“Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos”. Charles Dickens
El campo mexicano es hoy, más que nunca, un escenario de contrastes. Las cifras de producción han mostrado crecimientos saludables en los últimos años. Pero el campo sigue concentrando la mayor parte de la pobreza extrema de nuestro país.
Es fácil ver el campo hoy en día y afirmar que toda la política agropecuaria de este Gobierno ha sido un fracaso, como lo afirman los grupos corporativistas que buscan un retorno al pasado.
Pero las razones reales de la pobreza rural radican en las prácticas que durante décadas han fragmentado la tierra y han golpeado la productividad del campo mexicano.
En el libro Hacia una nueva sociedad rural, publicado por el Fondo de Cultura Económica, la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) ofrece una serie de datos que avalan algo que desde hace tiempo han indicado las estadísticas.
A pesar del ruido político, la producción agropecuaria, pesquera y alimentaria mexicana está en ascenso. En este volumen la secretaría ofrece cifras comparativas de los períodos 1997-2000 y 2001-2004 con el fin de que los cambios anuales producidos por circunstancias climáticas no oculten las tendencias.
Señala así que el producto interno bruto agropecuario es 12 por ciento más elevado en 2001-2004 que en 1997-2000. Los principales cultivos han crecido en 20 millones de toneladas. Los forrajes y cultivos industriales han subido 17 por ciento, las frutas 12 por ciento, los granos alimenticios 11 por ciento, las hortalizas nueve por ciento. El aumento en el subsector pecuario ha sido de 15 por ciento.
La producción de huevo se elevó 22 por ciento, la de carne de res 16 por ciento, la de leche de vaca 14 por ciento y la de miel cuatro por ciento. En la pesca se ha logrado un aumento del 12 por ciento.
La acuacultura ha subido cuatro por ciento. La industria de alimentos bebidas y tabaco, que incluye producción industrial con mayor valor agregado que la simple producción primaria, se ha expandido 11 por ciento.
La apertura comercial en Norteamérica no ha impedido la ampliación de las exportaciones. Éstas han aumentado 17 por ciento en los cuatrienios en comparación. Es verdad que algunas importaciones han aumentado, pero otras han tenido aumentos significativos. Hay ciertamente más ganadores que perdedores.
Detrás de estas cifras positivas, sin embargo, se encuentra el hecho innegable de la enorme pobreza de los campesinos mexicanos. Pero éste no es un fenómeno surgido en los cinco años del actual Gobierno.
La pobreza del campo se remonta a los orígenes mismos de nuestro país. Y los 71 años de Gobiernos priistas, con sus políticas de fragmentación de la tierra en ejidos y sus subsidios, no lograron nunca eliminar o siquiera reducir la pobreza rural. Los productores agrícolas mexicanos han demostrado que pueden ser tan eficientes como los de cualquier país, incluso que los estadounidenses, que tienen la reputación de ser los más productivos del mundo.
Pero para poder competir en el largo plazo necesitan las mismas condiciones que aquéllos. Los productores privados de granos u hortalizas del norte de México, por ejemplo, alcanzan o rebasan los niveles de productividad de Estados Unidos a pesar que los granjeros estadounidenses tienen unidades productivas de miles de hectáreas que están prohibidas en nuestro país.
En contraste, los ejidatarios del sur de México, con dos o tres hectáreas de terreno para las que no tienen siquiera derechos cabales de propiedad, no tienen manera de competir. La pobreza del campo mexicano surge de las raíces del sistema. Las mismas organizaciones corporativistas que se quejan de que el actual Gobierno no ha logrado eliminar la pobreza rural en cinco años son las que insisten en mantener la fragmentación de la tierra y las limitaciones a la propiedad y a la inversión que son la razón de esta pobreza.
El Gobierno está gastando más dinero en el campo que en el pasado. El presupuesto total ejercido se ha duplicado de 24,714 millones de pesos en el año 2000 a un estimado de más de 48 mil millones de pesos en 2005. Pero la mayor parte de ese dinero son subsidios y transferencias -que pueden paliar un problema pero no resuelven los problemas de fondo- y gasto corriente o burocrático. No hay en los presupuestos gubernamentales inversión en infraestructura.
Ha habido una disminución en la pobreza extrema en las zonas rurales de nuestro país en los últimos años. Algo de esta mejora procede de los aumentos de producción, pero la mayor parte es consecuencia de los programas asistenciales, como Oportunidades, y de las remesas de nuestros migrantes. Si queremos un cambio de fondo, debemos acabar con los minifundios y apoyar las producciones en las que somos competitivos; y debemos dejar de respaldar, como hoy hacemos, las que más pobreza han generado.
ALTERNATIVA
La decisión fue unánime. Patricia Mercado fue aceptada por el IFE como candidata del Partido Alternativa Socialdemócrata y Campesina. Previamente y en votación dividida, se aprobó la plataforma. Fracasó así el intento de golpe de Ignacio Yris Salomón y Carlos Berumen. Y Víctor González Torres se quedó sin partido para gastar sus 100 millones de pesos.
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