La contienda por la Presidencia de la República en el año 2000, fue una triunfo de la sociedad civil en contra del aparato burocrático que durante setenta años, fue erigido desde la cúpula del Gobierno y su partido.
La candidatura de Vicente Fox fue impulsada por amplios sectores ciudadanos que reconocieron en el sistema corporativo priista, el freno a la modernización del país y por tanto, la fuente de graves desigualdades y pobreza extrema. El triunfo del actual presidente, se obtuvo como resultado de una gran alianza ciudadana que se volcó en las urnas en las votaciones mas concurridas de la historia.
Para resolver los círculos viciosos que frenan el desarrollo de nuestra vida nacional, no es suficiente la alternancia en el Gobierno y el simple cambio de un partido por otro, sino que es necesario el impulso a los cambios estructurales que el país requiere, en materia de reforma del Estado para canalizar la nueva realidad plural, la reforma fiscal para sanear las finanzas del Estado y distribuir la riqueza, las reformas laboral y energética para detonar el empleo, todo ello con el objeto de combatir la pobreza y mejorar la calidad de vida de los mexicanos.
En los últimos cinco años, los mexicanos hemos logrado avances en los rubros de estabilidad económica, en los programas de vivienda que inciden de manera directa en el bienestar social; en un mayor rendimiento del poder adquisitivo del salario basado en el control de la inflación y la apertura comercial que ha puesto más y mejores bienes y servicios al alcance de las familias mexicanas. También hemos mejorado en cuanto a la equidad en los programas sociales, en cuanto a la vigencia del sistema de división de poderes y la vigencia del pacto federal y el respeto a los derechos fundamentales del ciudadano (Derechos Humanos).
Sin embargo, los anteriores cambios positivos no han sido suficientes para satisfacer las expectativas generadas por la alternancia en el Gobierno, porque las reformas estructurales han encontrado una enorme oposición, entre los emisarios del pasado que apuestan por el fracaso de la transición a la democracia plena y luchan por una regeneración burocrática que preserve los privilegios de la clase política desplazada, así como de los líderes sindicales y los usufructuarios de las organizaciones corporativas ancestrales.
Dichas Fuerzas se opusieron en el Congreso de la Unión de manera ciega y sistemática a toda propuesta de reforma, generando en la población una pérdida de confianza en el proceso de cambio democrático emprendido con relativo éxito por el pueblo mismo.
A ello se debe que en la recomposición de las Fuerzas políticas de cara al actual proceso electoral, el candidato del Partido de la Revolución Democrática sea un ex militante del Partido Revolucionario Institucional que renegó del otrora partido de Estado, en un momento histórico en el que algunos vientos modernizadores que soplaron dentro del PRI, acotaron las posibilidades de ascenso a las corrientes populistas.
Del seno del PRI surgió la disidencia que generó el PRD y poco a poco fueron trasegando cuadros que apoyan al candidato que hoy encabeza la denominada alianza Por el Bien de Todos, que agita la bandera de los pobres en cuyo nombre el viejo PRI desplegó una política que generó los grandes contingentes de miseria que hoy existen en México y a quienes curiosamente, se les trata de convencer con una vuelta al pasado, explotando los males creados por el mismo viejo régimen.
Está visto que ni el PRI ni el PRD atacarán nunca las causas de la pobreza, puesto que en las clases pobres que son víctimas de la ignorancia y la manipulación, dichos partidos encuentran su mayor apoyo electoral y a ello se debe su ciega rebeldía a las reformas propuestas por el presidente en turno.
La presencia de ex priistas como Manuel Camacho Solís, Gustavo Hebrad, Porfirio Muñoz Ledo, Ricardo Monreal, Leonel Cota, y Alfonso Durazo entre otros, dentro del primer círculo del también ex priista candidato por el PRD, revelan que la propuesta política que ofrecen, implica la regeneración del antiguo régimen de partido de Estado que se intenta corregida y aumentada, a la luz de los populismos emergentes en otras partes de la América Española.
Este fenómeno encuentra su ejemplo en el Estado de Coahuila en el caso de Raúl Sifuentes Guerrero, reciente tránsfuga que luchó por la candidatura del PRI a la gubernatura del Estado en contra de Humberto Moreira hace pocos meses y ahora aparece como candidato a senador por el PRD y sus aliados.
Al igual que muchos de los priistas que se han ido al PRD, el desempeño de Sifuentes Guerrero como secretario de Gobierno se caracterizó por un estilo autoritario, intolerante y policiaco, de confrontación con la sociedad, que comparte con muchos de sus actuales compañeros de viaje en la aventura de regenerar el viejo régimen.
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