado por 174 mil aficionados, Brasil ?que había aniquilado 7-1 a Suecia y 6-1 a España? sólo necesitaba sacar un empate ante Uruguay para quedarse con el trofeo de campeón. Eso parecía seguro tras el gol de Friaca a los 47 minutos, pero Uruguay empató por obra de Juan Schiaffino y Alcides Ghiggia selló la victoria a 11 del final, provocando un silencio sepulcral. Hasta hoy, ha sido el único mundial en el que el equipo de casa llegó a la final y no pudo ganar el título.

Pero el suceso organizativo de Brasil, con las multitudes que llenaron los estadios, abrió una nueva era en los mundiales.

Luto nacional

El pueblo carioca se sumió en la mayor congoja colectiva que se tenga memoria provocada por un hecho deportivo, la gente deambulaba por Río de Janeiro en silencio, otros lloraban sin encontrar consuelo.

Por un día Brasil se vistió de luto, las enormes fiestas populares programadas se suspendieron y la alegría seguro que no fue brasileña.

Ademir, el goleador del torneo con nueve tantos, no solo nunca tuvo un homenaje ni una sola mención, sino que inmediatamente finalizado el torneo, fue condenado a un ostracismo futbolístico, al igual que la mayoría de aquel conjunto carioca.

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