El presidente Felipe Calderón designó a las dos personas que se encargarán de formular y dirigir la política exterior del país en los próximos seis años y hay buenas y malas noticias al respecto.
Al hacer el anuncio, Calderón informó que la titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) será la embajadora Patricia Espinosa, una diplomática de carrera con una trayectoria de casi veinte años de servicio, mientras que la responsabilidad de la relación bilateral con Estados Unidos correrá a cargo de Arturo Sarukhán, también diplomático de carrera quien se trasladará a Washington como embajador de México, una vez que el Senado lo apruebe.
Espinosa y Sarukhán son una excelente noticia. A diferencia del ya ex canciller Luis Ernesto Derbez, ni Espinosa ni Sarukhán son novatos de la diplomacia. Ambos han desempeñado un papel ejemplar en sus misiones en el exterior y han ocupado cargos relevantes en la propia Cancillería.
El nombramiento de estos dos personajes representa, en primer lugar, una enmienda al asalto que significó la titularidad de Derbez, y, en segundo, un reconocimiento a los miembros del Servicio Exterior Mexicano, que sufrieron los abusos, las descortesías y los desdenes por parte de los dos cancilleres del foxismo.
Sin embargo, al anunciar que Sarukhán se encargará de la relación bilateral con EU se incurre en un problema y no por la falta de méritos académicos o profesionales del diplomático. Por el contrario, Sarukhán es un experto en la política estadounidense. Estudió una Maestría en Política Exterior de EU, en la Universidad Johns Hopkins SAIS, fue funcionario en la Embajada de México en Washington y, antes de incorporarse a la campaña de Calderón, fue cónsul de México en Nueva York, de donde se despidió con honores por su labor.
El problema que se presenta es que al abrir la dinámica de división de responsabilidades en la Cancillería se podría caer en una ausencia de coordinación y de falta de comunicación entre los futuros diplomáticos más importantes de México. Sólo hay que recordar los problemas que tuvo el presidente Fox, y el país, cuando designó a Jorge Castañeda en la SRE y a Adolfo Aguilar Zínser como representante de México en la ONU. La falta de comunicación entre Castañeda y Zínser tuvo un costo en la diplomacia mexicana cuando Éste navegó en piloto automático, sin escuchar las órdenes de Tlatelolco, en sus intervenciones ante el Consejo de Seguridad de la ONU.
Espinosa y Sarukhán no son Zínser y Castañeda, pero en la propia Cancillería hay una Subsecretaría para América del Norte, una Dirección General para América del Norte, otra Dirección General más que coordina las labores de los consulados en EU, una oficina especial de enlace con las comunidades de mexicanos en el exterior, así como en la oficina del canciller hay por lo menos dos asesores especializados en EU. Por ello, la gran pregunta es si el nombramiento de Sarukhán como el ?responsable de la relación bilateral más importante para México? se convertirá en un problema para la canciller Espinosa o en una ventaja.
En otras palabras, aunque es cierto que el mundo no empieza ni termina en Washington, y que, por ende, la Cancillería no se ocupa exclusivamente de la relación bilateral con EU, y aunque sea cierto que hay grandes pendientes en política exterior, como restaurar la relación con Latinoamérica, el problema más grave que se puede presentar para la embajadora Espinosa al dividir las funciones, es que se convierta en una canciller cosmética, por no decir irrelevante o espinada...
De lo que no hay duda, es que el nombramiento de estos dos diplomáticos de carrera sí representa un paso adelante para sacar a la diplomacia mexicana de los errores y de la zona de desastre en la que la dejó el foxismo.
Miembro del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales
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