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Campaña contra la campaña/Plaza Pública

Miguel Ángel Granados Chapa

Los seguidores de Luis Donaldo Colosio creyeron ver una “campaña contra la campaña” de su candidato, y atribuyeron su origen al propio ex presidente Carlos Salinas, quien al burlarse de los que “se hacían bolas” creyendo que se sustituiría a Colosio sólo atizó la confusión generada por los propios actos presidenciales. Quizá es Salinas mismo quien, de nuevo, organiza la evidente “campaña contra la campaña” de Roberto Madrazo, cuya nave parece estar haciendo agua. La declinación, o el estancamiento de las intenciones de voto en torno de Madrazo (aunque él prefiera leer en las encuestas que han crecido las preferencias a su favor) ha acentuado el empeño de quienes dentro del PRI mantienen su inconformidad con la candidatura del ex presidente de ese partido, para reemplazarlo.

Formalmente es imposible hacerlo, pues al ser candidato de coalición no opera la renuncia como causa para la sustitución. El candidato presidencial de un partido (como lo hicieron Heberto Castillo en 1988 y Porfirio Muñoz Ledo en 2000) puede retirarse de la contienda por voluntad propia, pero no puede hacerlo quien es postulado por una coalición.

El Artículo 181 elimina la renuncia como causa de sustitución y precisa que sólo procede por “fallecimiento o incapacidad total permanente”.

En consecuencia, una de las líneas de acción de los antimadracistas -los actuales y los que terminarán siéndolo cuando concluya el proceso de selección de candidatos a cargos legislativos- es romper la alianza con el Partido Verde.

Quizá a ese propósito apuntaba la vergonzosa retirada de Bernardo de la Garza, y a ese fin apuntan las protestas de aspirantes en varias entidades a quienes irrita la facilidad con que, por efecto de la coalición, serán candidatos miembros del partido de la familia González Martínez y no quienes, según su propia apreciación, han hecho méritos en el tricolor.

En defensa de su posición frente a ese riesgo, por remoto que fuera, Madrazo está cerrando el círculo en torno suyo. Por un lado, confirmó en sus cargos a Mariano Palacios Alcocer y a Rosario Green, cuando que había ya pretendientes a la presidencia y la secretaría general, y acaso alguno impugne judicialmente la decisión de mantenerlos en sus posiciones (aunque la ex secretaria de Relaciones Exteriores no pueda ser tachada de ningún modo y respecto del ex gobernador queretano sea defendible que no fue elegido una vez más sino sólo se prorrogó su gestión).

Por otro lado, Madrazo se apresta a efectuar, a vaciar, algunos cargos en el comité nacional “para que los ocupen personas cercanas a él”. Antes de ser removido, el vocero del PRI, Eduardo Andrade, a quien pertenece la frase anterior, ha elegido renunciar. No lo hace a su cargo solamente, sino a su militancia en el partido, que data de 1965, y aun a su actividad política.

La dimisión de Andrade podría ser considerada como uno más de los ajustes comprensibles en el curso de una campaña, y hasta podría resultar del hecho simple de que queriendo postularse como aspirante al Senado (donde ya legisló una vez), se le haya impedido hacerlo y se le quiera enviar de nuevo a la Cámara de Diputados, a que perteneció en dos Legislaturas anteriores.

Pero su retirada va más allá, pues su renuncia es denuncia al mismo tiempo, ya que no omite hacer crítica al candidato del que hasta ayer era su partido, al PRI mismo y aun a la manera actual de hacer política, no sólo en su organización sino en la vida mexicana en general.

En forma sesgada, como si se refiriera a supuestos y no a hechos consumados, el ex vocero reprocha a Palacios Alcocer el que se allane a la asunción del mando del partido por su candidato, “lo cual no es esperable en un político con tu prestigio y trayectoria, pues haría de tu elección por el consejo político un ejercicio de simulación que deterioraría para siempre tu imagen de seriedad y responsabilidad, producto de una sólida formación ética y republicana, además de que no haría sino confirmar lo dicho por Elba Ester Gordillo, en cuanto a que se pretende convertir a la dirigencia del partido en una camarilla facciosa”. Si aceptaras una imposición de esta naturaleza darías la impresión que negociaste tu permanencia a cambio de convertir la presidencia del PRI en una figura decorativa... Si estuvieras convencido, sin presiones de ningún tipo, de la necesidad de algunos cambios en el comité, tengo la impresión que lo habrías platicado previamente con quienes colaboran contigo, sopesando las razones y encontrando una forma digna de hacer los cambios, rechazando con firmeza la práctica de acudir a filtraciones periodísticas que sólo dañan la vida institucional de nuestra organización”.

Además de referirse a temas que son sólo de su interés (como lamentar que en Veracruz “la voluntad del gobernador pretenda imponer a un joven... cuya carrera política, siendo promisoria, no se compara ni remotamente con mi experiencia y capacidad parlamentarias”). Andrade se manifiesta contrario a proyectos de otorgar autonomía al Servicio de Administración Tributaria y al ministerio público. No le parece prudente “querer renunciar a atribuciones fundamentales del Ejecutivo como si fuéramos incapaces de ejercerlas con honestidad, aceptando la premisa de que el presidente incurrirá, necesariamente, en desviaciones”.

Andrade se dedicará a tareas de comunicación, según sugiere. Quizá vuelva al “importante proyecto” en que se hallaba antes de ser nombrado vocero, con Mario Vázquez Raña. Veremos...

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