Hace apenas unas semanas tuve la oportunidad de conocer a Felipe Calderón. En esa ocasión el panista manifestó su deseo de ser presidente, pero en la forma que dirigió su mensaje, era difícil creer que ese hombre fuera capaz de sentir deseo alguno.
Frío, desconectado de la realidad, y poco hábil para despertar la más mínima simpatía entre los asistentes, Calderón mostraba en cada una de sus palabras el porqué su campaña se encontraba por los suelos.
Mientras me dirigía al trabajo, después de haber asistido a ese encuentro, estaba convencido que Andrés Manuel López Obrador sería el próximo presidente de México. En aquel entonces no se advertía en ninguno de sus adversarios las cualidades como para poder reducir la ventaja del perredista hasta superarlo en los comicios del dos de julio.
Pero ahora todo ha cambiado. Gracias a los múltiples errores del candidato perredista, y a los aciertos de Calderón y su equipo, la contienda está prácticamente empatada.
Mucho se había dicho que “El Peje” fue un burro como estudiante. Hace meses, los analistas especulaban respecto a su personalidad: o es un corrupto y ahora finge demencia respecto a los actos deshonestos de Bejarano y de Ponce, o es un tonto por no haberse dado cuenta de lo que hacían a sus espaldas sus principales colaboradores.
Sin el menor ánimo de ofender, creo que la segunda opción es la más acertada. Sólo alguien con una inteligencia tan escasa puede ser capaz de perder una ventaja tan amplia en sólo cuatro semanas. El haber bautizado a Fox como chachalaca mayor y el haberle ordenado que se callara, fue algo contraproducente, como lo fue el no haber asistido al debate. Ahora, millones de mexicanos se convencieron que AMLO carece de ideas coherentes para exponerlas en un debate, además que es incapaz de oponerse a personas con una preparación muy superior a la suya.
López Obrador sostiene que por estrategia no fue al debate y por estrategia se negó también a contestar las preguntas de primaria planteadas por Víctor Trujillo. Esto demuestra, que la estrategia del tabasqueño es perder la elección.
Mientras Andrés Manuel perdió la oportunidad de oro de asistir al debate, Calderón la aprovechó al máximo. Lleno de seguridad, el panista expuso de una manera clara y concreta sus propuestas para la nación. A cada pregunta contestaba con ideas realizables, y aunque tuvo en Roberto Madrazo a una mosca molesta, él no le dio mayor importancia, pues en realidad no la merecía.
Si antes creía que Calderón iba a perder la carrera por sus propios errores, ahora estoy seguro que podría vencer a Andrés Manuel el próximo dos de julio. Llama la atención que, desde ahora, el perredista asevera que si los resultados de la contienda le son adversos, no los aceptará.
El fantasma de la derrota deambula por el cuartel perredista. Por eso López Obrador advierte un complot hasta en el vuelo de las aves. Para él, existen fuerzas adversas que se empeñan en frenarlo en su carrera a la Presidencia. Descalifica las encuestas de algunos periódicos que antes tomaba como ejemplo para demostrar la ventaja que tenía. Asegura que Vicente Fox está apoyando descaradamente a Calderón. Acusa a los medios informativos de haber emprendido una campaña en su contra. Sin embargo, lo que Andrés desconoce es que el mayor complot en contra suya ha sido orquestado por él mismo.
Por fortuna, el populismo de un candidato mesiánico va perdiendo cada vez más popularidad. El PAN y Felipe Calderón despertaron a la hora oportuna y así deberán permanecer para impedir que alguien como Andrés Manuel llegue al poder.
Creo que el candidato panista es el más apto para guiar el destino de nuestro país. Festejemos que el candidato de la mentira, de las promesas utópicas, de las movilizaciones, del endeudamiento, de la corrupción, y de la falsa humildad, se convierta en nuestro presidente.
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