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Confianza

Javier Fuentes de la Peña

Benjamín Franklin, físico, político y escritor estadounidense, dijo en una ocasión: “Desconfía del médico joven y del barbero viejo”. Con todo el respeto que este gran personaje de la historia me merece, creo que uno de los peores errores que se pueden cometer es el de tener desconfianza en la juventud, aun cuando se trate de un doctor.

Hay quienes se han empeñado en truncar las aspiraciones de los jóvenes, pues creen que son incapaces de encaminar sus acciones hacia el logro de un beneficio para la comunidad. Muy equivocados están quienes así piensan, pues si todos llevaran a cabo sus actividades cotidianas con la vivacidad y entusiasmo que caracteriza a los jóvenes, nuestra historia sería completamente distinta.

Estoy seguro que si evocáramos los momentos vividos durante nuestra juventud, de seguro lo haríamos con algo de nostalgia. El primer amor, la manera idealista en que veíamos al mundo, el primer día en la universidad, el maestro del que aprendimos tanto, la primera quincena recibida, en fin, tantos recuerdos que nos hacen decir: “¡Qué bonito era ser joven!”. Esas cosas buenas de la vida aún perduran, es por eso que no entiendo a quienes condenan a los jóvenes al afirmar que están más descarriados que nunca, y a quienes creen que son indignos de confianza.

El tener desconfianza en los jóvenes puede tener graves consecuencias. En primer lugar, el joven se podría sentir relegado y estará condenado a convertirse en un ser humano apático, ajeno a la realidad que lo rodea. Esto puede provocar que busque una salida en el consumo de sustancias nocivas, tales como las drogas, el alcohol y el tabaco. Los principales vicios se apoderan de las personas durante su juventud. El tabaquismo es un claro ejemplo de esto. La Organización Mundial de la Salud estima que cada año un millón de adolescentes empiezan a fumar, demostrándose así que ha pasado prácticamente desapercibida la estrecha relación entre el fumar y el morir.

Estoy seguro que si existiera mayor confianza en la juventud, muchos de estos vicios dejarían de ser una preocupación.

Hay adultos que se lavan las manos afirmando que el futuro de México depende de los jóvenes, sin embargo, ésta es una dura tarea y más cuando son escasas las herramientas para poder ofrecer algo de provecho a la Nación. Una de las herramientas a las que me refiero es la educación. Muy pocos jóvenes de México tienen la oportunidad de estudiar alguna carrera profesional. Si el precio para inscribirse en las universidades sigue aumentando como hasta ahora, la educación será tan costosa como la ignorancia.

Otra herramienta necesaria para construir un mejor futuro para México es el trabajo. Con la crisis, muchas empresas redujeron sus nóminas y dejaron de hacer contrataciones. Conseguir empleo en nuestros días es toda una hazaña. Es triste ver a los jóvenes recién graduados repartiendo sus currículums como si fueran volantes, a ver en dónde les pueden dar una oportunidad.

La otra herramienta, y quizá una de las más importantes, es la confianza. Estoy seguro que si se creyera plenamente en la juventud, viviríamos ahora con menos problemas. Esto lo han demostrado algunos jóvenes que, a pesar de no tener la experiencia que sólo los años pueden dar, han puesto el nombre de México muy en alto, mucho más que algunos funcionarios públicos que con el robo del dinero del pueblo y con su fomento a prácticas corruptas, sólo han manchado el nombre de nuestra Patria.

Poco falta para las próximas elecciones presidenciales. Sin miedo a equivocarme, puedo afirmar que aquel candidato que vea en los jóvenes algo más que unos simples porristas y pegadores de calcomanías, tendrá asegurada la simpatía y el apoyo de la juventud.

javier_fuentes@hotmail.com

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