Es por demás. De nada sirve dedicar horas a sesudas reflexiones que sirvan a nuestras autoridades a ejercer mejor sus funciones. En distintas oportunidades he ofrecido mis consejos, y lo único que he obtenido a cambio es la indiferencia.
De ninguna manera soy un intelectual, ni mucho menos un líder de opinión capaz de mover las estrategias de una administración pública hacia una dirección determinada. Pero eso de ninguna manera me priva de exhortar a nuestros gobernantes de ejercer tal o cual acción.
Aunque cansado estoy ya de la indiferencia hacia mis propuestas, no voy a renunciar a mi derecho cívico de exigir cuando menos un poco de responsabilidad a quienes detentan el poder.
En esta ocasión, para variar un poco, voy a hablar de la inseguridad pública. Más que hacer un informe de la situación actual, voy a ofrecer, de manera totalmente gratuita, una serie de estrategias elementales para reducir los índices delictivos.
El primer consejo que ofrezco a las autoridades judiciales y policiacas es el de reconocer que Coahuila es un Estado inseguro. Las detenciones de narcotraficantes en las últimas semanas son una muestra de ello, así como las ejecuciones que en las últimas fechas se han hecho más frecuentes.
Hace unos días el procurador de Justicia del Estado aseguró que el narcotráfico es manejable en Coahuila. Declaraciones como éstas demuestran un interés de las autoridades por tratar de minimizar una realidad que poco a poco nos va rebasando.
Otra recomendación es la de educar a los policías. Antes de equiparlos o darles unidades motorizadas, cuestiones también importantes, hace falta formar elementos que sepan realmente cuál es su función. Es difícil dar una formación ética a una persona. Por tal motivo, debe contratarse a oficiales cuya honorabilidad esté probada. Hace días la Procuraduría realizó un examen antidoping al interior de la dependencia. Medidas como ésta son muy loables, pero más plausible sería si contrataran personas que difícilmente puedan ser corrompidas.
Para tener una mayor seguridad pública es necesaria también la coordinación entre las distintas corporaciones policiacas. Es muy difícil lograr esto, por lo tanto, es recomendable por eliminar tantos órganos de seguridad y fundirlos en uno solo. Países como Chile son una prueba de lo exitoso que resulta contar con una sola fuerza policiaca. Los Carabineros bien pueden dirigir el tráfico, como detener al más peligroso delincuente. Muchos elementos con una sola cabeza.
Por otro lado, debe definirse muy bien la función de las policías municipales. Aunque todos sabemos que su obligación es la de velar por el orden, muchas veces se encargan más bien de poner el desorden. Es triste, pero los policías municipales muchas veces se convierten en más bien en recaudadores de recursos. Su presencia en las calles más que responder a una labor de vigilancia, es una especie de cacería. Basta que circule un coche con placas de otro Estado u otro país, para que inmediatamente lo detengan y sacar así “pa’l chivo”, como diría Vicente Fox.
Por último, fomentar la idea de la Policía Comunitaria. Quienes vivieron a mediados del siglo pasado, cuentan de la existencia de un policía en su barrio que, además de ser muy respetado, velaba por la tranquilidad de su sector. Dicho policía estaba siempre dispuesto a escuchar las quejas de la ciudadanía y así se lograba tener una vida más pacífica. Hoy, en cambio, además de que no conocemos personalmente a los policías que supuestamente nos cuidan, desconfiamos de ellos.
Estas son algunas de mis recomendaciones. Cualquier gobernante interesado en adoptarlas, puede hacerlo sin temor a recibir un recibo de honorarios de mi parte. Muy bien pagado quedaría si al menos alguien se dignara a tomar en cuenta alguno de los consejos, pues eso podría traducirse en una vida mejor.
javier_fuentes@hotmail.com