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Contraluz / LA VENTANA

Ma. del Carmen Maqueo Garza

Ha sido una semana que la historia de nuestro país guardará para la posteridad. Se inicia con un domingo de elecciones; con unos resultados de conteo rápido muy parejos para los candidatos del PAN y del PRD. El PRI, hasta hace un sexenio ganador absoluto, acepta con mansedumbre su derrota.

Cautelosamente el IFE decide no precipitarse y se va dos días después al escrutinio de las actas de las casillas, a nivel nacional. Luego de una jornada de muchas horas, se da por ganador al candidato del PAN, Felipe Calderón, con una mínima diferencia con respecto a su principal contendiente.

López Obrador se niega a aceptar los resultados del escrutinio de actas, y exige que se cuenten los sufragios voto por voto, cuestionando con ello la probidad de los representantes de casillas de cada partido (incluido el suyo). La ley señala que son los ciudadanos de las casillas, y no los funcionarios del IFE, quienes cuentan los votos.

El PRD tiene una buena base ideológica; asume compromisos con las clases más necesitadas, como en sus albores hizo el tricolor. AMLO se echó a la bolsa, tanto a intelectuales de izquierda, como a los grupos de población más olvidados por los regímenes que han gobernado hasta la actualidad. Calderón abordó la derecha entre empresarios, intelectuales y universitarios; López Obrador hizo lo suyo con obreros, madres de familia, y grupos de la tercera edad. Estos últimos tienen menos qué perder que los convocados por el blanquiazul, por lo que la capacidad de convocatoria de López Obrador, no nos permite descartar una revuelta popular.

Para cuando concluyo esta columna no se ha llevado a cabo la concentración a la que ha convocado el PRD en la capital; esperemos que la violencia no venga a teñir el proceso electoral. Porque para cualquier padre de familia, ni la mejor de las guerras es mejor que la más modesta paz.

En el panorama mundial, a Pyongyang, primer ministro de Norcorea, se le ocurrió probar mísiles de largo alcance en el mar. No podía hacerse esperar la reacción de diversos países, entre otros Japón y Estados Unidos, los cuales de inmediato convocaron al Consejo de Seguridad de la ONU: De entrada, se estableció un boicot comercial en contra del país lanzamisiles, iniciando por su vecina Corea del Sur. En el resto del mundo comenzaron a alinearse a favor y en contra de Pyongyang: Por una parte Japón, los Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia. Por el otro Moscú de la ex Unión Soviética, y Beijing por parte de China. Para este momento los Estados Unidos han posicionado la nave US Mustin en las inmediaciones de Norcorea, para repeler cualquier nueva iniciativa por parte de aquel país.

Luego de estas noticias y tantas otras, añoro aquellos tiempos cuando la globalización no cabía ni en la mente del científico más brillante; cuando un timbre postal terrestre costaba cuarenta centavos, y el aéreo ochenta. Para esta vía utilizábamos sobres de papel de china con un marco de dos colores en todo el contorno, y hacia la porción inferior izquierda, el dibujo de un avión y la leyenda correspondiente. Tiempos cuando el cartero pasaba diariamente por los domicilios, dejando un montón de piezas de distintos tamaños, colores y pesos...

Muy cierto, quienes conformamos la actual generación hemos tenido oportunidad de vivir transiciones maravillosas en todos los órdenes, pero en ratos resulta triste ver el costo espiritual que ello ha traído, y cómo se han perdido el respeto y la cortesía entre los seres humanos. Vamos por el mundo de manera atropellada, con un rictus de enojo en nuestro rostro; nos llevamos de encuentro a quien se ponga enfrente, tanto en la vía pública, como en establecimientos comerciales. Tal parece que nos irrita la presencia de los demás, y que nos cuesta una fortuna el mínimo acto de cortesía. Violamos los derechos de otros descaradamente, ocupamos cajones reservados a personas con discapacidad, nos exasperamos cuando el de adelante no se mueve con la rapidez con que quisiéramos. Somos una mala copia de un moderno Polifemo.

Hoy, como cada mañana, pude escuchar a través de la ventana el jolgorio de sones con que me obsequia un vecino emplumado; entendí en ese momento cómo Vivaldi pudo escribir la primera de las Cuatro Estaciones, y entendí los jugueteos musicales de Bach con el violín. También, como cada mañana, encendí la radio para escuchar las noticias; un segundo después cambié de opinión: Apagué la radio, y me dejé llevar por los gorjeos que cantan a la vida a través de la ventana; en verdad que me hacía falta esto.

maqueo33@yahoo.com.mx

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