“Los funcionarios son como los libros de una biblioteca: los que están en lugares más altos son los que menos sirven”.
Paul Masson
Todavía no gana la Presidencia de la República Andrés Manuel López Obrador, pero ya el populismo ha asumido carta de naturalización en nuestro país. Lo peor de todo es que los mismos políticos que cuestionan el populismo del candidato presidencial perredista no parecen darse cuenta que están aprobando medidas igualmente populistas. El caso más notable de los últimos días es la Ley de Fomento para la Lectura y el Libro que los senadores aprobaron por unanimidad -sí, por unanimidad-el pasado 16 de marzo. La medida más importante de esta legislación es establecer un precio único para los libros en todo el país. Alguien convenció a los senadores de que esta medida hará que bajen los precios y se incentive la lectura.
Al parecer no se dan cuenta que, lo más probable, es que el resultado sea exactamente el contrario. La nueva legislación, la cual debe aún ser aprobada por la Cámara de Diputados, permite a las editoriales o empresas de distribución fijar con libertad el precio de un libro pero obliga a que éste sea el mismo en toda la República. Poco importa que los costos de transportación y almacenaje sean distintos o que haya librerías más eficientes que otras. La Ley no permite tomar estos factores en cuenta. El propósito real no es fomentar la lectura sino atacar a las cadenas de librerías que se han distinguido por su eficiencia y resultados.
De hecho, esta iniciativa no debería llamarse la Ley de Fomento para la Lectura y el Libro sino la Ley para Castigar a la Librería Gandhi. Fundada por Mauricio Achar en el sur de la Ciudad de México, una zona eminentemente estudiantil e intelectual, la Gandhi se convirtió desde los años setenta en un ejemplo de éxito en un país en que el mercado del libro nunca ha podido desarrollarse. Gracias a su alto volumen de ventas, la Gandhi logró negociar mejores condiciones de compra que las otras librerías lo que se tradujo en mejores precios para los consumidores.
Esta capacidad ha aumentado conforme la librería ha empezado a abrir sucursales. El éxito de la Gandhi ha irritado a otras librerías y a muchos editores que se ven obligados a darle un trato especial.
El mecanismo para castigar a la empresa, sin embargo, es una figura que desde hace mucho ha demostrado ser un desastre en otras actividades. Cuando se establece un precio único para cualquier producto se reduce o se elimina la competencia que beneficia a los consumidores, en este caso a los lectores. En un sistema de libertad las librerías más competitivas, las que pueden negociar mejores condiciones de los proveedores o las que tienen mayor volumen de ventas, pueden ofrecer precios más bajos y atraer un mayor número de clientes.
Los sistemas de precio único, en cambio, tienden a llevar el mercado al mínimo común denominador, esto es al nivel del productor, el distribuidor o el detallista menos eficiente. La consecuencia inmediata es elevar el precio del libro. ¿A quién beneficia la Ley de Fomento para la Lectura y el Libro aprobada por los senadores? A los lectores no, por supuesto, que ya no podrán aprovechar los mejores precios de los distribuidores o detallistas más eficientes. Los compradores de libros ya no podrán aprovechar las gangas que les ofrecían las mejores librerías.
La medida, en cambio, es un apoyo artificial para los editores, importadores y distribuidores de libros que ya no tendrán que dar condiciones más favorables a las mejores librerías. No me queda claro que los precios sean realmente el obstáculo que hace que los mexicanos leamos menos que otros pueblos. Hay razones para pensar que el problema es cultural y no económico. Pero suponiendo que, efectivamente, el precio fuera la razón principal por la cual los mexicanos no leen, el establecer un precio único nacional para el libro, lo cual implicará que los precios de las librerías más eficientes suban al nivel de los puntos de venta más alejados y con menor volumen de operaciones, tendrá sin duda un efecto negativo en la lectura en nuestro país.
Hay maneras de fomentar la lectura en México. Pero lo que han tratado de hacer los senadores es absolutamente contrario a este propósito. O no se han dado cuenta, lo cual revelaría una preocupante ignorancia, o están actuando con una grave hipocresía populista, al pretender que una Ley hecha para golpear a las mejores empresas promotoras de la lectura en nuestro país, que hará que aumenten los precios de los libros, es una forma de hacer que la gente lea más. Ojalá que los diputados tengan más inteligencia y detengan una Ley que haría un delito vender un libro con descuento en nuestro país.
BANCOS
Comienza la 69 Convención Bancaria con unos bancos que acumulan grandes utilidades y que no dependen ya de los bonos IPAB. En 2005 los créditos al sector privado aumentaron 27 por ciento términos reales, pero los aumentos más fuertes son en los préstamos al consumo y en los hipotecarios. La financiación a empresas está aumentando a un paso mucho más lento, debido a que, sorprendentemente, los impagos de las empresas son mayores que los de las personas.
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