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Cinecrítica / En el umbral de lo genial y lo ordinario

Max Rivera II

3 estrellas de 5

El Siglo de Torreón

TORREÓN, COAH.- Pude haber disfrutado más de El Umbral, si no fuera por el maldito David Lynch.

Pero pese a Lynch, El Umbral, la nueva película del director Marc Forster, está lejos de ser un entretenimiento banal. Visualmente, la cinta es una verdadera delicia. La fotografía y el encadenamiento de secuencias son de una riqueza y laboriosidad que denotan un trabajo de planeación obsesiva y meticulosa. Como puro espectáculo, El Umbral desquita sobradamente el precio de admisión.

Y si usted es novato en thrillers psicológicos, la película le garantiza un buen rato de discusión con sus acompañantes respecto a sus significados ocultos. Es decir, le invita a pensar. Mas si usted es veterano en el subgénero, la cinta se queda corta. Invita a pensar, pero en películas mejores.

En diferentes momentos de El Umbral me encontré reviviendo escenas de El Club de la Pelea, aunque sin su ironía feroz; de Jacob´s Ladder, sin su profundo sentido de la tragedia; de Memento, sin su desquiciante cronología inversa. Quizá con un poco más de arrojo, con ganas de molestar al público, la película se habría ganado un lugar estelar en mi memoria, a cambio de perder unos cuantos millones en taquilla.

El Umbral narra tres días en la vida de un psiquiatra, interpretado por Ewan McGregor, y su encuentro con el paciente más difícil de su carrera. Se trata de un estudiante universitario con tendencias suicidas, depresión y alucinaciones, que parece capaz de contagiar sus padecimientos como si fueran gripa. El psiquiatra cae en la nada profesional tentación de tratar de salvar al paciente involucrándose en su vida personal y contactando a parientes y amigos que podrían estar vivos o no, ser reales o no.

El estilo, más que la sustancia, es lo que hace memorable a la cinta. Muchas veces, cuando pasa de una escena a otra, la transición es tan elaborada que parece salida de un anuncio de Hewlett Packard. Las locaciones, de imposibles patrones y simetrías, complementan bellamente la atmósfera irreal de la historia. Esta dedicación a la parte visual rinde frutos, porque El Umbral será referencia obligada durante años, cuando otras cintas traten de llevar a la pantalla esta estética surrealista chic, que ha estado presente en los videoclips musicales durante décadas.

Ahora vamos con Lynch

En Terciopelo Azul, Isabella Rosselini cae victima de un maniático Dennis Hooper, que utiliza a su marido secuestrado para convertirla en su esclava sexual. El personaje de Hooper es un psicópata sádico drogadicto, por decir lo menos, que obtiene placer al golpearla mientras la posee. Aunque a veces perfiere brincarse el jugueteo e ir directo a los golpes. En fin, cuando el joven Kyle MacLachlan se enamora de ella y trata de rescatarla, descubre que Rosselini ha sido pervertida por el maniático, y ya no disfruta de las relaciones sin punch.

Bueno, quitando las implicaciones sexuales, Lynch ha convertido a sus fanáticos al sadomasoquismo cinematográfico, y ya no nos deja disfrutar de manera normal el trabajo de directores que tienen la sana intención de enredarnos con una trama surrealista para soltarnos al final con explicaciones sencillas. No, ya no se siente lo mismo sin los golpes a la cabeza. Nada es igual desde Mulholland Drive.

Esa cinta, que en México vimos con el nombre de Misterios y Secretos, es en mi opinión el non plus ultra de la provocación al público. La historia retorcida, que el crítico Peter Travers describió acertadamente como un ?mindscrew? (cambie screw por el verbo inglés que describe lo mismo pero más fuerte), elevó el estándar de lo que el cine puede hacer para incomodar al espectador y desafiar a su intelecto, siempre dentro del buen gusto, o más o menos.

Y para colmo, en El Umbral aparece la bella Naomi Watts, que en Mulholland Drive hiciera una dupla electrizante con Laura Harring. La presencia de la rubia me trajo, como indeseable efecto secundario, la añoranza de la chica inocente y solícita, o perversa y vengativa, que interpretó en la cinta de Lynch.

Le repito, pude haber disfrutado más de El Umbral, si no fuera por David Lynch. Aún así, vale la pena ver la cinta que está hoy en cartelera. Es una propuesta poco usual dentro del cine comercial, con inteligentes diálogos y reflexiones sobre la vida, el arte y la muerte. O si anda de ánimo experimentador, entre a ver cualquiera de las cintas que trae la muestra internacional. O mejor todavía, rente Mullholand Drive y ponga a prueba su criterio. Descubrirá que algunas cintas, cuando van firmadas por un genio como Lynch, superan las apariencias, mientras que otras, como El Umbral, son menos de lo que parecen.

mrivera@solucionesenvideo.com

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