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Calderón dijo que iba a ir y fue

Javier Garza Ramos

EL SIGLO DE TORREÓN

MÉXICO, DF.- En medio de la gritería y la rechifla en la Cámara de Diputados, el senador Ricardo García Cervantes recordaba cuando hace exactamente seis años le puso la banda presidencial a Vicente Fox, en una ceremonia tersa como ninguna, cuando Felipe Calderón se materializó en la tribuna y se oyó la voz de otro legislador lagunero.

?El Presidente de la República tomará la protesta de ley?, dijo Jorge Zermeño a las 9:49 de la mañana y todos se dieron cuenta de que las 69 horas más tensas en la historia reciente del Congreso mexicano estaban a punto de llegar a su fin.

Gritos. Chiflidos. Vicente Fox se quita la banda presidencial. Un podium aparece frente a Calderón y su voz se mezcla con la protesta del PRD. La ceremonia solemne de antaño quedó hecha pedazos.

?Protesto guardar y hacer guardar?. ¡Usurpador! ?La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen? ¡Fuera Fox! ?Y desempeñar leal y patrióticamente el cargo de Presidente de la República que el pueblo me ha conferido? ¡Espurio! ?Mirando en todo por el bien y prosperidad de la Unión? ¡Bájate! ?Y si así no lo hiciera, que la Nación me lo demande?.

Entonces los panistas soltaron la ansiedad reprimida desde que hace tres días tomaron la tribuna: ¡Bravo! ¡México! ¡México! ¡Sí se pudo! ¡Sí se pudo!

Calderón se puso la banda. El PRD siguió la gritería, pero su estrategia había caído con estrépito. Su meta de evitar que Calderón tomara protesta para que pudieran denunciarlo como ilegítimo había fracasado. Calderón dijo que iba a ir y fue y nada pudieron hacer para impedirlo.

Pero algo se llevó el PRD entre las caras fúnebres de los legisladores que salieron derrotados de la toma de San Lázaro. Calderón entró por la puerta de atrás, asumió la Presidencia de la República rodeado de panistas, en una tribuna resguardada y haciendo pisa y corre apenas terminó el Himno Nacional.

A las 9:53 todo había terminado. ?Se levanta la sesión de Congreso General?, dijo Zermeño.

* * *

Habían ido de tregua en tregua desde que el martes panistas y perredistas se enfrentaron por el control de la tribuna de San Lázaro. La tregua habría de concluir a la media noche del viernes pero se prorrogó a las cinco de la mañana. Luego a las ocho de la mañana. Lo que viniera después era pura especulación.

A esa hora, San Lázaro era una fortaleza, con barricadas de policías federales y militares vestidos de civil en un radio de 2 kilómetros a la redonda.

A las ocho se acabó la tregua. Entraron los senadores del PAN y no había pasado un minuto cuando un diputado del PRD se encarreró a aventarle un puñetazo a un colega del PAN. Se trenzaron y el perredista agarró una curul, una silla de gruesas patas de madera y respaldo alto que pesa casi 20 kilos y la aventó a su colega panista. Entonces se acabaron los clichés.

Ya no eran ?ánimos caldeados?, ya no era ?calma chicha?, ya no era ?todos contra todos?. Ya no era simplemente ?inédito? o ?sin precedentes?. No sólo era algo que el país no había visto antes, ni siquiera lo había imaginado.

Los legisladores estaban trenzados a golpes dos horas antes de que el Presidente de la República tomara posesión. Las interpelaciones de antaño, a Salinas y Zedillo, ahora se veían con nostalgia, aparecían como expresiones civilizadas comparadas con lo que sucedía en el salón de sesiones.

La bronca se armó del lado izquierdo del salón, cuando los perredistas trataron de cerrar un acceso entre golpes, empujones, jaloneos.

PRD: ?¡Sufragio efectivo, no imposición!?.

PAN: ?¡Queremos paz, queremos paz!?

Ahí andaba el senador coahuilense Ernesto Saro. ?Me tocaron unos trancazos?, dijo. ?Pero nosotros no queremos provocar?.

Ahí andaba el diputado Carlos Bracho, en un rellano al lado de la tribuna, resguardando el acceso. Saludó de lejos y minutos más tarde me llamó por celular a pesar de que estábamos a 20 metros de distancia. ?Es que esto es de locos, un circo de tres pistas. No hemos dormido, estamos cansados, estamos hartos?.

Ahí andaba el diputado Jesús de León, al que se le pidió ubicarse en la tribuna alta y ponerse entre el lugar que ocuparía Calderón y unos diputados del PRD que quedaban ahí y que, se decía, amenazaban con arrebatarle la banda a Calderón.

