La Navidad llega a nosotros una vez más, cargada de emociones. Todos de algún modo nos remontamos a nuestra infancia. Quisiéramos ahora como entonces, escribir una lista con lo más deseado, y confiar en que la noche del veinticuatro esos sueños se cumplieran.
En mi caso tengo infinidad de memorias en torno a esta época; el tenor general en el ambiente era de feliz sorpresa; comenzábamos con la primera posada, y terminábamos después del Día de Reyes. En la casa paterna se colocaba un pino natural al que adornaban series con focos pintados de diversos colores, montados sobre estrellas de hojalata; ver el reflejo de la luz sobre el metal resultaba mágico. Claro, las series no titilaban como hacen las actuales, pero lo que faltaba de tecnología, lo suplía la imaginación.
Debajo del árbol engalanado con esferas y gusano se colocaría el nacimiento, mismo que variaba de uno a otro año. Algunas veces era el tradicional con figuras bellamente terminadas; otro año era uno de barro muy mexicano. En ocasiones era una mezcla de estilos, pero a fin de cuentas el objetivo se cumplía; se representaba el nacimiento de Jesús en el Portal de Belén.
Vienen evocaciones de los cantos de la época que inundaban el ambiente, desde un ?tocadiscos? en el cual se colocaban hasta tres discos LP, lo que era toda una novedad en los años sesentas. No podrían faltar los coros para pedir posada; el olor del ponche de frutas desde algún patio a donde culminaba la posada del día con la estrella de siete picos de tepalcate, periódico y papel de china de la cual saldrían disparados cacahuates, caña, tejocotes, naranjas y abundante colación cuando el palo acertaba a dar en la panza de la piñata, y ésta se rompía con un sonido muy característico.
Las velitas y las luces de Bengala volvían más brillante la ocasión, cuando al filo de las seis y media de la tarde comenzaba a oscurecer, en tanto la procesión avanzaba de puerta en puerta siguiendo a los ?peregrinos? José y María.
Algo se ha perdido de aquella tradicional festividad, y a la vez algo distinto se ha ganado. La tecnología viene a sorprendernos año con año; desde cosas tan simples como una tarjeta de felicitación, hasta cuestiones tan complejas como adornos públicos en las grandes urbes, la mano del hombre ha hecho mucho por exaltar la magia de la Navidad. Sin embargo de alguna manera los aspectos exteriores de la celebración nos han alejado del sentido último de la Nochebuena, y para muchos tal vez la temporada pueda llegar a su fin sin haber apelado en un solo momento al sentido último de la festividad.
La algarabía exterior nos puede hacer olvidar que todo lo que sucede tiene que ver con la esperanza del hombre en su finitud; tiene que ver con el perdón absoluto que se nos ha obsequiado; tiene que ver con el amor que trasciende todas las fronteras y se vuelca en promesa de vida eterna. Una fiesta para el corazón, no sólo para los sentidos.
Vaya entonces la invitación a generar en esta Navidad incontables círculos de amor; a poner menos empeño en las dádivas materiales y más en la entrega de la propia persona.
Un gesto amable, una palabra de consuelo, un decir ?aquí estoy? para aquél que sufre por causa de la enfermedad, la soledad, o la pobreza.
...Si nos volcásemos menos en gastar, y más en dar. Menos en adornar y más en hacer sentir. Menos en frivolidades, y más en sentimientos.
Círculos de amor: Empezar con quienes tienes cerca; contagiarlos del gozo más íntimo, profundo, sin ostentaciones. Hacerlo con intensidad suficiente como para que esa persona a su vez inicie un nuevo círculo de amor que se reproduzca en todos los sentidos.
Regocijarnos de manera buena y tranquila, al lado de la familia, sin desbarrar alcoholizados en imprudencias que se pagan a un precio elevado, hasta con la vida.
Ser moderados en el gastar, y generosos en el reír, cantar, abrazarnos y compartir.
Ser sabios en el prever y no despilfarrar para andarla sufriendo en enero.
Ser auténticos y encontrar maneras originales y divertidas de expresar nuestro afecto.
Círculos de amor: obsequiarnos palabras cordiales; perdones sanadores; momentos que a la vuelta del tiempo se recuerdan como algo muy grato.
Círculos de amor: Propuesta para esta Navidad, en un mundo que muchas veces olvida el verdadero sentido de las cosas que valen y perduran.
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