Vivir en sociedad sugiere la práctica -sin dobleces ni matices- de valores y máximas encaminados a lograr la trascendencia personal. El ser humano que actúa honestamente, contribuye en gran medida a que el entorno donde se desarrolla se convierta en un lugar sano, y sobre todo promisorio para generaciones venideras cuyo mejor y mayor legado, sin duda, será que hagan de dichos valores ley motif o creencia central inquebrantable.
Pienso con frecuencia en los consejos de mi padre en lo que a honestidad se refiere. Construir un prestigio -dice- toma toda una vida pero hacerla añicos solamente conlleva unos instantes. También reflexiono sobre México y su circunstancia tan penosa, lamentable y que a muy pocos le desearía. Nuestra actuación como ciudadanos raya en lo patético pues aunque suene peyorativo, esa pasividad tan nuestra al voltear la cara frente a las tropelías del poder, únicamente catalizará mayores males, abusos de cuantiosa magnitud o el engrosamiento de las filas de la delincuencia de cuello blanco.
Cierto, por ahí existen individuos que desde amplios y muy diversos foros no dejan que los recientes escándalos queden sepultados bajo la ignominia del olvido. Son muy pocos desgraciadamente: los más, traicionamos la lucha por el país democrático con instituciones sólidas por el que nuestros padres clamaron y hacemos oídos sordos ante la injusticia del patán que engaña, pues su patología no le permite ya operar de otra forma. Basta de callar, pues es muy corto el trecho hasta situaciones de complicidad disfrazada.
No pidamos que la política sea el cúmulo o cenit de las virtudes republicanas por excelencia. Busquemos mejor ser implacables contra aquellos que se desvíen de una actuación eficiente que esté enmarcada en el irrestricto apego a la ley. En los tres principales partidos se siguen cometiendo abusos -y aunque ellos mismos deberían ser ejemplo de estar constantemente purgando sus filas- la realidad nos demuestra que tanto el PRI, como el PAN y el PRD siguen premiando a los chiquillos traviesos. ¿Y así quieren ganar la confianza de los electores? Digo, si el mensaje está clarísimo: “manito, ni modo, la fregaste pero véngase que aquí le damos su apapacho”.
Arturo Montiel Rojas, hablemos de su caso que más patético no puede ser. Digo, qué tan iluso -y no uso otra palabra por respeto- se puede ser como para sentirse con los tamaños para ocupar Los Pinos. ¡Pero si en México se vale soñar! Únicamente hacen falta varios cientos de millones de pesos (pregúntenle a Roberto lo que se gastó cuando lo de Tabasco) y la ilusión renovada, el vigor desmedido que a un sesentón en plena bajada sólo podría darle una fémina en edad de ser su hija o nieta. Y bueno, a ello sumémosle a ciudadanos al borde de la miseria que ante la promesa de una torta y el refresco de a medio litro son capaces de lanzarle vítores al mismo Lucifer, pues ahí está su fórmula. Ah, por cierto va desde aquí una felicitación al candidato López que tanto vociferó en sus días sobre los acarreos del PRI y ahora hace lo mismo.
Tenemos ligas con el Estado de México. Su tierra y su gente son de excepción pero desde hace mucho no se observa un Gobierno eficiente. A Montiel -fuera de ser invadido por el síndrome de autonombrar calles, hospitales y avenidas fiel al estilo de Jolopo- los mexiquenses lo recuerdan como “el de mucho ruido y pocas nueces”. El Estado fue un mero trámite para ambiciones imposibles, para aquél tan mediocre que el mismo aire a su alrededor se tornaba grisáceo al sólo paso del otrora poderoso “Gutierritos”, venido a más que los priistas son capaces de inventar.
El discurso de autodefensa de Arturo Montiel no tiene desperdicio. Culpa a Madrazo de todos sus males -otro bueno para las compañías offshore- y pretende hacernos creer que el producto de tan insultante riqueza se da gracias a la venta de cocinas y a que siempre fue “mil usos”. Si en el México de a de veras vender enseres domésticos nos diera a ti y a mí, apreciable lector, la posibilidad de asolearnos en Careyes o veranear en la costa española, pues entonces ignoro qué estamos haciendo en la talacha tan ardua de perseguir la chuleta. ¿Será imbécil Montiel o nos toma por imbéciles a nosotros? Gracias a Dios creo para lo primero y espero te sumes a los miles de patriotas que deseamos con todo fervor que dicha rata de dos patas termine sus días en la cárcel. He sido partícipe de grandes cambios en mi patria. En tan sólo veintiocho años los logros de nuestros padres y abuelos, hoy me permiten tener una voz que ya no podrá ser callada. En casi tres décadas nadie influye en mi voto ni intenta comprar la libertad que únicamente es propiedad personal y que jamás estará sujeta a miramientos de ninguna especie. Ese fue el regalo prometido. Pronto tendré hijos y con toda la fuerza del espíritu, con cada céntimo de mi inteligencia lucharé por que nazcan en un país sin diferencias donde la justicia -su aplicación toda- sea ciega y no privilegie a la camarilla de rateros que como hijos putativos de Gonzalo N. Santos piensan “que la moral es un árbol que da moras”.
Arturo Montiel: ignoro si irás al cielo, pero aquí en la tierra habremos muchos mirándote con desprecio infinito para que así recuerdes el infierno también puede estar aquí.