Dejó la Presidencia de Estados Unidos en enero de 2001 con una popularidad altísima y a su país con un crecimiento económico sin precedentes. Hoy es el filántropo más activo del mundo y su esposa bien podría llevarlo de regreso a la Casa Blanca en enero de 2009. Es Bill Clinton, el hombre que se ha convertido en el referente obligado para evaluar la Presidencia de George W. Bush, en el político cuya luz opaca a cualquiera, en el ex presidente incómodo.
En los últimos meses, Bubba, como lo apodan los afroamericanos, ha roto el silencio. Por años los medios estadounidenses intentaron, infructuosamente, robarle una crítica sobre la Administración Bush. No importaba el tema, en el evento público donde estuviera, la pregunta obligada para Bill Clinton era: “Señor presidente —por formalidad así se dirigen los reporteros a todos los ex presidentes vivos—, ¿Qué opinión le merece la estrategia antiterrorista de la Casa Blanca? ¿qué opina del estado de la economía? ¿de la reforma fiscal? ¿de la enmienda anti matrimonios gay? etcétera. A todas esas preguntas la respuesta de Clinton era el silencio.
Hoy Bubba se aleja de la regla no escrita: un ex presidente no puede criticar a un presidente en funciones. Hoy Bill Clinton critica, indirectamente, la falta de atención de la Administración Bush a la lucha antiterrorista en los meses previos a los atentados del 11 de septiembre. Hoy el ex presidente es la estrella de la segunda conferencia de la Iniciativa Global Clinton, cónclave que aprovecha la Asamblea General de la ONU en Nueva York para reunir a los líderes políticos, empresariales y sociales más importantes de todo el mundo para unir fuerzas contra la pobreza, el Sida, los conflictos religiosos y étnicos, la degradación ambiental y los retos de la globalización.
Sin duda, Clinton sienta un precedente para todos los próximos ex presidentes estadounidenses, pero también para los “ex” políticos del mundo.
En la historia de México nuestros ex presidentes también han sido incómodos, pero por otras razones. Ahí están los casos de Luis Echeverría y su juicio por la guerra sucia; José López Portillo y la absurda defensa del peso como un perro; Miguel de la Madrid y el fantasma del terremoto del 85; Carlos Salinas y su autoexilio en Cuba e Irlanda. Caso aparte el de Ernesto Zedillo, que acabó su gestión con un índice alto de aprobación ciudadana, sin crisis económica y con un país más democrático, pero que ha preferido la vida académica en Estados Unidos.
¿Y Vicente Fox? ¿Qué hará al dejar Los Pinos? Seguirá el modelo de avestruz de sus antecesores y se convertirá en un ex presidente incómodo por la debacle electoral que vivimos el dos de julio, por los escándalos de su familia política y por Oaxaca, Atenco y demás? ¿o imitará el modelo Clinton y se convertirá en un ex presidente incómodo al encabezar exitosamente la fundación Vamos México, luchar contra la pobreza en el país, la desigualdad y la marginación?...
Profesor del ITAM
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