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Capital natural

Federico Reyes Heroles

Supongo que usted lector puede ser uno de los muchos mexicanos cansados de la larguísima campaña, de las montañas de lodo, de los infinitos dimes y diretes, de las mentiras y medias verdades. Claro, el resultado no podía ser peor. La opinión pública descree cada vez más de los políticos, cada día se desilusiona más de la democracia. Según un estudio muy reciente de El Universal, 55 por ciento de los mexicanos no cree en ella; 22 por ciento no descartan que un Gobierno autoritario pueda ser mejor y 32 por ciento cree que un dictador podría tomar el poder. El 40 por ciento por ciento opina que necesitamos a alguien que ponga orden sin importar lo que digan los legisladores y casi el 30 por ciento cree que da igual quien ocupe la Presidencia. ¡Vaya desánimo! Pareciera que en México nadie hace su trabajo, que todo es un estercolero. Pero no, resulta que en este país hay muchos mexicanos que, en silencio, hacen su trabajo y no sólo lo hacen bien, sino muy bien.

Allá en el sur de la capital, en un edificio sin mayores pretensiones y del cuál pocos saben, está asentada una institución que debiera ser orgullo de todos: la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, CONABIO. En la memoria de muchos mexicanos hay un rechazo lógico y explicable contra todas las comisiones, pero ésta es una excepción notable. Dirigida por un mexicano de lujo, José Sarukhán, por cierto el único mexicano miembro de The Royal Society, nada menos y nada más, la CONABIO cuenta con un equipo humano que es la envidia de muchos países.

La CONABIO está encargada precisamente de fomentar la conciencia sobre la biodiversidad, sus riesgos y también potencialidades, y de cuáles pueden ser las políticas públicas para fomentarla. El día de ayer la CONABIO dio a conocer el avance de un gran estudio. El texto debiera ser información de cabecera para todo aquel que pretenda gobernar nuestro país. Sin ningún tinte partidario o ideológico la CONABIO nos recuerda cómo México pierde anualmente alrededor del diez por ciento del PIB por un manejo irresponsable de su capital natural. Para ponerlo en proporción es el equivalente a dos veces lo que invertimos en educación que, supuestamente, es una de nuestras prioridades. Así de contrahecho está México: invertimos 0.36 por ciento en ciencia y tecnología y nos damos el lujo de tirar diez por ciento del PIB. Por ahí no iremos muy lejos.

No piense el lector que se trata de uno de esos documentos catastrofistas y sin salidas, para nada. CONABIO plantea soluciones para cada problema. Pero claro, hay que darse prisa: un país que pierde en capital natural el equivalente al diez por ciento de su PIB al año no tiene tiempo que perder. El primer asunto destacable es esa visión propositiva. Nada hay en “Capital Natural y Bienestar Social” de auto-flagelación conservacionista. Por el contrario, el enfoque es profundamente social: a mayor destrucción de nuestra biodiversidad mayor pobreza. La paradoja no podía ser más dolorosa: la mayoría de los recursos de nuestro país están en manos de los más pobres. Un mal aprovechamiento de esos recursos generará más pobreza. Un ejemplo, de la demanda energética doméstica el 40 por ciento sigue siendo leña. Claro esa demanda supone una tala necesaria para la supervivencia de millones. El problema es que esa tala les traerá destrucción y más pobreza. El círculo perverso está establecido. ¿Ha escuchado usted a alguno de los candidatos hablar al respecto?

El gran esquema del documento es la idea de “servicio ambiental”. Si México lograse interiorizar los beneficios ambientales de nuestro capital natural, la historia sería otra. Por eso no nos importa que el 63 por ciento del territorio nacional esté en proceso de erosión o que la gran mayoría de las tierras que se han abierto al cultivo en las últimas décadas no tengan vocación agrícola, o que estemos contaminando, ríos, lagos, mares o que dejemos ir incalculables cantidades de materia orgánica al mar cada año. Por supuesto los resultados están a la vista: un país cada vez más seco, más contaminado, con más peligros y más desigual.

El gran mérito de esta entrega de CONABIO es que nos provoca reflexiones sobre cómo podría ser México si fuésemos conscientes de la biodiversidad y sus potencialidades económicas y sociales. Una actividad forestal racional e intensa traería riqueza sobre todo a los más pobres, pero al contrario importamos celulosa y papel por alrededor de cuatro mil mdd. El ecoturismo es una buena salida para comunidades sin futuro agrícola, poco hacemos. La limpieza de aguas y tierras sería un buen negocio para muchos. Nada más lejano a esta espléndida entrega de CONABIO que un fundamentalismo ecológico que no conduce a ningún sitio. Por el contrario, se trata de lograr una conciencia sobre las potencialidades de la biodiversidad en el bienestar de millones. Se propone una relectura de México, una cultura diferente con una visión de la justicia social que cruza por la biodiversidad.

Una sociedad consciente de la biodiversidad generará más empleos, muchos en los segmentos más pobres y poco educados; una sociedad con conciencia de biodiversidad diversificará sus ingresos por recursos renovables y su economía será más estable, será más prospera; una sociedad con una visión moderna de la biodiversidad tendrá un mejor futuro. Bosques, selvas, mares, desiertos, planicies, todo tiene posibilidades. El ganado o la acuicultura, las maderas preciosas o el ecoturismo. Si lo miramos así, subrayando todo lo que podemos hacer, un aliento profundo de optimismo nos va invadir. Y vieran que no cae mal una bocanada de seriedad, de profesionalismo, de calidad sin pretensiones, de justo optimismo en esta época en que llueve porquería.

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