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Contraluz / JUEGOS PELIGROSOS

Dra. Ma. Del Carmen Maqueo Garza

Es interesante reconocer que cada ser humano es único e irrepetible, aún cuando habláramos de gemelos idénticos cuya información genética es básicamente la misma. Alguna vez, en mis años de la preparatoria, cuando ya encaminaba mis afanes profesionales a la Medicina, leí un dato que no se me ha borrado de la cabeza en todos estos años. Para que nazca un ser exactamente igual a mí, mis padres tendrían que haber concebido 330,000 hijos, para que el siguiente fuera genéticamente idéntico. Claro, que los años de mi preparatoria son los setentas, y como dirían mis hijos, ?de la prehistoria?. Esta aseveración habla de los hechos en condiciones naturales, cuando aún el hombre no manipulaba genéticamente a los seres vivos.

En fin, viene esta reflexión por lo siguiente. En el ambiente se percibe flotar una mezcla de elementos que en otros tiempos no existían. Percibimos una juventud con la mesa más que puesta, pero sin saber de qué servirse. En ocasiones tengo esa impresión, como si frente a ellos hubiera un buffet estilo Las Vegas, en donde hay desde comida vegetariana hasta los platillos más sofisticados, pasando por todo tipo de entradas, guarniciones, sopas, y postres. El chico se ve de repente frente a aquella montaña de viandas, y el plato aún vacío parece temblar entre sus manos cuando lo instamos a servirse. Simplemente no sabe qué comer, por dónde empezar, o qué alimentos combinar.

En este caso las viandas representarían las opciones que el chico tiene para su futuro. La globalización ha venido a acortar distancias geográficas, y prácticamente puede estudiarse cualquier oficio, profesión, o especialidad sobre el planeta. El problema radica en que el chico no sabe qué escoger.

Los tiempos de alta tecnología han derivado en mentes jóvenes que no tienen qué pensar con la profundidad con que los no tecnificados hacíamos ?en la prehistoria?. Todo se encuentra a la distancia de un clic, y aquellas incursiones titánicas a bibliotecas, hemerotecas, o los famosos microfilmes, han quedado en el olvido. Tal es la simplicidad que, por un lado, el joven tendría potencialmente el tiempo para aprender mucho más. Pero por el otro lado, se ha perdido gran parte del encanto que implica jugársela para conseguir una información; tal parece que nuestro joven cae en el tedio, y ya nada le sorprende.

En lo emocional, nuestros chicos se han vuelto huérfanos dentro de una familia en donde la consecución de lo necesario para vivir aceptablemente bien, implica el alejamiento físico, y en ocasiones emocional, de uno o ambos padres. Hasta un cuarenta por ciento de los hogares están actualmente a cargo de la madre, y en regiones en donde aún existe la industria maquiladora, ella trabaja en horarios de siete a cinco, cuando no se queda tiempo extra. Este trajín deja muy poco tiempo para convivir con los hijos, y los huecos emocionales que ello va dejando, en un mundo desbordado de información, nos produce chicos que simplemente no saben para dónde van, y andan probando por aquí y por allá, de manera fortuita, sin saber a dónde van.

Entonces no resulta extraño que la adicción al alcohol o las drogas resulte tan atractiva. Simplemente, como haría el sexo o el consumo de chocolate, promueve la liberación de endorfinas, elementos químicos que en el torrente circulatorio van a dar una sensación transitoria de ?todo está bien?. Claro, que los estados posteriores a la intoxicación, son terribles, pero ello no va a desanimar de continuar su consumo, a un chico que no encuentra en derredor suyo los elementos suficientes para sentir que su vida tiene una dirección y un propósito, que justifiquen todo esfuerzo.

Con el tráfico de sustancias ilícitas pasa lo mismo que con la delincuencia. Mientras busquemos solucionarla en las calles, vamos a seguir fracasando. El día cuando sean las familias las que comiencen a mirar dentro de sus propios hogares en busca de respuestas, ese día las cosas van a comenzar a cambiar.

¡Ah! Porque además pasa otro fenómeno que sólo acaba de complicar las cosas. Los padres que trabajamos fuera de casa, somos fácil presa del chantaje por parte de los hijos. Nos tornamos complacientes, nos hacemos como que no vimos, y tratamos de justificar tal o cual proceder del hijo que, en otras circunstancias, encendería un foco rojo. Esta blandura en nuestros juicios es potencialmente perjudicial para los hijos, pues perdemos el sentido crítico frente a conductas de riesgo.

Juegos peligrosos. Éste es el año 2006: ¿sabes a dónde van tus hijos?

maqueo33@yahoo.com.mx

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