Espectáculos Miss Universo 2025 Miss Universo Christian Nodal Julión Álvarez

Cinecrítica

Max Rivera II

Crítica 3 estrellas de 5

LA CHICA DEL MOSTRADOR GRIS

Steve Martin ama a Los Ángeles. Puede sonarle como una afirmación trivial, pero es un amor valiente, que no es fácil de reconocer en público, en los círculos intelectuales o artísticos gringos. Lo más sencillo es burlarse y despreciar la ciudad, tacharla de superflua, chaparra, sucia. Nada hay de memorable en su perfil. Salvo la torre de Capitol Records, los edificios angelinos son impersonales y grises. Se elevan, sin distinguirse, sobre natas de smog y reguero de viaductos.

Escenario de visiones apocalípticas, Los Ángeles parece asociarse con el conflicto, del mismo modo que Nueva York se asocia con el glamour cosmopolita. Desde Blade Runner hasta Crash, pasando por Magnolia y Día de Entrenamiento, la segunda ciudad con más mexicanos en el mundo (dicen), propicia más el encontronazo que la fusión amorosa de las culturas.

Pues aún así, con una cara llena de defectos que Rodeo Drive o Hollywood no logran ocultar, Los Ángeles sigue siendo la musa cacariza de Steve Martin. El primer canto de amor del peliblanco actor y guionista fue, apropiadamente, LA Story, comedia con momentos rescatables que sugería caminos interesantes para Martin. Vendría luego Bowfinger, cinta más convencional y también mucho más divertida, en que la historia de un director de cine independiente fracasado logra, pretendiendo menos, lograr mucho.

Y como cerrando una trilogía (que si luego hace otra será tetralogía), llega Shopgirl, que narra las aventuras románticas de una vendedora del departamento de guantes de Saks Fifth Aveune. Siento que ?aventuras? es una palabra que le queda grande a la historia. Veamos, la heroína se mete en un viaje emocional con fuertes altibajos, del que saldrá más fuerte y sabia. De modo que sí, es una aventura, aunque de perfil muy bajo.

La chica del mostrador, interpretada por la modesta Claire Danes, vive en un modesto departamento de un modesto barrio de LA. Mientras espera su ropa en una lavandería, conoce a un joven desaliñado y torpe pero decidido (Jason Shwartzman, de mi querida Rushmore) que con la pura fuerza de su sinceridad logra interesarla en una cita. La noche transcurre tan bien como podría esperarse con dos personas que no se conocen ni tienen dinero para divertirse. Al verlos juntos presentimos que tienen futuro, pero por el momento son amantes en etapa larvaria.

Entra entonces en escena Steve Martin, un divorciado acaudalado que puso la mira en la chica del mostrador. El porqué la escogió queda en duda. Seguramente fue porque le quedaba a la mano. Martin pondrá el mismo ahínco que el joven para lograr la presa. De suma conveniencia resulta que al chavalo lo invite una banda de rock a un tour de dos meses, y quede el galán maduro con la cancha libre.

La chica acepta las generosas invitaciones de Martin, y se somete a las reglas que le impone su romántico patrocinador. La más importante: no tomarse la relación en serio. Entran así a un juego peligroso, en el que ambos pierden creyendo que ganan.

No le cuento más. El desenlace de la cinta es más o menos predecible, y no es lo más interesante de la película. Lo realmente extraño de Shopgirl es su tono grisáceo, neutral. Ninguno de los personajes es realmente simpático, ninguna de sus decisiones es realmente dramática, como si Martin y el director Anand Tucker hubieran optado por un tono casi hiperrealista, un retrato de nuestras relaciones comunes, en las que trabajamos con lo que tenemos a mano, con lo que se nos para enfrente, que suele ser gris. Y las opciones extraordinarias son precisamente eso.

Entonces, los integrantes del triángulo se abandonan a la casualidad los juntó. La intensidad de sus pasiones se construye y se deshace por capas. Lentas, cotidianas capas. Pequeñas decisiones separan o juntan a los amantes, y su amor se recibe bien, venga cuando venga y en las cantidades que venga, porque es mejor tenerlo a no tenerlo.

Busque pasión en otro lado. Con la Chica del Mostrador el amor se lleva a trote moderado. La película es buena sin llegar a grandes cosas. Triunfa ese tono gris concreto que le va tan bien a Los Ángeles, una ciudad que Steve Martin ama, aunque no sea particularmente bella, ni culta. Se puede amar a una ciudad así. Si lo sabremos nosotros. mrivera@solucionesenvideo.com

Leer más de Espectáculos

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Espectáculos

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 230368

elsiglo.mx