La decisión del Vaticano de restringir el ministerio del cura Marcial Maciel Degollado, ha sacudido el ámbito religioso del país y parte del mundo.
Desde finales de la década de los ochenta, el fundador de una de las congregaciones más influyentes de la Iglesia Católica, los Legionarios de Cristo, se ha visto envuelto en un escandaloso caso: la acusación de abuso sexual por parte de varios ex miembros de la orden.
Los primeros informes sobre los señalamientos contra Maciel llegaron al Vaticano en 1994. Tres años después, las presuntas víctimas enviaron una carta al Papa Juan Pablo II en la que denunciaban las supuestas violaciones.
Las denuncias se multiplicaron, pero no fue sino hasta el año 2001 cuando el entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Joseph Ratzinger -hoy Papa Benedicto XVI-, autorizó iniciar las investigaciones de los posibles casos de abuso sexual atribuidos al fundador de la Legión de Cristo.
En 2005, Maciel Degollado renunció a la dirección de la orden y se retiró a vivir a su natal Michoacán. El pasado viernes 19 de mayo, la Sala de Prensa del Vaticano dio a conocer, a través de un comunicado, la decisión aprobada por el Papa Benedicto XVI de, primero, ?renunciar a un proceso canónico? contra el acusado ?debido a la edad avanzada? de éste y ?a su débil estado de salud? y, segundo, ?invitar al padre a adoptar una vida reservada de oración y penitencia, renunciando a todo ministerio público?.
Aunque no hace juicio de las acusaciones y la presunta responsabilidad del padre, el comunicado concluye con la sugerente frase: ?independientemente de la persona del fundador, se reconoce con gratitud el benemérito apostolado de los Legionarios de Cristo y de la asociación Regnum Christi?. El asunto queda ahí, por el momento.
Pero la culpabilidad o inocencia de Maciel sigue siendo tema controvertido, que divide y polariza opiniones y que, al igual que muchos casos más en otras partes del país y del mundo, en los que se acusa a sacerdotes de cometer abusos sexuales, pone a la milenaria y poderosa institución religiosa que es la Iglesia, en una situación sumamente difícil y embarazosa.
En aras de la justicia, la congruencia y la credibilidad, el Vaticano está obligado a aclarar todos estos asuntos, para tranquilidad de los millones de católicos, para bienestar de la propia sociedad que sirve de soporte a dicha religión.