El derrumbe de Oliver Stone y las Torres Gemelas
Calificación: 2 estrellas y media de cinco
¿Qué queda si se despolitiza el ataque del 11 de Septiembre de 2001? Si eliminamos toda referencia a los motivos (y la locura) de los perpetradores, o al comportamiento anterior y posterior del gobierno de las víctimas ¿Qué queda? No tendríamos ni siquiera Infierno En La Torre o Titanic, cintas en que los desastres están ligados a la avaricia y torpeza de dueños y fabricantes. Quedaría, quizá, algo parecido a la película que nunca se hará sobre el terremoto del 85 en México.
O queda, finalmente, Las Torres Gemelas, un ejercicio aséptico de Oliver Stone, ni más ni menos.
Muchos norteamericanos de los que se dicen patriotas (pero que en realidad son jingoistas o cuando menos acríticos) se alarmaron al saber que Stone sería el director de la primera película auténticamente Hollywoodense sobre el tema. Posiblemente creyeron que el director daría voz a las miles de teorías conspiratorias que sobre el 9/11 circulan en Internet. Se habrían tranquilizado al revisar la filmografía reciente de Stone, que a excepción de un par de documentales breves sobre Castro y el conflicto Palestino-Israelí hechos para la televisión, se ha mantenido alejado de la controversia política por más de una década.
La cinta se centra en la terrible experiencia de dos policías de la autoridad portuaria que entraron a auxiliar a las víctimas de la explosión en la torre norte, cuando parecía que los atentados no pasarían de incendios. De hecho, en esos primeros momentos, los policías no sabían que los avionazos eran intencionales, ni que eran dos. Resulta que teníamos más información quienes veíamos en vivo los sucesos por televisión, a miles de kilómetros de distancia, que muchos de los que entraron a ayudar.
Junto a los dos personajes principales, media docena de policías se ofrecen voluntariamente para ayudar a? ¿desalojar el edificio? ¿Apagar incendios? ¿Sacar gente de las ruinas en los pisos superiores? Lo triste del asunto es que los voluntarios no tienen idea de cómo prestar auxilio en una crisis de este tamaño. No hay ningún plan. Tan es así, que el grupo no ha pasado de la planta baja, sin ayudar a una sóla persona, cuando la torre sur se les viene encima.
Luego del derrumbe, tres de ellos han quedado milagrosamente con vida. El resto de la película es una odisea estática, en la que un par de hombres inmovilizados luchan por mantenerse despiertos y tranquilos, mientras dos edificios más caen a pedazos sobre ellos. Está también la crónica de las horas angustiosas que vivieron las familias, que no se diferencian en nada de las horas angustiosas sufridas por los parientes en cualquier otro tipo de desastre. Este es el principal defecto de la cinta, las largas narraciones sobre sufrimientos genéricos. No estoy siendo insensible, en todo caso lo será Stone, que se las arregló para hacer una película intrascendente sobre uno de los acontecimientos de mayor trascendencia del nuevo siglo.
Incluso como espectáculo, la cinta nos sale debiendo. Hay una sóla escena, la del derrumbe visto dentro de la planta baja, que aporta algo nuevo a la galería de imágenes horribles de aquel día. Las demás son recreaciones digitales de escenarios que vimos una y otra vez en CNN, donde recuerdo además haber escuchado la mejor descripción del atentado: ?low tech, high concept?. Una demostración de los alcances de la imaginación perversa, con bajo presupuesto y máximos resultados.
Las Torres Gemelas es la primera superproducción sobre el tema, pero no la primera película que trate el mismo. En unas semanas veremos United 93, sobre el vuelo que supuestamente fue derribado por los propios pasajeros para evitar que llegara a Washington. Esta cinta, aunque la premisa resulte difícil de creer para algunos, es más emotiva y llegadora que la de Stone, dicen.
También se estrenó hace tres años, apenas dos después de los atentados, la colección de cortometrajes 11 09 01, con las visiones de 11 directores de diferentes países. Algunos de los cortos son alegorías francamente anti-gringas (o mejor dicho anti-gobierno-gringo, que no es lo mismo), la más impresionante, la de Sean Penn, parece sugerir que el atentado sacó al país de un sopor y le permitió ver la luz.
A los amantes de las conspiraciones les resultará fácil encontrar en Internet la película Loose Change, que aglutina montones de teorías en contra de la versión oficial. Las propuestas de Loose Change van desde lo realmente inquietante hasta lo francamente ridículo, pero nunca deja de ser divertida.
Y sobretodo, los dos recientes documentales del director Michael Moore. Dos discursos descaradamente parciales que se lanzan a la yugular del gobierno neoconservador de Bush. Falta que pase más tiempo, pero la historia ha venido dándole más sustento y dignidad a las bufonadas de Moore, que a los discursos de Bush Jr.
Tiempo. Es lo que falta para que veamos las superproducciones que le hagan justicia al 11 de septiembre. Voy a presentarle mi propia teoría conspiratoria sobre Las Torres Gemelas: Oliver Stone se ha ofrecido en sacrificio, presentando una película mediocre e inofensiva, con la única intención de poner el tema sobre la mesa, romper el tabú, y abrir la posibilidad de que otros directores, o él mismo, puedan abordar el asunto con toda libertad.
Algunos sectores de la sociedad gringa se han quejado de que es ?demasiado pronto? para que Hollywood retrate el 9/11. Sabiendo lo que hoy sabemos, que Iraq no tuvo nada que ver, que se ha peleado cuatro años por petróleo, que funcionarios del gobierno gringo y grandes empresarios se han beneficiado indebidamente con los contratos para la reconstrucción de Iraq, que según la revista médica inglesa ?The Lancet?, más de 650,000 civiles iraquies han muerto como consecuencia de la guerra (en las torres murieron 3000), resulta evidente que no es ?demasiado pronto?. Es demasiado tarde.
mrivera@solucionesenvideo.com
