La contienda por la Presidencia de la República ha tenido múltiples aristas. Como todo proceso electoral, abundan las descalificaciones, las mentiras dadas por verdaderas, la violencia y los golpes bajos.
Para quienes gustan de la política, la contienda ha sido apasionante. Las volteretas en las preferencias electorales han generado un sinfín de declaraciones.
Por un lado, López Obrador descalifica toda encuesta que lo ubique en el segundo lugar de popularidad. “Las encuestas están cuchareadas”; “El PAN tiene comprados a los medios que han realizado las últimas mediciones de opinión pública”; “Nosotros tenemos estudios que nos ubican como ganadores”. Éstos y otros argumentos han pronunciado los perredistas para descalificar los resultados de las encuestas que les han sido adversas.
Por otro lado, Felipe Calderón celebra el repunte de su campaña pero sin confiarse, pues siguen los grandes actos con los simpatizantes, continúa también la campaña publicitaria de ataque y propuesta, y por si fuera poco, también le ha funcionado su estrategia para merecer la confianza de muchos que antes estaban indecisos.
Roberto Madrazo, por su parte, no quiere entender que ya huele a muerto. Aunque enfoque sus baterías a descalificar al candidato panista, sus ataques le han resultado contraproducentes. ¿Cómo puede alguien como Madrazo tachar a los demás de corruptos? Cada vez son más los priistas que están emigrando a las causas del PAN y PRD. Al final de la contienda, el tabasqueño seguramente se quedará más solo que nunca.
¿Qué vendrá en los próximos días? Creo que la ventaja que ahora tiene Calderón en las encuestas vendrá disminuyendo. Los anuncios del PRD criticando la gestión del PAN en la Presidencia seguramente les serán redituables, así como el mostrar a un López Obrador más moderado, alejándolo así de la izquierda que se practica en países como Cuba, Venezuela y Bolivia.
López Obrador es un peligro para México, de eso estoy convencido. Los recurrentes complots de los que afirma ser objeto, no son otra cosa más que una continua negación a la realidad que pesa sobre sus aspiraciones. A últimas fechas, el tabasqueño ha perdido aquel atractivo que alguna vez tuvo como mártir de la justicia. Ahora busca cambiar su imagen y su discurso ya no es pronunciado sólo para los pobres, sino también a los industriales y comerciantes del país a quienes asegura que emprenderá una serie de apoyos para impulsar la Iniciativa Privada.
Yo no creo en López Obrador y, por tanto, le negaré el privilegio de mi voto. La mentira ha abundado en el discurso perredista. Según ha afirmado, él tiene en su poder una encuesta que le da todavía diez puntos de ventaja sobre Calderón. Si es así, ¿por qué no la da a conocer? Otra falsedad resulta que su Administración fue un agente modernizador en el Distrito Federal. Aficionado a obras de relumbrón, como el famoso segundo piso, despreció la oportunidad de realizar obras que en verdad favorecieran a la población para la cual supuestamente trabaja: los pobres. A los ambulantes fue incapaz de enfrentarlos, más aún, los convirtió en sus aliados políticos. En cuanto a sus donaciones a los viejitos, ¿por qué no hizo mejor en cada colonia proletaria un asilo con todas las comodidades para que los ancianos que realmente lo necesitan llevaran una vida más digna? Con unos cuantos pesos puede aliviarse la sed, pero no el hambre de una vida mejor.
López Obrador repuntará en los días próximos, tengo el mal presentimiento. La nefanda intervención de Fox en el proceso, así como el cambio de estrategia, seguramente le resultarán favorables. Sin embargo, jamás podrá despojarse de una verdad: él y gran parte de sus colaboradores son un peligro para México.
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