Crítica 2 y Media Estrellas de 5
Por Max Rivera II
El Siglo de Torreón
Pregunta: ¿En que se parece Serpientes a Bordo a las elecciones mexicanas de 2006? Respuesta: En que ocurrieron muchas cosas nuevas e inusitadas, para terminar con un resultado más o menos predecible. Claro que la predictibilidad es más evidente cuando se ven las cosas en retrospectiva, y el recuento de las fuerzas, intereses e inercias despeja las incógnitas y deja sólo una ecuación que no podía resolverse de otra manera (hablo de la película, claro, ¿o de las elecciones?).
En ambos casos, y es a lo que quiero llegar con el ejemplo, se probaron los alcances de la Internet como un medio influyente y hasta definitorio. Un campo de batalla que sorprendió en ambos territorios, Hollywood y la política mexicana, por tener una penetración mucho más amplia de lo que las cúpulas suponían.
Hace meses que perdí la cuenta de los mails anti-peje que llegaron a mi buzón, cortesía de parientes y desconocidos sin quehacer. Seguí con morbosa fascinación las salvajes batallas que se desarrollaron en los foros de Crónica, y la sorprendente fuerza que tomaron los blogs como fuente alternativa de información deliciosamente parcial contra un bando y el otro.
En fin, que junto al precario equilibrio informativo y editorial de las televisoras, y su asquerosa bonanza económica en perjuicio de los dineros públicos, vivimos, la afortunada minoría que tenemos acceso, meses de auténtica y caótica democracia en los espacios gratuitos de la red.
Entre paréntesis: la suma del dinero gastado en spots (que es sólo la parte que se ve) nos debe quitar, de una vez por todas, la ilusión de que la televisión abierta es gratuita. Más barato, educativo y progresista le habría salido al país ponerle cable a todos los hogares. O mejor todavía, Internet. Llámeme loco soñador, pero creo que es posible, y que inevitablemente va a suceder. La ingobernable red acabará llegando por aire, por los tubos del agua y los enchufes eléctricos a cada hogar. Y la lucha más grande, para quienes nos consideramos demócratas, será mantenerla ingobernable. Fin del paréntesis.
Mi analogía entre Serpientes a Bordo y las elecciones termina aquí. Si usted quiere seguirla, y piensa que un candidato u otro fue la serpiente, la democracia mexicana el avión, y el avión se estrelló o aterrizo a salvo, es su boleto.
Volviendo a la película de estreno. Todo este rollo sobre la Internet le resultará perfectamente claro si conoce la historia de la producción de la cinta. Si no, discúlpenme los enterados mientras uso un par de párrafos para poner al tanto a los demás.
Resulta que el año pasado los productores anunciaron la próxima realización de la cinta, y mencionaron el título de trabajo: Snakes on a Plane. La frase de cuatro palabras se convirtió en un éxito instantáneo. Debe haber tocado un nervio, un punto sensible de los cinéfilos gringos, que fueron seducidos por su obviedad, su franqueza y su genial estupidez. Durante meses, los geeks norteamericanos, en crecientes números, especularon, hicieron escenificaciones caseras y hasta parodias de una cinta que aún no se filmaba. La expectativa aumentó cuando Samuel L. Jackson se sumó al cast.
En ese momento, los productores creyeron que el proyecto se merecía un título más serio, y anunciaron que el nombre comercial de la película sería Pacific Air Flight 121. La estrella y los internautas se opusieron violentamente, y amenazaron con boicotear la cinta. Fue entonces que los productores se dieron cuenta que habían encontrado oro mercadotécnico. Repusieron el título y se dedicaron a chipilear a su base de fans, consultándolos con frecuencia e incorporando sus sugerencias a la historia, siendo la más notable una frase que grita Jackson casi al final de la cinta, y tiene que ver, en inglés, con serpientes y aviones que copulan con sus propias madres.
Para conocer más sobre el fenómeno Snakes on a Plane, le recomiendo el excelente artículo de Aemilia Scot en Salon.com, más divertido que la propia cinta. Lo fascinante del asunto, es que la historia (que se volverá mito) de la colaboración directa de los fans con los realizadores de cine, abre el camino a las WikiPelículas.
Las wiki son esfuerzos de colaboración entre internautas para la creación de textos, obras de consulta, software y cualquier cosa que se le ocurra, siendo su más refinado ejemplo la maravillosa enciclopedia Wikipedia.Org, que hace mucho superó a la Encarta y amenaza con desplazar hasta a la Brittanica. Es gacho que el concepto canibalice primero a las empresas educativas, pero tiene el potencial para comerse a odiosos monopolios y oligopolios. Ojalá.
El primitivo encanto del título de la película es difícil de traducir, aunque no lo parezca. Hay que ponerse en un estado mental Juan-Oroliano, invocar a la inmortal Gangsters Contra Charros y empezar a hacer intentos: ¿Serpientes en el avión? No. ¿Víboras en un Avión? No. ¿Culebras en el Aire? No. ¿Dónde estás Orol, cuando más te necesitamos?
¿Y que hay de la trama de la cinta? Un mafioso quiere evitar que un testigo de la policía testifique en su contra, y se le ocurre un plan para evitar que llegue al juicio. ¿Que plan? El título lo explica todo. Y déjeme decirle que es un plan más razonable que el de Plan de Vuelo o Red Eye. Es casi tan bueno como un plan de Al Qaeda. ¿Vale la pena verla? Es una cinta divertida, en que los mejores detalles, como el aterrizaje, no tienen que ver con serpientes. En fin, depende de que tantas ganas tenga de ver serpientes. En un avión.
mrivera@solucionesenvideo.com