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Chachalacas/Diálogo

Yamil Darwich

Andrés Manuel López Obrador utiliza un nuevo apodo: “chachalacas”, refiriéndose a sus contrincantes en la carrera por la Presidencia de la República, nombre utilizado para ridiculizar a las personas que hablan constantemente, sin parar, parloteando, aturdiéndonos y en ocasiones llenándonos de ansiedad o aburrimiento.

La palabra no es castellana, proviene del náhuatl chachalacatl, derivada de chalatl y significa: hablar mucho, gorjear. Con ese nombre se denomina a una ave gallinácea, con plumaje de un color verdoso y vientre blanco, siendo el macho el que posee cresta y barbas.

“Chachalacas” son pues, para López Obrador, sus opositores políticos, los candidatos a la Presidencia de la República de otros partidos, Vicente Fox y el ex presidente Carlos Salinas de Gortari, a quien define como “la mayor de todas”, que a su vez declara con grave acento “su preocupación por el futuro de México”, en el caso de que el candidato del PRD gane las elecciones de 2006. Hasta ahora así parece.

Es muy malo que en pleno siglo XXI, con los adelantos de los medios de comunicación con que contamos, recurramos a la agresión vulgar de poner apodos para desacreditar al enemigo; es tan negativa como la actitud tomada por los otros dos punteros en la carrera política más sonada de México. ¿No cree seamos merecedores de mejores niveles de información y respeto?

Roberto Madrazo Pintado no se queda atrás y responde con anuncios de televisión, repetidos y ofensivos –muy caros por cierto– con el fin de obligar a debatir al “Peje” –apodo de López Obrador–. Ambos actúan tal y como lo hicieran dos mocosos del quinto año de primaria, quienes enojados, entre bravuconadas, impresionan a sus compañeritos, esperando el momento que suene el timbre que marca la hora de salir de clases, pero para irse a su casa.

Felipe Calderón Hinojosa hace lo propio, se presenta en los programas de mayor auditorio televisivo, -los otros hacen lo mismo- sometiéndose a las bufonadas del cómico de moda, contribuyendo a ellas, rayando paredes de tablarroca con pésimo graffiti y utilizando un lenguaje vulgar, seguramente aconsejado por sus asesores de mercadotecnia, haciéndonos sentir desconfianza ante su falta de formalidad y seriedad.

Hacen lo necesario, todo por ganar adeptos, simpatizarle al público de jóvenes; al “monstruo de mil cabezas” habrá que darle lo que pida; contar chistoretes, pararse de cabeza, ofender o hacer el ridículo, porque representan una buena cantidad de votos.

Manuel López Obrador no se queda fuera de la competencia en “hacerse notar” y con irresponsable atrevimiento, pide a gritos “que se calle” al presidente de México, se exalta e insulta a la autoridad nacional; siendo que el primer mandatario, por malo que sea, representa la imagen internacional de los mexicanos. No alcanza a medir las consecuencias de sus actos, tampoco dimensiona cuánto favorece el desorden con su desacato y consecuentemente la pérdida de respeto a la figura que quizá llegue a desempeñar. Se enardece e incrementa la agresión cuando “las masas”, estimuladas por su arenga, festejan el atrevimiento.

En días pasados tuve el privilegio y la oportunidad de platicar con una respetada maestra de la Universidad de Texas, la doctora Martha Ovando, ella nos dio una explicación clara y rotunda de la diferencia existente entre publicidad y mercadotecnia cuando hablábamos de las campañas con mentiras, armadas por los malos profesionales, quienes tienen el único propósito de vender, aunque sea por una sola vez; casos, afortunadamente escasos, del medio educativo y decía: “Hay que hacer publicidad y cuidar la mercadotecnia”; ella se refería a hablar de lo tenido de bueno –publicidad- y evitar el engaño con proposiciones de lo que no tenemos, lo que no somos, o desvirtuar a la competencia, a veces mintiendo y/o malintencionadamente sembrando dudas -acción desleal y poco ética-.

Más adelante comentó, refiriéndose a las universidades: “Ayudar al muchacho a que aprenda a apreciar y saber lo que busca”.

Ambos consejos bien pudiéramos aplicarlos a nuestros candidatos a la Presidencia de México, que se comportan como niños malcriados –malintencionados- agrediéndose grotescamente, escondiéndonos las verdades e impidiéndonos conocer la realidad nacional, nuestra posición económica y política frente al futuro, información que nos dejaría tomar decisiones. Pareciera tratarse de eso, ¿verdad?

La politiquería se va haciendo costumbre; ahora, influenciados por la fuerza mediática, los líderes nacionales pretenden alcanzar popularidad y aceptación ofreciendo imágenes “vendibles” y les acarrea simpatizantes y votos, dejando de lado la información útil, -esa que tanto defiende el movimiento de Transparencia Internacional- a fin de lograr sus propósitos; lo más preocupante, al parecer en muchos de los casos es detentar el poder para hacer lo conveniente a grupos minoritarios y atender intereses ajenos a los de verdadera necesidad nacional.

La burla, el escarnio, el desprestigio personal, han sido poderosos distractores que les dejan la oportunidad de “navegar” evitando “levantar olas peligrosas”, transitando discretamente, sin informarnos de lo que los otros asesores, quienes son serios y formales profesionales, recomiendan como acciones para atender las imperiosas necesidades del pueblo.

Los malos invitan a actos populistas; los buenos al trabajo bien orientado a objetivos específicos; unos hablan con la verdad, los otros mienten; los respetuosos y decentes venden poco, los demás envuelven con astucia y ante ellos, los candidatos no se rebelan, pagando gustosos el precio, todo por el poder.

Crear frases vanas es otro artilugio utilizado; también tener acciones populacheras que dejan la inmejorable oportunidad de lucir su actitud y expresión corporal de bondad, eficiencia, intencionalidad positiva, etcétera.

Lo invito a que vea con ojos críticos esa publicidad de seres disfrazados, maquillados, tratando de asegurar los buenos efectos de luz y garantizar la buena fotografía tratando de engañar. Exijámosles nos informen de sus planes serios para atender nuestras necesidades. O, ¿acaso no los habrán desarrollado?

Que tampoco le confundan cuando declaran que bajarán impuestos, incrementarán la calidad de vida, rescatarán a Pemex y la CFE, terminarán con la violencia, habrá “cero” secuestros y harán otras muchas maravillas. De nada valen las promesas si no nos dicen cómo van darle cumplimiento. De eso callan y evaden.

En la medida en que nosotros, los simples ciudadanos, hagamos conciencia de la superficialidad de las campañas políticas; dejemos de volver la mirada y poner atención al amarillismo; en cuanto exijamos que se nos ofrezca información seria y formal repudiando las “chachalaqueadas” y castiguemos con nuestro voto a los inútiles sociales, entonces, seguramente, elaborarán mejores planes de publicidad, que a su vez necesitarán a mejores candidatos y ellos sí comprenderán que sólo con trabajo honesto, orientado al bien común, podrán llevar adelante sus respectivas carreras. Usted dice cuándo empezamos a hacer nuestra parte y exigimos seriedad y resultados.

ydarwich@ual.mx

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