El PAN aprovechó la trifulca de las ocho de la mañana para montarse en la parte baja de la tribuna, que hasta ahora mantenían los diputados. Enfurecidos, los perredistas se quedaron abajo y procedieron a bloquear los cuatro accesos al salón con curules arrumbadas o diputados en barrera o ambas cosas. Genuinas barricadas. Querían que los priistas no entraran para abortar el quórum. Los priistas entraron por atrás o por el corral de prensa.

Era fácil distinguir entre panistas y perredistas. Los primeros andaban de traje y corbata los hombres, de traje sastre las mujeres. Los perredistas en mangas de camisa o hasta camiseta.

Por momentos se hacía el silencio. Decenas de conversaciones se producían en voz baja y la tensión era desesperante por no saber qué iba a pasar. ¿La calma significa que ya se acabó? ¿O significa que viene otra carga, otra trifulca, otra gritería?

Uno divagaba estas cuestiones en el corralito de la prensa (el de la ?ignominia? le llaman los reporteros, aunque ayer la ignominia parecía estar en otro lado) cuando empezaba la gritería otra vez,

PRD: ?¡Va a caer, va a caer, Felipe va a caer!

PAN: ?Mé-xi-co (aplausos) Mé-xi-co (aplausos)?

Por ahí se oía de vez en cuando un ?Fuera Ulises Ruiz de Oaxaca?.

A las 9:10 llegaron los secretarios del Gabinete de Calderón, los ex secretarios de Fox y algunos gobernadores. Los extremos se tocaron en una escena inverosímil: el perredista Lázaro Cárdenas Batel, de Michoacán, platicando animado con Francisco Gil Díaz, hasta anteayer secretario de Hacienda.

* * *

A las 9:30 apareció el presidente de la Cámara, Jorge Zermeño, en la tribuna. Vestía traje oscuro, traía una corbata roja y la cara del mismo color.

Arrecian los aplausos y arrecia la chifladera. La voz de Zermeño se ahoga. Los priistas platican entre sí, se saludan, se abrazan.

?Se abre la sesión de Congreso General?, dice Zermeño y hace sonar su campanita. Un senador da cuenta del quórum de la Cámara Alta. Zermeño ni se ocupa en pasar lista de diputados, la presencia del quórum, la mitad más uno de la cámara, es más que obvia en el salón abarrotado.

9:45. Llegan senadores del PRD. Senadores del PAN les bloquean un pasillo. Empujan y ahí van 15 senadores del PRD que se llevan de encuentro a cinco panistas hasta el fondo del salón.

Todavía quince minutos antes de la hora planeada para la llegada de Calderón, todos sabíamos qué estaba pasando, pero nadie sabía qué iba a pasar. Corrían los rumores: Llegará por tierra, llegará en helicóptero. Entrará por el salón, entrará por detrás de las banderas en la tribuna. Viene Fox, no viene Fox. Habrá golpes, no, no habrá golpes.

Me encuentro a Ricardo García Cervantes y empezamos a platicar. Hace seis años él presidía la Cámara y recibió la banda de Ernesto Zedillo y se le pasó a Vicente Fox. ?Hace seis años los actores políticos tenían otra calidad moral?, dijo el ahora senador. Hace seis años. Cuánto ha pasado.

Once minutos antes de las 10, la hora programada de su llegada, se aparecieron Calderón y Fox. Calderón rindió la protesta, se puso la banda, cantó el Himno y se fue. Cuatro minutos.

?Emocionante?, resumió el diputado Jesús de León.

* * *

Los panistas empezaron a bajar de la tribuna. Para ellos era misión cumplida. Los gritos perredistas dieron paso al abatimiento en las curules. A unas caras que no se ven ni en un funeral.

?Vámonos a la marcha?, sentenció el senador Navarrete. Acompañarían a Andrés Manuel López Obrador, que pasó la mañana en el Zócalo.

? ¿Y ahora?

? Pues a la marcha, dice el senador morelense Graco Ramírez Garrido.

? ¿Y después?

? Pues al diálogo.

? ¿Triste?

? Sí, por todos nosotros.

Para las 10, el salón se fue vaciando. Los diputados llevaban 69 horas acuartelados. Por ahí quedaba el embajador de Estados Unidos, Tony Garza, con el ex presidente George Bush, que vino representando a su hijo. ?Esto que vemos es el reto de la democracia?, dijo Bush, que traía cara entre sorprendido y fascinado.

Calderón ya había cumplido su objetivo y ya iba rumbo al Auditorio Nacional, a un evento con simpatizantes, lejos de la hostilidad de la Cámara. El costo para los partidos del triste espectáculo ya se verá en los próximos meses. Pero quedó la imagen de un presidente jurando el cargo rodeado de partidarios. Con el Congreso no enfrente escuchando, sino detrás cuidando sus espaldas o adelante gritándole insultos. Todo un reto.

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