Por atávica conducta, en México acostumbramos a hacer depender la Administración pública de la política. Y luego nos quejamos de que los gobernantes se inmiscuyan en asuntos de los cuales deberían estar ajenos.
Desde los detalles costumbristas, como el de que el presidente de la república, cuando visita un estado debe obligadamente traer beneficios para los habitantes de éste, hasta el hecho de que los anuncios de obras tienen que realizarse en el momento político que más convenga.
Y a la inversa. Una decisión como la adoptada por el gobernador del estado, Humberto Moreira, en el sentido de demoler lo que haya que demoler del Distribuidor Vial, a juicio de algunos, no debió de ser anunciada en esta época electoral.
No comparto esos criterios, porque estoy convencido de que los gobernantes se tienen que dedicar a gobernar y los candidatos a hacer campaña para conseguir votos, y deben hacerlo con sus propias propuestas y ponderando sus trayectorias y los resultados que hayan dado en otras responsabilidades.
Por eso, el considerar que ese anuncio puede incidir desfavorablemente en las candidaturas de los aspirantes a diputados y senadores por el Partido Revolucionario Institucional, no es correcta.
Frecuentemente se critica y con razón la otra forma de actuar. La que supedita la realización de obras o el anuncio de medidas que de alguna manera impactan en los sectores mayoritarios, a la oportunidad política.
Si se hace necesaria una devaluación, pero nos encontramos inmersos en una campaña presidencial, el consejo de los “tradicionalistas” (llamémosles así) sería en el sentido de esperar a que pase la elección y luego hacer el anuncio oficial, aunque ello ponga en riesgo la estabilidad del sistema económico.
Si una obra podía haberse terminado en tiempos no electorales, esos mismos consejeros sugerirían realizar los trabajos de la misma con lentitud para hacer coincidir su inauguración con el proceso.
Aún más, si un partido político requiere cambio de dirigentes porque los que están no funcionan bien, aquellos aconsejarán no hacer movimientos hasta que pase la elección que esté corriendo, aunque con ello se cometan más errores.
Esas formas operativas, como muchas otras, ya no tienen razón de ser e indiscutiblemente causan más perjuicios de los que tratan de evitar.
Las cosas hay que hacerlas y las decisiones hay que tomarlas cuando se tienen que hacer y tomar.
Por eso creo que el anuncio de demoler parte del Distribuidor Vial se hace en el momento en que debió hacerse, que es cuando se tuvo la certeza técnica de que ello era necesario para garantizar la seguridad de los habitantes de Torreón que lo utilizan regularmente.
¿Para qué asumir riesgos que pongan en peligro vidas humanas? ¿A qué esperar? ¿A que se colapse por las fracturas y hundimientos que se dice está teniendo?
Si hubiera sido tal, los reproches se multiplicarían y sin lugar a dudas la responsabilidad recaería sobre el Gobierno del Estado.
En cambio, hacerlo ahora acarreará molestias de otra índole, pero nada grave que lamentar.
A ese respecto tenemos que tomar conciencia de que los trabajos de reparación causarán molestias viales. Sin embargo, debemos tomarlas con calma y paciencia, porque esos trabajos serán para bien de la ciudad.
El revolver la política con la Administración a nada bueno conduce.
Tratándose de obras o acciones de Gobierno estas por sí solas benefician o perjudican a los partidos políticos. Pero el gobernante tiene que actuar de acuerdo con el interés nacional, estatal o municipal, así como a las necesidades del pueblo, sin condicionamientos de ninguna naturaleza.
El problema es que estamos también acostumbrados a reprocharle a la autoridad haga lo que haga. Y de ello buena parte de la culpa la tienen los partidos políticos que adoptan una posición cuando son Gobierno y otra cuando son Oposición.
Tenemos que madurar como sociedad y como organizaciones políticas, para saber reconocer cuando las cosas se hacen bien independientemente de si quien las hace pertenece a tal o cual partido; aunque sin renunciar al derecho a censurar aquello que se hace mal, pero siempre fundamentando nuestras críticas.
Por lo pronto, tenemos que admitir que cada cual debe hacer lo que le corresponde. Los gobernantes se deben dedicar a gobernar sin detenerse a considerar el impacto que su actuar puede provocar en los partidos a que pertenezcan. Y los políticos a hacer lo suyo, pero con objetividad y altura de miras.
Sólo así, se podrá decir que vamos avanzando.