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Cinecrítica / Capote

Crítica 3 ½ estrellas de 5

Por Max Rivera II

El Siglo de Torreón

TORREÓN, COAH.- En un vaso mezclador, en el que previamente colocó un inexplicable cuádruple asesinato, vierta los siguientes elementos y agítelos con delicadeza:

Una cuarta parte de Los Demonios del Edén, de Lydia Cacho, en el que la periodista que denuncia un crimen se ve peligrosamente envuelta en las ramificaciones del mismo.

Una cuarta parte de La Jefa, de Olga Wornat, en que la escritora se gana la confianza de su sujeto de estudio, para luego exhibirlo en beneficio propio.

Y lo más importante, dos cuartas partes de prosa realmente inspirada, destinada a elevarse por encima de la mera funcionalidad periodística, e instalarse entre los grandes logros literarios del siglo XX.

El resultado es un cóctel explosivo que, si perdona mi pobreza para imaginar ingredientes, le dará una idea de la esencia de A Sangre Fría de Truman Capote.

En noviembre de 1959, un próspero granjero de Kansas, su esposa y dos hijos fueron brutalmente asesinados, sin motivo evidente. Truman Capote se entera del caso leyendo una escueta nota del New York Times. Se encuentra a cientos de millas de distancia del ensangrentado suelo de Kansas, pero sobretodo, se halla a años luz de las tenebrosas escenas criminales rurales, gozando de su creciente fama literaria y del continuo roce con el jet set y la aristocracia neoyorquina.

Pero una vocecita le dice que esos escasos cuadratines son en realidad la puerta a la inmortalidad. Capote cree que escucha su propia voz, bajita y ridícula. Muy tarde se dará cuenta que era la voz de un demonio diestro en las artes de la ventriloquia, al que no le importa sacrificar tres vidas para obtener un buen libro.

Capote, la película, relata seis años en la vida de Capote, el escritor. Es el tiempo que transcurre desde los crímenes hasta la ejecución de los asesinos. Truman se mete en la investigación cuando la sangre aún esta fresca, espiando sin empacho en los féretros de los muertos, valiéndose de su fama y excentricidad para deslumbrar a autoridades y testigos, portador de un pase VIP virtual.

Lo acompaña en sus pesquisas la también escritora Harper Lee, cómplice en las etapas tempranas de la recolección de datos, pero que fue tomando distancia conforme el comportamiento de Capote se torna de moralmente ambiguo a francamente inmoral. Ese viraje se presenta después de que los asesinos son capturados y Capote se enamora de uno de ellos.

O cree enamorarse. El escritor sufre por la condena a muerte que pesa sobre la cabeza de sus personajes, aunque también sabe que sin ejecución, su libro no tiene final. Capote ayuda a los prisioneros a obtener apoyos legales de calidad, mas cuando parece que la defensa puede ser exitosa, opta por alejarse y esconderse.

Truman está escribiendo un libro importante. Lo sabe él, lo sabe su editor, lo sabe todo el mundo. Sólo falta el punto final, que desgraciadamente no está en su máquina de escribir, sino en la palanca del cadalso. Durante ese tiempo, su amiga Harper Lee escribe y publica un libro que es un cañonazo, ?Matar un Ruiseñor?.

Es un contraste interesante. Ambos crean, al mismo tiempo, hitos de la literatura norteamericana, pero su posición en el espectro moral no podría ser más distinta. El libro de Lee contiene algunos de los más bellos ejemplos de solidaridad y búsqueda de la justicia que se han leído. En cambio, el libro de Capote, nos arrastra por las zonas más pantanosas de la mente humana, convencido de que la única manera de conocer al lodo es saborearlo.

El debut del director Bennett Miller funciona como un muy buen ?detrás de cámaras? de A Sangre Fría, que resulta indispensable complementar con la lectura del libro. Luego de ver la impresionante actuación de Philip Seymour Hoffman, quedan claras las razones por las que el arte del escritor se derrumbó luego de terminar su obra maestra. En Kansas, Capote fue sentenciado a deambular el resto de su vida convertido en urraca. Su crimen fue matar su propio ruiseñor.

Quiero agradecer a los directivos de El Siglo de Torreón por el enorme privilegio que me han concedido al dejarme aparecer en estas páginas durante un año ya. Y le agradezco a usted que lee estas líneas, por permitirme levantar la estafeta que dejó mi papá hace tres años, y para llevarla lo mejor que puedo.

mrivera@solucionesenvideo.com

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