Dos y media estrellas de cinco
Por Max Rivera II
El Siglo de Torreón
TORREÓN, COAH.- ?Sé que no soy un hombre de plegarias, pero si estás en el cielo... ¡sálvame Superman!? -Homero Simpson.
Sabía que algo de los Hombres X no me latía. Algo que no me dejaba caer bajo el influjo de su pléyade de poderes, sus personalidades extravagantes y sus diálogos solemnes. Me llevó tres películas detectarlo, pero al fin lo tengo. Es esto. Nunca pude imaginarme a un Hombre X o Mujer X viniendo en mi auxilio cuando esté atrapado en un coche que cayó al canal, o tranqueando al asaltante que me apañó en un callejón, o siquiera bajando a mi gato de un árbol.
Los Hombres X no alivianan al hombre común en sus pequeñas miserias. Viven en la macroeconomía de los desastres globales y la destrucción masiva. Eso cuando les queda tiempo libre de la bronca que en verdad los apasiona: pelearse entre ellos y quejarse de que los inferiores humanos no los quieren.
De manera que si usted, ciudadano común, tiene una emergencia de cualquier tipo, le recomiendo acudir a Superman, a Batman, a El Hombre Araña, o si anda de paseo en la playa o el recreativo, a Aquaman. Ellos lo ayudarán sin juzgarlo. Si acude a los Hombres X, para cuando acaben de discutir entre ellos si usted está prejuiciado contra los mutantes, o si auxiliarlo implica reconocimiento de superioridad o sometimiento, o si se trata de paternalismo vil o asistencialismo legítimo, será demasiado tarde.
Ser superhéroes no es la onda de los Hombres X. Los suyo es ser parias superdotados. Los Hombres X se ven a sí mismos como negros del Mississippi en el 64, mientras que para los humanos se parecen más a los mexicanos de 2006, vistos por el senador Sensenbrenner. La serie prometía inspirar reflexiones y debates acerca de temas mucho más profundos, como la evolución, la discriminación y la intolerancia. Prometía es la palabra clave.
En las dos cintas anteriores de los Hombres X vimos a los mutantes agruparse en dos bandos, los radicales y los moderados, para defenderse de la persecución humana. En la nueva cinta aparece un factor interesante, el descubrimiento de una cura que podría volver normales a los mutantes. A algunos mutantes les parece atractiva la idea, mientras que a otros les enfurece. Encuentran la cura humillante, una bofetada, como Michael Jackson para los negros, como Anne Heche para las lesbianas, como la Malinche para los aztecas.
Mientras, muchos humanos se ven tentados a imponer la cura a todos los mutantes, y muchos mutantes se ven tentados a destruir la cura, o aplicársela a los mutantes enemigos. O sea, es una historia que promete variantes infinitas y fascinantes. Otra vez, promete es la palabra clave.
El problema es que los Hombres X no cumplen. ¿Cuál será el opuesto de ahogarse en un vaso de agua? Chapotear en un océano, quizá. Las tres cintas, que en su planteamiento prometen posibilidades infinitas, se han limitado a meter un dedito en lo que podría ser un mar de controversia. Sería mucho pedirle a una historieta, dirá, es sólo un cómic. Ahí está una frase para nunca repetir. Nunca le diga a un verdadero fanático de los Hombres X ?es sólo un cómic?.
La historieta de Stan Lee tiene a los fanáticos más fieles y combativos del mundo. A ellos les ofrezco una disculpa, mis comentarios ni se dirigen a sus bienamados comics, sino a lo que he visto en las películas. De los comics sé poco, y es demasiado tarde para ponerme al tanto, porque se necesita invertir una adolescencia entera en ellos. Para atestiguar la fiereza de los fans, basta darse una vuelta por los foros del Internet Movie Data Base, el lugar más democrático del mundo, donde se hablan de tú a tú los sabios, los orates y los idiotas.
La verdadera tragedia de los Hombres X es ver tanto potencial desperdiciado. Oportunidades perdidas para los mutantes, que con un mínimo de obra social, como levantar puentes en comunidades aisladas utilizando poderes magnéticos, o construir casas de interés social vía telequinesis, o hacer llover en parcelas azotadas por la sequía, habrían levantado hasta el cielo su imagen pública.
Oportunidades perdidas para los directores Brett Ratner y Bryan Singer, que tuvieron en sus manos la materia prima para hacer incisivos comentarios políticos, y se limitaron a hacer películas de efectos especiales.
Y por último, oportunidades perdidas para mí, que ya no podré agarrarlos de pretexto para hablarle de las mutaciones que viven el PRD y el PAN con la llegada de ex priistas, o de cómo desaparecieron los partidos genéticamente puros. En lugar de eso, aquí me tiene añorando a Superman.
mrivera@solucionesenvideo.com