EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Cincuenta años/Addenda

Germán Froto y Madariaga

Pronto comenzarán a circular cientos de escritos sobre estos primeros cincuenta años de vida de la Universidad Autónoma de Coahuila. Porque somos miles de profesionistas los que tenemos con esta institución una deuda de gratitud tan grande que no nos bastará una vida para pagarla.

Muchos de los que egresamos de la universidad pública, estamos conscientes de que si no hubiera existido ésta, nuestra actividad en la vida sería otra, pero no el ejercicio de una profesión.

Mas su existencia y su vocación en la formación de profesionales como uno de sus propósitos fundamentales, nos permitieron acceder a un mundo maravilloso que es el del conocimiento de una ciencia en su nivel superior.

Es esa deuda perenne de gratitud y la vocación que caracteriza a este Centro de Estudios Superiores lo que nos ha impulsado a volver a las aulas como modestos profesores tratando de transmitir a otros nuestro pobre bagaje de conocimientos.

No es necesariamente que todo tiempo pasado haya sido mejor. Pero difícilmente nosotros podremos siquiera compararnos con muchos de nuestros maestros que empeñaron tiempo, paciencia, dedicación y conocimientos para formarnos.

Sin embargo, cada etapa responde a sus circunstancias. Algunas ciertamente desfavorables para los propósitos que persigue la Universidad. Otras, las más por fortuna, favorables a aquéllos en la medida en que hombres visionarios y honorables tuvieron en determinado momento la responsabilidad de conducir los destinos de la Universidad y lo hicieron con rumbo cierto y mano firme con el fin de llevarla a mejores estadios.

La Universidad de Coahuila nace hace casi cincuenta años (un 30 de marzo de 1957) con la finalidad de brindar una educación superior a estudiantes que no tenían otra posibilidad de recibirla. Pero sus puertas se mantuvieron abiertas también para aquellos que pudiendo costearse una educación privada no querían abandonar sus lugares de origen para lograr tal propósito.

Más de quince años se mantuvo la Universidad vinculada al Gobierno, hasta que soplaron vientos de fronda que impulsaron a sus integrantes a buscar su autonomía la cual alcanzaron, no sin dificultades, un 24 de marzo de 1973, teniendo que navegar por mares procelosos que por momentos amenazaron con hacer naufragar la empresa.

Pero la Universidad se trasforma en autónoma y continúa su ruta buscando siempre la superación de los elementos que la componen.

Sin embargo, todo desprendimiento entraña algo de traumático e implica pagar ciertos costos que aunque no deseados, se presentan en toda travesía en solitario.

La nuestra vivió épocas difíciles en que ciertos grupos de poder e intereses ajenos a ella trataron de pervertirla y utilizarla. Pero afortunadamente fracasaron y esos tiempos de estancamiento momentáneo quedaron atrás.

Vinieron luego tiempos de concordia y corrección de rumbo, a fin de que la Universidad volviera a su ruta original. Ello le permitió retomar el camino para buscar permanentemente sus objetivos primigenios: La formación de profesionales íntegros; la difusión de la cultura y la investigación científica.

Es, como reza la exposición de motivos del Estatuto que la rige: “Una institución al servicio del pueblo”; y como comunidad “está comprometida ante la sociedad a cumplir los objetivos que justifican su existencia, fomentando y preservando la cultura, promoviendo la realización de los valores que distinguen a la humanidad y haciendo suyos los principios de la ciencia y del arte y lo que derive de su ejercicio en tanto favorezca a la formación integral del hombre”.

Ésa es la esencia del ser y quehacer de la Universidad: La formación integral del hombre y su benéfica proyección hacia la sociedad a la cual se debe.

No se justificaría de otro modo el que ella se nutriera del pueblo.

Una larga cadena de hombres comprometidos con la educación media superior y superior, es lo que ha hecho posible que la Universidad esté a punto de cumplir sus primeros cincuenta años de vida institucional.

Hoy, como otros ilustres hombres que le antecedieron, el ingeniero Jesús Ochoa Galindo, desde la rectoría, se empeña cotidianamente en hacerla avanzar, ya impulsando el mejoramiento de los procesos de enseñanza, difundiendo la cultura o ya apoyando la investigación. Todo con el propósito de contribuir al desarrollo armónico de la sociedad y con el apoyo decidido de muchas personas más que tienen a su cargo puestos de dirección.

Un largo camino le queda a la Universidad por recorrer y muchos serán los retos que en ese camino habrá de enfrentar.

Pero hoy por hoy, sólo podemos desearle para su cincuenta aniversario: Larga vida y progreso continuado en beneficio de aquellos que quieren de verdad convertirse en profesionistas y hombres de bien, pues con eso se beneficia también, sin duda, la sociedad toda.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 238503

elsiglo.mx