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Conocerse mejor/Jaque Mate

Sergio Sarmiento

“En el largo plazo, todos estamos muertos”.

John Maynard Keynes

Cancún está bajo estado de sitio. El presidente estadounidense George W. Bush llegó con un equipo de seguridad de miles de personas. Su caravana de autos blindados fue traída desde Estados Unidos porque el Servicio Secreto que lo custodia no le tiene confianza a los vehículos que pudieran ser proporcionados localmente. Una parte importante de la zona hotelera está resguardada, además, por miembros del Estado Mayor Presidencial de nuestro país. Es un enorme despliegue para cuidar a tres hombres: Bush, el primer ministro canadiense Stephen Harper y el presidente mexicano Vicente Fox.

Se ha hecho costumbre que nuestro país sea sede de reuniones cumbre, esto es de mandatarios o de dignatarios muy importantes. En este sexenio hemos hospedado cumbres tan importantes como la de la ONU en Monterrey y la de la APEC en Los Cabos. Cancún, de hecho, es una reunión modesta en comparación con ésas.

Nadie sabe a ciencia cierta cuánto cuestan estas cumbres. En parte esto se debe a que los gastos se erogan desde distintos presupuestos oficiales; en parte, también, a que la autoridad no le da la gana de informar. Los cálculos que he escuchado para una cumbre como la de Cancún hablan de cifras de veinte o treinta millones de dólares. No es mucho, me dicen, para un Gobierno como el nuestro que tiene un presupuesto de gastos de un billón 900 mil millones de pesos, equivalentes a cerca de 180 mil millones de dólares. Pero sí es mucho, a mi juicio, para un país con las carencias del nuestro. De hecho es una cantidad con la que se podrían dar un salario mínimo mensual durante un año a 25 mil trabajadores mexicanos.

Si por lo menos pudiéramos apuntar a un beneficio concreto de las cumbres, sería mucho más fácil aceptarlas. Pero incluso los funcionarios mexicanos nos advierten constantemente que no esperemos resultados espectaculares de las cumbres. Estas son reuniones, nos dicen, que se tienen que hacer cada determinado tiempo. Los mandatarios de distintos países deben encontrarse de vez en cuando. Necesitan conocerse y verse las caras porque esto les permite tener mejores relaciones en el largo plazo.

¿En el largo plazo? ¿Cuál puede ser el largo plazo de Vicente Fox? Como presidente, de aquí a diciembre. Y después, la incertidumbre. Quizá incluso alguna persecución política si Andrés Manuel López Obrador es electo presidente y decide dedicarle algún tiempo a la caza de las chachalacas una vez que redecore Palacio Nacional. El contacto personal que Fox haya tenido con Bush y con Harper le servirá de poco al país entonces.

La verdad es que la enorme mayoría de las cumbres tiene poca o ninguna razón de ser, como tampoco la tienen muchos de los otros encuentros entre políticos que llenan nuestro calendario. Casi ninguna tiene resultados concretos fuera de la firma de documentos con vagos pronunciamientos o de ese “conocerse mejor” que siempre se argumenta como razón de muchas de ellas.

Dudo yo incluso que ese conocimiento mutuo se consiga realmente. La mayoría de las cumbres se compone fundamentalmente de reuniones de grupo en que los mandatarios ofrecen previsibles discursos o escuchan otros, todavía más anodinos de políticos de menor jerarquía cuya prioridad es quedar bien con sus jefes.

En el caso de la cumbre de Cancún, México está colocando el tema de la migración en la agenda porque el asunto se ha vuelto inevitable en la relación entre nuestro país y Estados Unidos. Pero la verdad es que la definición de la nueva legislación migratoria no se hará en la Casa Blanca sino en el Capitolio. Son los representantes (diputados) y los senadores los que están definiendo las nuevas reglas que determinarán la vida de los migrantes mexicanos en la Unión Americana. Más sensato sería, por lo tanto, utilizar el dinero de la cumbre para fortalecer el esfuerzo de cabildeo que nuestro país está haciendo ante los legisladores estadounidenses.

Entiendo que esta cumbre de Cancún tendrá un peso emocional muy importante en el presidente Fox. Hay buenas razones para pensar que ésta será la última ocasión en que el mandatario mexicano se reunirá con el presidente Bush. Pero no sé si ésa sea una buena razón para que los contribuyentes financiemos la fiesta de despedida.

Andrés Manuel López Obrador ha logrado proyectar una imagen de austeridad que a los mexicanos les gusta mucho. Ésa es una de las razones importantes de su popularidad. Lo mismo hizo en 2000 ese candidato de pantalones vaqueros y botas que se llamaba Vicente Fox. El problema es que con el tiempo ese candidato, que en un principio se negaba incluso a tener protección del Estado Mayor Presidencial, se ha dejado seducir por el costoso boato de la Presidencia tanto o más que los presidentes priistas del pasado.

CONSEJERA INCÓMODA

Poco les importó a los asambleístas del PRD que la consejera incómoda María Elena Pérez Jaén se presentara ayer en la ALDF a repartir copias certificadas del amparo que protege su designación como miembro del Consejo de Transparencia del Distrito Federal. Los legisladores nombraron a cinco nuevos comisionados y la descartaron a ella. El cumplimiento de la Ley sigue sin ser el fuerte de los perredistas de la capital.

Correo electrónico:

sarmiento.jaquemate@gmail.com

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