Crítica 3 estrellas de 5
Mentiras blancas y azules
en el silencio de la noche
El talento de un buen contador de anécdotas reside en que somete sus historias a las mismas exigencias técnicas que un novelista o un guionista. La anécdota debe tener planteamiento, desarrollo y clímax, con giros sorprendentes. Quizá hasta actos. Esto separa a los buenos narradores (como lo era mi padre) de la cháchara aburridora que solemos mantener la gente común. Pero como la vida diaria rara vez nos proporciona material bien terminado, el anecdotista se ve forzado a pulir la realidad. Es mentir un poco, si, pero con fines estéticos
En Silencio en la Noche, Robin Williams interpreta a un exitoso locutor de radio neoyorquino, que se dedica a recolectar anécdotas ajenas, y algunas propias, para narrarlas en su programa. Todas las historias, por supuesto, pasan por su filtro. Luego de adornarlas y abrillantarlas, las anécdotas son liberadas al aire, donde los escuchas las toman como ciertas, aún cuando se trate de sus propias historias modificadas.
Cuando empieza la cinta, el locutor esta pasando por un bache sentimental. Su novio acaba de dejarlo por falsear los recuerdos e idealizar su relación. Entonces un editor, amigo suyo, le entrega un libro que piensa publicar. Se trata de la autobiografía de un jovencito sidoso de Winsconsin, que fue contagiado en el sótano de su casa por alguno de los muchos pedófilos que acudían, invitados por los padres del joven, para violarlo. Los papás, mientras tanto, tomaban video de los abusos para venderlo por Internet.
El demoledor caso sacude al locutor, que inicia una amistad por teléfono con el joven y la trabajadora social que lo adoptó. Con el paso de los días, la amistad se convierte en cariño auténtico. Pero la duda ensombrece la relación cuando el ex novio, de paso por la casa, le señala al locutor que las voces de sus amigos son sospechosamente parecidas. Williams decide entonces viajar a Winsconsin a confrontar a quién se encuentre detrás de las voces telefónicas.
A partir de ese momento Silencio en la Noche se convierte en un thriller lento, mientras sigue el trabajo de detective amateur del locutor, que se encuentra en Winsconsin al personaje de Toni Colette (en una actuación escalofriante), auténtico festín para estudiantes y profesores universitarios de psicología. Lástima que Silencio en la Noche sea una cinta irregular, que no está a la altura de los planteamientos inquietantes que logra sembrar.
Muchas mentiras son burdas y fáciles de detectar, como la narración de Diane Pérez durante la toma de protesta de Calderón. Pero otras son insidiosas. Más tóxicas mientras más necesitamos creerlas. En Silencio en la Noche reconocemos la diferencia entre mentir para ganarse la vida y mentir para poder vivir. Luego de enfrentarnos a mitómanos patológicos, vemos que las pequeñas mentiras que llegamos a creernos para embellecer episodios sombríos de nuestra vida, son mínimas y amables concesiones de nuestra mente. Hojalatería del recuerdo. Inofensivos viajes a un spa de la memoria.
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