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CONTRALUZ / FRENTE A LA MUERTE

Ma. Del Carmen Maqueo Garza

A la memoria de José Emmanuel

Desde el momento de la concepción se firma un pacto con la muerte; ella habrá de llegar en el plazo de algunos días, meses, o probablemente muchos años después. Pero una cosa sí sabemos, llegará.

Es a partir de ese momento mágico que se empieza a andar una senda única; cada ser humano va escribiendo las páginas de su propia historia personal. Las oportunidades surgen a lo largo del camino; unos las toman, otros las dejan pasar, ajenos al implacable paso del tiempo.

Cada cultura tiene maneras distintas de enfrentar este hecho final y contundente. La nuestra lo hace en formas contrastantes; cuando fallece el ser querido lloramos muchos llantos a la vez. Lloramos la partida; lloramos el sufrimiento del que se va. Pero aún más lloramos el propio dolor de lo irreversible, porque ya no podemos reparar las omisiones en las que incurrimos ayer.

Viene el Día de Finados para apagar aquellos llantos; llega Mictlantecuhtli de la mano de la Guadalupana para acallar nuestros lloros. Las lápidas estrenan vestiduras, unas de cempasúchil, otras de coloridos ramilletes de tela y hule ?made in Taiwán?; los sahumerios elevan a los cielos altas columnas con olor a maderas finas, y las curtidas manos de las mujeres de pueblo comienzan a moler el nixtamal, para los tamales y el champurrado. Se erigen los altares de muertos de siete niveles, como parte de un sincretismo que honra a nuestros finados; que los vuelve presentes para los sentidos, y que finalmente, nos invita a creer en el más allá. Las velas de sebo con sus largas mechas titilantes nos recuerdan nuestra herencia cristiana. Hay un cielo para los buenos.

El mismo día dos de noviembre los cementerios asumen el aspecto de feria pueblerina; como por obra de magia surgen los vendedores de cañas; de tacos y gorditas; o de frituras con salsa Valentina. Las familias se reúnen en un mismo punto del planeta por unas horas, para festejar.

De alguna manera esta celebración nos reconcilia con la muerte cercana; la Catrina de Posadas sale a nuestro encuentro para recordarnos que vida y muerte son como un juego de cartas; hoy unos ganan y otros pierden, pero la vida sigue adelante. Nos invita a desmitificarla a ella, la muerte, para entonces vivir la vida de manera más intensa.

Los médicos somos rozados de vez en vez por el gélido plumaje del ángel de la muerte. Esa figura que unas veces benévola viene a poner fin a una larga agonía, en otras ocasiones se erige cual guerrero implacable cuya espada siega vidas jóvenes. En esas circunstancias el dolor de los padres parece clavarse muy hondo en las entrañas, sube hasta sus gargantas y se instala como una gran bola de fuego que no ha de apagarse.

...Son ratos cuando nos quedamos sin palabras frente al dolor que siendo suyo, pudo haber sido nuestro. Miramos a través de sus ojos las historias que han de guardar amorosamente en el baúl de las memorias; encontramos los sueños que volaban cual cometas, cuando alguien malicioso cortó el cordel para verlos escapar en picada y hacerse trizas. Sentimos entre sus sacudimientos aquellos reclamos al cielo, ese ?por qué? cuyos ecos rebotan a través de cañadas; por encima de ríos y llanuras; entre los muros urbanos, para volver dolorosamente a los oídos propios, sin una respuesta que resarza el propio corazón.

¿Cómo les consolamos? ¿De qué modo les decimos que todo va a estar bien, cuando nada va a ser igual a partir de ahora? ¿Nos atreveremos a sugerir que más valió que fuera así, porque no sabemos qué le hubiera tocado vivir después? ¿Son acaso frases que confortan el dolor de una madre que se derrumba en el foso de su propio dolor?...

En poco más de veinticinco años he tejido discursos que al momento de hallarme frente a esos padres sirven de poco; no los cobijan, ni siquiera sirven de paño para enjugar sus lágrimas.

Hoy ha partido Emmanuel, un valiente jovencito que luchó con la enfermedad durante sus últimos años. Abandonó de golpe su niñez para comenzar a andar sobre la cuerda floja cada minuto de su existencia. Adquirió singular destreza en el manejo de la barra de equilibrio; él mismo era capaz de determinar cuándo haría crisis la enfermedad, y solicitaba auxilio en el justo momento. Hoy la muerte ganó la partida; yo lanzo un ramillete de palabras al viento, y elevo una oración por quienes han tenido la fortaleza de dejarlo seguir su camino al cielo de los buenos, habiendo cumplido su propia historia personal.

maqueo33@yahoo.com.mx

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