Hoy toca comer cordero en toda familia musulmana que se precie, y más en La Meca.
La Meca (Arabia Saudí), (EFE).- El campamento gigante de Mena, en las cercanías de La Meca, que acoge a dos millones y medio de peregrinos musulmanes, vivió hoy una jornada de cordero, visita al barbero y estreno de ropa nueva.
En este campamento compuesto de decenas de miles de tiendas incombustibles de color blanco, que se extienden a lo largo y ancho de varios kilómetros, se vivió así el momento culminante de la peregrinación a La Meca.
Los musulmanes de todo el mundo celebran hoy la Fiesta del Sacrificio, en recuerdo del cordero que Abraham (Ibrahim en el Islam) degolló para agradecer a Dios que le perdonara en el último momento la vida de su hijo, que según el Corán era Ismael y no Isaac.
Todos los años por estas fechas (día décimo del mes lunar del Dualhuya), los padres de familia degüellan un cordero o un animal macho en lo que se considera la fiesta más grande del calendario islámico.
Sin embargo, hace ya muchos años que el estado saudí prohibió el sacrificio físico de animales para evitar los problemas sanitarios que ello podría conllevar, y ahora el sacrificio debe hacerse comprando unos bonos al estado para que sus matarifes se encarguen de sacrificar el cordero a cambio.
De un modo u otro, hoy toca comer cordero en toda familia musulmana que se precie, y más en La Meca.
El suelo en Mena estaba lleno de huesos mondos y lirondos con restos de arroz, ofrecidos por el gobierno saudí a los peregrinos, y se mezclaban con matas de pelo por todas partes.
Porque hoy es el día en que los peregrinos varones se cortan el pelo, incluso se lo rapan al cero, con el mensaje de que comienzan una nueva vida en la que en adelante se les llamará "Hach" (peregrino).
Por todas partes se veía a hombres con la cabeza llena de jabón, mientras un barbero, o más bien un amigo, le rapaba el cráneo con mucho cuidado.
Y luego, el peregrino que se ha deshecho de su cabellera, se deshace también de su ropa sucia, se ducha y se pone una túnica nueva, mientras intercambia felicitaciones con amigos y vecinos.
Ese era el ambiente en el gigantesco campamento de tiendas ignífugas, que el estado saudí instaló para evitar otra tragedia como la de 1997, en la que un incendio causado por una bombona de gas de unos peregrinos indios se propagó de tienda en tienda con velocidad de vértigo. Murieron 383 peregrinos, según el estado saudí, muchos más según las autoridades indias.
Hoy esas tiendas, que ocupan un valle entero de varios kilómetros, son el orgullo de Arabia Saudí. Tienen una capacidad de 26 personas cada una y están organizadas por países, dependiendo de la nacionalidad de los peregrinos.
Así, hay "barrios" pakistaníes, indonesios, turcos o senegaleses. También hay los peregrinos "europeos", pero significativamente estos evitan las banderas francesas, británicas o alemanas, y enarbolan orgullosos las de sus países de origen, argelinas, marroquíes o bangladesíes. Europa no goza de buena prensa en el Islam de estos días.
En las calles asiáticas, y sobre todo las africanas, hay animados zocos donde se venden cuchillas de afeitar, peines, perfumes, chilabas flamantes, mandarinas o galletas saladas.
Es tal la querencia de los musulmanes por el regateo y la negociación callejera que hay quien cree que en el Paraíso el creyente tendrá derecho a un día de zoco.
En este campamento de diseño futurista donde suenan sin parar los móviles de nueva generación y cada año se abren nuevos restaurantes de pizzas y comida rápida, todavía los peregrinos tienen que hacer colas interminables para hacer sus necesidades en cuartos de aseo colectivos.
Este campamento será su hogar durante tres días, hasta que se completen los ritos de la peregrinación y cada creyente vuelva a casa después de haber comprobado durante unos días que su religión tiene un alcance universal.