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Cinecrítica / Entender Syriana es no entenderla

Calificación: Cuatro estrellas de cinco

Por Max Rivera II

El Siglo de Torreón

TORREÓN, COAH.- Se dice que la política es como un juego de ajedrez, pero la comparación es un insulto para ambas cosas. El ajedrez es mucho más elegante e infinitamente más sencillo. La política se parece más a un juego que utilizara las piezas del ajedrez, pero se desarrollara en un tablero de seis lados, como el de las damas chinas. El número de participantes es desconocido, bien pueden ser seis o doce o uno sólo. A los peones se les sacrifica incluso sin haber amenaza. El rey y la reina sólo son peones caros, porque los verdaderos reyes son los que están jugando. El juego no tiene nombre, así que da lo mismo llamarlo Syriana.

Syriana es el nombre de un estado que aglutinará a todos los países del medio oriente, donde la religión ocupará un lugar secundario en la vida política, los gobernantes serán electos democráticamente, habrá total apertura a para los negocios extranjeros y el petróleo se le venderá barato a los Estados Unidos.

Syriana no es real, es una fantasía, es un plan de la CIA. Es una utopía diseñada por gente que vive a miles de millas del lugar donde se quiere crear. Para los posibles habitantes de Syriana, el lugar no es una utopía, es una aberración. Y aunque digan otra cosa, tampoco a los diseñadores les interesa la mayor parte del plan, sólo lo del petróleo barato.

Es de ese país hipotético de donde toma su nombre la nueva cinta de Stephen Gagahan, el guionista de la estupenda Traffic. No me considero un espectador novato de thrillers políticos, pero encontré en Syriana un verdadero desafío. Los conflictos del medio oriente son sumamente complejos, y la cinta hace perfecto juego con ellos. La película exige mucha concentración y buena memoria para ubicar las locaciones y el montón de personajes que van apareciendo. Si a esto le añade que muchos de esos personajes llevan una doble vida, las complicaciones se multiplican.

La acción de la cinta transcurre en el momento actual, durante una época de transición en un país árabe. Un Emir está a punto de retirarse y aún no decide a cual de sus dos hijos dejará el trono. El menor es un pelele, seducido por el lujo y la decadencia occidental. El mayor tiene pretensiones reformistas y trata de superar su fascinación por el lujo y la política occidental. Al mismo tiempo, dos compañías petroleras se están fusionando en Estados Unidos. La fusión está siendo investigada por el gobierno con mucha reticencia, porque aunque algo en ella suena ilegal, es vital para mantener la competitividad ante China.

Las dos historias, y muchas más, se cruzan continuamente. Y cuando se cruzan, chocan, dejando lesionados y muertos. No voy a tratar de sintetizar la trama de la película, porque sería arrogante pretender que la entendí toda. Necesitaré verla de nuevo y luego consultar a expertos para quedarme con una interpretación posible, no con una certeza. Lo único que queda claro es que la lucha por el petróleo es a muerte. Que lo más inteligente, que sería eliminar la dependencia del crudo cambiándolo por energías alternativas, no le conviene a nadie (que importe). Que se utilizará hasta la última gota, y que de la caída de esa gota estará pendiente el mundo entero.

Syriana es complicada, pero vale la pena. Esa sensación de que están ocurriendo cosas muy importantes y que tenemos que tratar de entenderlas, pero nos faltan ángulos e información, es lo más parecido a la vida real que he experimentado en el cine.

Yo y muchos de los que estuvimos en la sala fuimos abrumados por la complejidad de la historia. ¿Y sabe qué es lo más alarmante? Estoy seguro de que George Bush y Vicente Fox la entenderían menos, si es que les interesara verla.

Ahora, en defensa de nosotros los peones, hay un par de cosas que quiero decir. La complejidad de la telaraña en que vivimos no es un diseño surgido de la planeación inteligente de mentes superiores. En un tejido caótico, hilado con avaricia, hipocresía y traiciones. Para abarcarlo con la mirada y comprenderlo no se necesita la perspectiva de un ángel que se eleva, sino la de un demonio que se arrastra.

Syriana es una muy buena cinta, con una visión crítica y oportuna. No llega a ser una gran película, como JFK y Traffic, porque le falta esa intención didáctica y machacona de Stone y Soderbergh, que sin vergüenza alguna dictan cátedra y nos explican la realidad con manzanas y naranjas.

Lo que sí le garantiza Syriana es algo de paz consigo mismo, cuando ponga sus pequeños actos de corrupción, como darle una mordida a un tránsito o comprar un disco pirata, en la perspectiva correcta. La cinta confirma que toda gran fortuna esconde un gran crimen. Que en la lista de Forbes están los más buscados, aunque no los busque nadie. Que nuestro corazón sí se atreve a juzgar a esos que ninguna corte tocará. A esos, que mandan desde un mundo del que quizá no sabemos nada, pero lo intuimos todo.

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