El próximo jueves nueve de noviembre Felipe Calderón viajará a Washington en su calidad de presidente electo y ya se presentan varias lecturas por realizar en torno a este viaje que se antoja complicado.
Felipe Calderón prefirió reunirse primero con mandatarios centroamericanos, sudamericanos y con el primer ministro canadiense, antes de sostener un encuentro con el presidente George W. Bush. Las razones de su decisión se encuentran en la coyuntura política, con la radicalización del debate migratorio en EU y en las presiones internas en México para que Calderón corrigiera el rumbo en política exterior y la orientara hacia un nuevo acercamiento con América Latina.
En resumen, Calderón y sus asesores en política internacional, coordinados por Arturo Sarukhán, decidieron estratégicamente reservarse un encuentro con Bush. La decisión no parece equivocada, pero la fecha asignada para el encuentro en Washington presenta varios focos rojos.
Mañana martes, siete de noviembre, los estadounidenses acuden a las urnas para renovar un tercio del Senado y la totalidad de la Cámara de Representantes. Las últimas encuestas predicen que el resultado de la elección terminará con el dominio republicano en el Congreso, poniendo en jaque los últimos dos años de la Presidencia republicana de Bush.
En otras palabras, si se confirman las predicciones de las encuestas, Calderón y su equipo internacional deberán meter en su equipaje un traje negro, ya que asistirán a un verdadero funeral republicano en la capital estadounidense.
Por ello, la visita de Calderón corre el riesgo de pasar desapercibida en Washington. En los medios de comunicación se estará aún analizando las consecuencias de la elección para la Presidencia de Bush y la contienda de 2008 por la Casa Blanca arrancará formalmente el miércoles ocho de noviembre.
Aunado a ello, el presidente electo de México llegará a Washington con una agenda poco amigable. La reciente aprobación de la Ley que autoriza la extensión del muro en la frontera, aprobada por el Congreso y por Bush, obliga a Calderón a darle prioridad en su agenda a la condena a esa medida y a debatirla en privado con el presidente Bush, quien no tendrá en mente otra cosa más que pensar en su estrategia para negociar con un Congreso demócrata en los dos años que le quedan a su mandato.
Por su lado, dados los recientes acontecimientos en Oaxaca, con la muerte del camarógrafo estadounidense y la alerta emitida por la Embajada estadounidense en México, el presidente Bush se verá forzado a manifestarle su preocupación a Calderón por la situación del conflicto oaxaqueño.
Por lo anterior, el viaje de Calderón a Washington se verá enmarcado por tres eventos coyunturales que impactarán la cobertura mediática del viaje y que podrían tener efectos adversos en los resultados que se puedan obtener del encuentro. Tal vez lo más deseable es que el equipo de asesores internacionales del panista se enfoque en tender puentes con los demócratas para preparar el trabajo de cabildeo legislativo con el nuevo Congreso demócrata que el Gobierno de Calderón deberá efectuar a lo largo de los próximos años, más que en ayudarle a Bush a montar su altar de muertos por la derrota legislativa de su partido.
Miembro del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales.
Comentarios:
genarolozano@gmail.com