El domingo 20 de agosto corresponde a los chiapanecos vivir su proceso electoral en el que elegirán al próximo gobernador.
Además de la Presidencia este año se han efectuado en México 12 comicios estatales en los que se han disputado cuatro gubernaturas, 469 posiciones en los congresos locales, 567 alcaldías y 16 delegaciones. Contrario a lo que se esperaba Acción Nacional ha obtenido hasta estos momentos resultados muy positivos para su causa: ganó la elección de presidente -si así lo ratifica el Trife a principios de septiembre-.
Logró además tres de las cuatro gubernaturas en disputa, sumó 162 diputados federales y 52 senadores aproximadamente, y recuperó un número importante de votos en los estados de Chihuahua, Nuevo León, Jalisco y Puebla, entidades donde había sufrido reveses en años recientes.
El PRD ha tenido también un buen año: retuvo el Gobierno del Distrito Federal y aunque no consiguió ganar finalmente la Presidencia, pudo casi duplicar su votación con respecto a los comicios de 2000 y sumar el grupo parlamentario más numeroso de su historia.
El PRI, sin embargo, no ha tenido en este periodo una buena cosecha. En la elección presidencial no recuperó el Poder Ejecutivo y sus preferencias se desplomaron hasta el 21.5 por ciento, tendencia que arrastró al partido a un tercer sitio y provocó que su representación con diputados y senadores sea la menor desde su fundación. Hoy, sin embargo, la racha de descalabros para ese instituto parece tener fin.
La semana pasada los candidatos al Gobierno de ese Estado: Francisco Rojas Toledo del PAN y Emilio Zebadúa González del PANAL, anunciaron su decisión de declinar sus aspiraciones en torno a la iniciativa de José Antonio Aguilar Bodegas, del PRI.
La notificación motivó no obstante declaraciones de múltiples líderes sociales y la reflexión de diferentes analistas, la razón era evidente: el aviso histórico del PAN y el PRI de conformar una alianza para la elección, partidos que siempre se presentaron como acérrimos rivales y la inclusión del Panal, instituto conformado en torno al liderazgo de Elba Esther quien fue expulsada recientemente del PRI.
La pregunta que todos hacían era, ¿qué hace posible la coalición de esas fuerzas antes antagónicas? Hubo quien afirmó que el motivo de la Alianza era el interés del PRI y el PAN por aplastar el proyecto alternativo de nación que enarbola el PRD, se dijo incluso que el anuncio probaba dicha confabulación y el acuerdo soterrado que habían mantenido desde hace meses.
Sobre tal dicho es importante analizar lo siguiente: En las decisiones partidarias de los últimos meses se puede dilucidar una fuerte dosis de pragmatismo. Nadie ha quedado exento de ese vicio.
Hay que recordar que en estos momentos el actual candidato del PRD al Gobierno del estado de Chiapas, Juan Sabines, había sido hasta hace algunos días militante del PRI.
Pero ese no es el único dato. La pugna que se libra actualmente al interior de ese instituto tiene que ver con la exclusión que han sufrido los fundadores del PRD por ex militantes priistas de reciente filiación. El círculo cercano de López Obrador se caracteriza por ello.
Ricardo Monreal, Manuel Camacho Solís y Marcelo Ebrard, así como los principales impulsores de la Coalición, Dante Delgado y Jesús Martínez Álvarez, del Partido Convergencia. Parece entonces que la explicación a la inusitada Alianza entre el PRI y el PAN no puede encontrarse en aquel argumento.
En la presente coyuntura, en donde la estabilidad puede ponerse en riesgo por el interés malsano de una camarilla, el orden y el respeto a la legalidad son bienes que están por encima de cualquier ganancia. Hasta el momento el PRD ha demostrado que no puede imponerse al capricho de una pandilla de militantes que quiere secuestrar a la nación. Basta ver como ejemplo lo sucedido en Oaxaca. Algunos líderes e instituciones han visto esto. Es necesario observar con atención lo que está ocurriendo en el país.