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Comercialización de la educación/Diálogo

Yamil Darwich

Desde hace tiempo, la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES), ha mostrado su preocupación por la mala preparación académica del país, lo que les motivó a organizar, en el año 2005, una reunión internacional denominada “La Comercialización de los Servicios Educativos, Retos y Oportunidades para las Instituciones de Educación Superior”.

En el mundo, principalmente en los países pobres, constantemente aparecen centros de educación superior que únicamente dan servicio de instrucción buscando obtener mayores ganancias, según Axel Didrickson, director del Centro de Estudios sobre la Universidad (CESU-UNAM), quien declaró: “la transición, -facilitación para incrementar la oferta educativa- ‘motivada’ por afanes políticos de un Gobierno que procura engrosar, como sea, los números de absorción de la matrícula para proclamar avances notables, es peligrosa” y citó cifras de la FIMPES: “ni diez por ciento pertenecen a esa federación, por no cumplir los requisitos mínimos de calidad y pertinencia, diseñados para la educación superior privada”. Ni mencionar sobre el ingreso a ANUIES, altamente exigente en los parámetros de calidad académica.

La educación tradicional ha sufrido cambios importantes, tanto en su visión de planeación como financiamiento y muy particularmente, los métodos y técnicas de enseñanza; ahora, a las formas tradicionales se agregaron educación a distancia, estudios en el extranjero y la creación de distintas agencias acreditadoras. También aparece la organización de universidades con capitales de los medios bursátiles, mercantiles e industriales, que buscan formas eficientes, baratas y rápidas de entrenar a su personal para alcanzar sus fines.

Hasta hace poco tiempo existían en México dos grandes tipos de universidades: las subsidiadas por el Estado, incluidas las estatales y federales y las privadas, laicas o de inspiración cristiana. A últimas fechas se han agregado otras, llamadas “corporativas”; los inversionistas del mundo son sus propietarios, especialmente de Estados Unidos de Norteamérica y buscan aprovechar el hueco de oportunidad de hacer negocios. A ellas se refirieron en el evento académico, hablando de “la preocupación de evaluar la influencia que tienen en relación a la calidad educativa ofrecida por proveedores extranjeros con fines de lucro”.

La aplicación de la ciencia y la técnica de comunicación, especialmente con la Internet y sus usos educativos, dieron la oportunidad de rebasar las fronteras y dejar salir a la enseñanza del campus universitario; los primeros exploradores fueron del Instituto Tecnológico de Massachussets, con un programa para Malasia y la Universidad de Educación a Distancia del Reino Unido, con otro en el estado de Florida, Estados Unidos de América.

Iniciar esos nuevos esfuerzos requirieron estudios profundos, incluidos los económicos y de factibilidad; así, descubrieron que en 1988 el mercado representaba cerca de 27 mil millones de dólares y para el año 2000 rebasaría los 30 mil millones. Esta cifra no pasó desapercibida por los inversionistas del mundo; vieron la gran oportunidad para incrementar sus capitales y a la fecha, se calculan en más de 50 los inversionistas que cotizan en la bolsa de valores y participan en educación; poco en el primer mundo, por la calidad y competencia de las grandes universidades. En México ya están presentes, casos del Grupo Apollo y Sylvan Learning System, con la complacencia de las autoridades federales, que ven favorecidos sus objetivos estadísticos.

La doctora Jane Knight, investigadora del Instituto de Ontario para el Estudio de la Educación de la Universidad de Toronto, Canadá, se refirió a ellos diciendo: “Proveedores privados motivados por cuestiones comerciales, los cuales se interesan más en la docencia –destinando poca atención a la investigación y al servicio- intentan captar estudiantes extranjeros concentrándose en responder a necesidades claramente identificadas partiendo de un enfoque comercial”; los críticos de estos “educadores”, insisten en la urgencia de reglamentos comerciales ya que “estos cambios están ocurriendo fuera del esquema de acuerdo” -se refieren a la aceptación del Acuerdo General sobre Comercio de Servicios, propuesto por la Organización Mundial de Comercio, que incluyó a la educación superior como área de oportunidad- y afirman se han transformado en “fábricas de títulos”, “títulos express” o “diplomas instantáneos”, sorprendiendo a los incautos quienes creen basta “un papel” para tener competitividad internacional, éxito y riqueza; lo peor, los gradúan desconociendo conceptos de formación humana integral y valores, tales como solidaridad, subsidiaridad, compromiso comunitario y filantropía. Otros casos, promueven la “vida universitaria fácil” y hasta aportan medios de distracción; bien saben que eso agrada a los jóvenes inmaduros.

La misma doctora Knight dice que algunas de estas universidades “se apoyan en ‘la flaqueza’ de la Ley y su rebajada interpretación para penetrar en el sistema”, de paso, al comprar instituciones nacionales o regionales con cierto reconocimiento, asumen las responsabilidades laborales como “patrones sustitutos”, “heredando” los derechos de acreditación obtenidos. Esa es la urgencia del mundo académico por establecer un “Código Internacional de Buenas Prácticas”, hasta ahora solamente propósito. Otros educadores piensan que estos proveedores privados con fines comerciales no estarán dispuestos a invertir tiempo y recursos que defiendan y preserven las tradiciones culturales de los países y regiones a donde llegan “con aparatosa presencia mercadotécnica”, o al menos incluir contenidos locales relevantes. La formación integral ni se revisa; “cuestión de costos”.

Así, la Declaración Colectiva sobre Educación Superior, formada por cuatro distintas asociaciones, representando a cinco mil 500 instituciones de Estados Unidos, Canadá y Europa, expresan una actitud “ambivalente” -por el poco impacto que tienen en sus países- y llaman a “congelar” las negociaciones sobre servicios educativos, apelando a ser “cautelosos”.

Carmen Cecilia Guadilla, de la Universidad Central de Venezuela, denuncia. “...la educación superior se siente acosada por fuerzas comerciales que están logrando desestabilizar al carácter de bien público que hasta ahora era inherente a la educación”. Además, la tendencia comercializadora ha sido vista con recelo y hasta repudiada por el Foro Social de Porto Alegre, celebrado en 2002, proponiendo un pacto global que “asegure los principios aprobados por la Conferencia Mundial sobre Educación, promovida por la UNESCO en París, en el año de 1998, referente a mantener cautela con ellos”.

Los asistentes a la III Cumbre Iberoamericana de Rectores, firmaron la “Carta de Porto Alegre” comunicando lo que a su parecer son “consecuencias nefastas” y enuncia: “lesiona seriamente las políticas de equidad para corregir las desigualdades sociales y tiene serias consecuencias para nuestra identidad cultural. Perturba la transmisión y consolidación de valores éticos y culturales y afecta nuestras aspiraciones de lograr una sociedad más democrática y justa”. Por su parte, la Unión de Universidades de América Latina (UDUAL) emitió la “Declaración de Boyacá”, alertando sobre las consecuencias negativas de la formación universitaria parcial.

Le propongo este diálogo, cuando muchos padres e hijos están por definir qué estudiar y en cuál universidad hacerlo, recordándoles a la “Sociedad del Conocimiento”, donde está claramente marcada la diferencia entre “instrucción” -enseñar a hacer y a repetir procesos- y educar -obtener lo mejor de cada persona-. La primera pertenece al mundo de los trabajadores, eternamente pobres; la segunda a los dueños del conocimiento, inventores y administradores del mismo. Usted elija.

ydarwich@ual.mx

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