Nosotros Las palabras tienen la palabra VIBREMOS POSITIVO Eventos

Contraluz / DESAFÍO A LA RAZÓN

Ma. del Carmen Maqueo Garza

Como en macabra danza, el tema recurrente en las notas periodísticas de las últimas semanas ha sido el de la muerte. En esta ocasión capturan mi atención dos notas: la primera, nacional, informa del trágico accidente de un autobús escolar en donde perecen doce preparatorianos quienes realizaban un viaje de estudios fuera del Estado de México. La segunda: en Uruguay, durante el desarrollo de un capítulo de un programa televisivo en el cual dos equipos van respondiendo a un desafío propuesto al inicio de la transmisión, fallecen cinco de los participantes.

Lo que hace distinto este último accidente, con relación al primero, es lo siguiente: los preparatorianos no escogieron viajar en un camión conducido por un chofer irresponsable, quien se hallaba presuntamente bajo los influjos de alguna droga. En el caso uruguayo, los participantes sí escogieron poner su vida en riesgo, les falló su buena estrella, y murieron.

El desafío consistía en empujar una locomotora y dos vagones de tren entre varios jugadores; durante el desarrollo del programa, dos de ellos resbalaron, y el peso de la mole los arrolló y mató, junto con otros tres. Desafío al Corazón, es un programa en vivo, organizado por el Canal Diez de Montevideo, bajo la conducción de Humberto De Vargas y Paola Bianco. Tiene por objetivo recaudar fondos para distintas obras sociales, ya sea construcción de hospitales; respaldo económico a niños en situación de riesgo, o asociaciones de sordos, o pacientes con cáncer, entre otros. Durante cada emisión se proponen una meta, cuya consecución lleva riesgo para la vida o la integridad de los participantes; versión análoga a la de un par de programas mexicanos, en los cuales los contendientes han de ponerse en contacto con elementos potencialmente dañinos, para alcanzar determinada cantidad de dinero.

Resulta paradójico que se ponga en riesgo la vida para apoyar económicamente a causas que buscan todo lo contrario, preservar la vida, o bien, mejorar la calidad de la misma. Desde esta perspectiva resulta, por parte de los productores, un hara-kiri absurdo, altamente publicitado, que cuenta con el aplauso de las multitudes. En el caso de los guerreros japoneses, la ceremonia de auto inmolación era un evento privado, íntimo y honorable, caso totalmente opuesto a la variedad moderna, que va más con aquello de ?circo, maroma y teatro?, altamente redituables para las empresas televisivas. Programas en donde las cuestiones más privadas, propias o ajenas, se cuelgan en el tendedero, a la vista de todos, para deleite de quien goce con estas vistas, en ocasiones excrementicias al extremo.

Ahora bien, tratando de entender lo que sucede: me inscribo para participar en un programa cuya característica es que como contendiente, ponga mi vida en riesgo.

Esto es, taso a un precio mi vida; lo que haya en cartera en pesos y centavos, es en lo que me tengo valuado como persona.

Justifico mis afanes seudo-suicidas por una buena causa, ante la cual soy capaz de hacer todo, hasta morir en el escenario.

Inicia el programa, corren ríos de adrenalina; es una lucha a muerte. Elementos como competitividad, sangre y violencia se combinan en un coctel adictivo.

De alguna manera hay un elemento más, la aprobación y el apoyo del público, lo que se convierte en una serie de bombardeos tonificantes a mi enardecida actuación

Seguramente, como en tantos accidentes imprudenciales de la juventud, ninguno de los fallecidos tuvo en mente, en ningún momento, la potencial realidad de llegar a morir si algo salía mal. Actúa el mismo principio que ha provocado lamentables pérdidas de vidas jóvenes, en accidentes viales, en aventuras sexuales, o en competencias entre amigos, que involucran alcohol o drogas.

Viene a colación la eterna pregunta de los artistas, de si el arte imita a la vida, o la vida imita al arte. En esta ocasión refiriéndonos a los modos de diversión del nuevo milenio, mismos que involucran riesgo, desde pequeñas dosis, hasta un riesgo altamente mortal, de acuerdo a quienes participan y quienes observan. La vida rinde culto a la muerte, se somete a ella, hasta anularse a sí misma. La vida se reinventa con sabor a muerte, como quien quisiera ir probando qué se siente apurar la copa hasta el fondo, sin respirar, sin parpadear, sin que las manos tiemblen por el peso del mortífero vaso...

...Lo que no supieron estos jóvenes, como tantos otros que han muerto en accidentes imprudenciales, es que jugar con fuego no siempre es seguro, y que la juventud no es amuleto infalible contra la muerte.

maqueo33@yahoo.com.mx

Leer más de Nosotros

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Nosotros

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 202960

elsiglo.mx