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Conflicto/Nuestro concepto

Lo que suceda o no, al interior del Partido Acción Nacional en Torreón, reviste especial interés ya que se trata nada menos que de la fuerza política que hoy tiene el mayor nivel de influencia entre la ciudadanía, tal y como lo confirma la reciente elección estatal. El municipio resulta en términos electorales una suerte de ínsula blanquiazul en un estado con franca hegemonía tricolor; por esto, el hecho de que al menos dos grupos se mantengan en franca pugna, debe llamar la atención, sobre todo de cara al proceso en el que se habrá de elegir a los próximos senadores coahuilenses.

El hombre que dio vida y sentido al fenómeno de la Z y que logró en esta zona -y sólo en esta zona- un contundente triunfo en las urnas, Jorge Zermeño Infante, reconoce que al interior de su partido se han ido generando grupos que afectan al partido: “no deja de preocupar esta situación porque sí contamina la vida interna del partido cuando se forman grupos, eso no ayuda en nada” y por eso considera que en un año tan importante como 2006, los militantes del PAN deben hacer un trabajo en torno a Felipe Calderón, candidato a la Presidencia de la República.

Y sobre la presunta “purga” de anayistas en la Administración que encabeza José Ángel Pérez (hombre vinculado directamente con García Villa, el “otro poder” dentro del panismo coahuilense”), el senador Zermeño recomienda al alcalde “buscar mecanismos que respeten a las personas que trabajan no por gusto sino por necesidad y vocación, entonces tiene que haber una Ley de Servicio Civil de Carrera para que quien ingrese al servicio público no lo haga bajo criterios partidistas o políticos; pero si es verdad, como dicen, que está despidiendo gente por revanchismos yo también lo repruebo porque no se vale que alguien quite a una persona de su trabajo simplemente porque no es de sus simpatías”.

Al margen de las querencias personales con uno u otro grupo de los que encabezan Zermeño Infante y García Villa a nivel estatal y que encuentran hoy a sus máximos representantes a nivel municipal en los alcaldes, el que fue, Guillermo Anaya y el que es, José Ángel Pérez; o bien, las preferencias político-partidistas, queda en evidencia que por más discursos conciliadores, fotografías con sonrisas a flor de labio u “operaciones cicatriz”, las heridas que dejan los enfrentamientos entre hermanos, nunca terminan por sanar.

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