Afirmábamos hace un par de semanas en estas mismas páginas que uno de los enclaves que aún quedan de ese México bronco, autoritario, corporativista y corrupto que impide en muchos sentidos la necesaria modernización productiva que exige la sociedad mexicana para avanzar en desarrollo, es el que se mantiene en algunos sindicatos que han permanecido como feudos patrimonialistas de personas, familias o grupos que acumulan un poder, una riqueza y un lujo impresionantes, mientras que los trabajadores a quienes pretendieran defender viven en la miseria.
Hoy desgraciadamente tenemos que lamentar la muerte de dos sindicalizados en una refriega llevada a cabo en la población michoacana de Lázaro Cárdenas, cuando en cumplimiento de la orden dada por la autoridad laboral ante la inexistencia e ilegalidad del paro que ha supuesto a una empresa metalúrgica la pérdida de más de sesenta millones de dólares por ese conflicto laboral, las policías federal, estatal y municipal tuvieron que intervenir con el lamentable saldo de violencia. Napoleón Gómez Urrutia es la clase de seudo líder de ese sindicalismo tiránico, hereditable, corporativista y poco preocupado por las auténticas demandas laborales de un gremio y que está demostrando con sus acciones más recientes como su plan la lucha con tal de seguir manteniendo sus prebendas personalistas y políticas, es incluso despiadado con sus agremiados, no importándole convertirlos en carne de cañón con tal de conseguir hacerse la víctima frente la autoridad gubernamental.
Gómez Urrutia desde su cómoda posición en el extranjero para evadir los reclamos objetivos de la justicia que exige la clarificación del destino de esos 55 millones de dólares que debieron llegar a los mineros y que hasta el momento no se sabe dónde quedaron y que en vez de responder esos reclamos, usa a sus segundos y cómplices, así como parte de sus recursos económicos, para mantener sus privilegios.
Su enorme fortuna amasada a costa de los trabajadores se incrementó a su paso como encargado de la Casa de Moneda del Banco de México en pasados gobiernos priistas, revela y exhibe el cinismo con que se han comportado quienes supuestamente defendían y representaban a un gremio cuyos riesgos no sólo se miden en función de posibles accidentes como el de Pasta de Conchos en Coahuila, sino que se sufren día a día por las condiciones y peculiaridades mismas de la actividad.
Los dirigentes Francisco Hernández Juárez (telefonistas), Roberto Vega Galina (IMSS), Agustín Rodríguez (STUNAM) y Martín Esparza (electricistas) hoy aparecen como aliados de ese sindicalismo que en otro tiempo no tan lejano criticaban duramente, precisamente por decir que no representaba las auténticas reivindicaciones laborales y sí en cambio había enriquecido inmensamente a sus líderes, lo cual no obsta para que los integrantes de la Unión Nacional de Trabajadores, cierto tipo de intelectuales y comunicadores encuentren muy redituable poner en entredicho las acciones de la Secretaría del Trabajo para iniciar un proceso de depuración de ese sindicalismo corrupto que tanto daño ha causado a las empresas mexicanas pero sobre todo a los trabajadores que dice defender.