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Contraluz / LA ESTRELLA DE BELÉN

Ma. del Carmen Maqueo Garza

Hoy nace Jesús; hay gozo en los corazones de los cristianos al ver renovada la promesa de vida eterna. El mundo se colma de alegría; hay fiesta en el corazón y en los sentidos, desde la santa moderación hasta los excesos desbordantes.

El bullicio profano en ratos pareciera apabullar esos gozos entre ruidos atronadores, oropel y humos tóxicos. Pero de alguna manera volvemos a mirar las cosas en su perspectiva real y profunda cuando tornamos la vista al portal de Belén como haría un niño pequeño.

Hace un par de tardes circulaba por el primer cuadro de la ciudad; la luz roja del semáforo me dio la oportunidad de observar un ángel que Dios me puso enfrente para reflexionar en torno a la Navidad. Esta versión urbana de ser alado se desplazaba en bicicleta llevando entre sus manos y los manubrios un montón de ganchos de plástico para ropa que habría recolectado unas cuadras atrás. Se detuvo frente a unas bolsas de basura, entre las cuales estaba un contenedor plástico de cuatro litros de llamativo color. Lo tomó, lo inspeccionó cuidadosamente e hizo gesto de recogerlo; se detuvo a planear cómo llevar la carga, y luego hizo varios movimientos para volver a tomar la bicicleta por los manubrios, sin soltar los ganchos, y ahora llevando la pieza recién colectada. En el mismo instante en el que reemprendía la marcha, pasé junto a él; pude verlo de cerca, su gesto era el de un triunfador.

Entonces me puse a pensar en las pequeñas cosas, aquéllas que suceden a lo largo del día, pero habitualmente desestimamos; los eventos cotidianos que a la vuelta del tiempo vienen a ser esa fina malla que se llama vida. La cara del hombre con su tesoro me llevó a considerar hasta qué grado caemos en el consumismo, nos complicamos la existencia y olvidamos que en este planeta las cosas más increíbles que suceden no podrían comprarse con ningún dinero: un amanecer color ocre con un sol que pende desde lo alto como una bola con filo de oro; un ocaso de escarlata tan vivo que lacera las pupilas; un mar que ruge entre espumas blancas; un valle suave y verde meciéndose con la brisa de un atardecer. La risa de un niño cuando retumba juguetona a lo largo de una calle; el cosquilleo feliz de dos enamorados; la mirada sabia de un viejo que se ha vuelto uno con la vida desde la perspectiva de sus muchos años... Ninguna de estas cosas se compra, y todas y cada una hacen que la vida palpite, florezca y se perpetúe.

Las cosas sencillas; volver a ellas. Aquel hombre me hizo reflexionar acerca de la forma como vamos acumulando bienes materiales que a la larga no hacen más que levantar un muro que nos aísla del resto de la humanidad. El disfrute que él demostró cuando pudo dominar aquellos materiales entre sus manos, me invitó a pensar dentro de mí hasta qué grado me doy tiempo para disfrutar los pequeños logros de cada día.

Hoy la estrella de Belén invita a volver la vista a lo verdaderamente perdurable.

Nos lleva a desechar aquello que entorpece la marcha; a liberar cargas inútiles; a andar con paso expedito y la mirada puesta en la causa final.

Como ese hombre dominó sus trebejos, la estrella nos lleva a darnos la habilidad para dominar nuestros sentimientos; nuestras pasiones; nuestros enconos.

La luz que lleva hasta el portal de Belén hoy nos enseña a mirar a lo alto para trazar nuestro destino; a no desfallecer en la marcha; a perseverar.

Habla a cada uno de nosotros con respecto a la diferencia entre hacer las cosas y hacerlas con entusiasmo. Entre ir por la vida con tibieza, saliendo del paso, o vivir intensamente saliendo al encuentro de la victoria para hacerla propia.

Junto con el Niño nace hoy la nueva oportunidad; la de corregir, sanar; aligerar la marcha.

Esa versión contemporánea de ángel en bicicleta, que en nada se parece a los ángeles regordetes de Velásquez, invita a vivir la Navidad en familia, con sencillez, sin despilfarros. A volver la vista al pesebre donde el rey más poderoso de la historia nació entre pajas, en una noche como hoy.

...Invita a renovar la esperanza de un mundo mejor, justo y bueno, recordando que para renovarla hay que poner en nuestro corazón la claridad de un niño pequeño, y creer.

maqueo33@yahoo.com.mx

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