Esta mañana mi primer pensamiento fue acerca de la sucesión presidencial; reflexioné a lo largo de cuántos sexenios había escrito un artículo en torno al primero de diciembre, y me sorprendí: Seis presidentes en poco más de treinta años, esta vez con una toma de protesta ajena a cualquier protocolo, en medio de lo que parecía un caos insalvable en el recinto legislativo. Así pues, como cada seis años, y como seguramente cada ciudadano hace en su mente, hoy van mis esperanzas para este sexenio.
Sería muy aventurado resumir los principales problemas del país. Si convocáramos a especialistas de diversos órdenes, cada cual emitiría un diagnóstico muy particular, muy cierto, que no precisamente coincidiría con el del vecino de a lado. El entramado de una nación no se teje en un ratito, como tampoco se rehace en quince minutos; pero lo que sí es un hecho es que los errores de administraciones pasadas han derivado en escenarios de ingobernabilidad en varios puntos del país, que culminaron este primero de diciembre con una ?balconeada internacional? bochornosa. Exhibimos al mundo un México próximo a la barbarie, en el cual quienes detentan la función de voz y ley, cambian la palabra docta por trompadas, jaloneos y alusiones al mes de mayo.
Seguramente los ojos de México y de buena parte del mundo estaban puestos en San Lázaro la mañana del primero de diciembre; todos nos preguntábamos qué iría a suceder en medio de aquella situación ridícula por parte de los congresistas. Hábilmente Calderón y su equipo diseñaron una estrategia que dio cumplimiento a lo que manda la Constitución; de una manera inteligente, precisa y hasta graciosa se cumplió lo que se debía cumplir, y ?a otra cosa, mariposa?.
Es por este ir al fondo y no a la forma, y por el mensaje que dio a la nación el primer mandatario, que abrigó esperanzas de que se cumpla el cambio tan urgente para nuestro México. Desde esta modesta tribuna, y sin pretensión de medirme frente a economistas y politólogos, mis esperanzas como ciudadana de clase media, médico pediatra, y madre de familia, son:
Señor Presidente: Vivimos en un país que ha polarizado una elite cada vez más rica, contra una mayoría cada vez más pobre. Duele muy hondo voltear la vista a cualquier calle de cualquier ciudad, y ver tantos adultos jóvenes que vagan como almas en pena mendigando un peso. Es fuerza laboral que se ha desaprovechado; son padres de familia abatidos hasta la inhabilitación.
Duele ver la angustia de madres solteras que trabajan de sol a sol en la fábrica por un salario de miseria, ellas que hacen milagros con ese dinero, y que tantas veces se ven obligadas a desatender a sus hijos por sacar los cincuenta pesos extra necesarios para completar el gasto.
Duele ver chiquillos chamagosos que llegan a cualquier sala de urgencias con enfermedades producto de la ignorancia. Madres adolescentes con niños de dos o tres años que hacen una sola comida al día, a base de refresco de cola y frituras... Son realidades crudas frente a las cuales cala hasta los huesos ver en la acera de enfrente una clase alta boyante, que se desborda groseramente en excesos.
Le he escuchado que dará instrucciones para reducir costos de los funcionarios de primer orden. Ahora bien, ¿por qué no emitir un decreto que restrinja al máximo los gastos publicitarios de los gobernantes? Yo en lo personal no entiendo cómo una vez en el poder, siguen gastando como si estuvieran en campaña. ¿Por qué no inyectar sin merma alguna, todos esos dineros en obras sociales, y quitarse de tanto anuncio?
Muchas veces a lo largo de estos treinta años me he preguntado cuántos platos de sopa se pagarían con lo que cuesta un espectacular; cuántos techos de lámina podrían colocarse con lo que se paga un tiempo en radio o televisión; cuántos niños tendrían acceso a la educación, o se salvarían de morir por bronconeumonía, si se reorganizaran los dineros del pueblo con una visión humanitaria...
La inseguridad pública nos está costando vidas, integridades, y a todos nos ha robado tranquilidad. Como madre me preocupan los riesgos que corren mis hijos por llevar a cabo actividades de jóvenes como ir al cine o a dar la vuelta en la plaza.
Corrupción, nepotismo, impunidad: Es vaciar un corrosivo sobre las heridas que ya tiene el pueblo a flor de piel. Señor Presidente: El país demanda una función pública alejada de las luminarias, que no tema ensuciarse con el lodo de los más pobres. ¡No nos defraude!
maqueo33@yahoo.com.mx