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Contraluz / MENDELSOHN Y LA LUNA

Dra. Ma. Del Carmen Maqueo Garza

Inicia el mes de las lunas más hermosas; el otoño nos invita al sosiego con sus tonos ocre cubriendo jardines, calles y avenidas; todo ello conduce a un espacio de reflexión personal. Quedan atrás los tiempos vertiginosos del verano, y el simple cambio de clima va marcando ritmos más apacibles para el cuerpo y el espíritu.

Hace un par de noches la luna apareció grande y clara, pero en un solo momento había cubierto su rostro ancho con un velo que la hacía lucir como aquellas muchachas antiguas con la cara polveada, que ocultaban la cara tras un abanico español pintado a mano, para mirar furtivamente en derredor sin ser vistas. Ella ?mi luna- ocupaba justo el centro del cielo, y era tal su poder de atracción, que tuve que orillarme para poder contemplarla a mis anchas. Tres minutos después el velo se había esfumado, y su rostro había perdido su blandura para tornarse blanco e inasequible.

En aquellos momentos me preguntaba si el resto de la humanidad se estaría percatando del maravilloso espectáculo que se desenvolvía en el firmamento, o si cada cual continuaría sus habituales labores sin ocuparse por un solo minuto de mirar hacia arriba. ¡Qué desperdicio de luna hermosa, en caso de que sólo unos cuantos pares de ojos la estuviesen mirando!

La época que nos ha tocado vivir es de un ritmo acelerado, más bien diría yo, precipitado. Vivimos en grupos, nos movemos entre aglomeraciones, pero muy en la intimidad nos sentimos solos. Platicamos cosas vanas para mantener el espacio interpersonal lleno de palabras, pero en verdad poco nos comunicamos; los propios sentimientos los mantenemos amurallados dentro del pecho. Muy de acuerdo con la tendencia de exaltar las apariencias, vivimos nuestras vidas como actores noveles en un foro, ocupados de dar una imagen exterior, sin reparar en lo que estamos sintiendo dentro. O sea, hay que estar en grupo aunque esté solo, y por otro lado hay que evitar la soledad y el diálogo de mí conmigo, por el riesgo de que me juzguen loco. Pasar un tiempo de reflexión personal sin otra compañía que los propios pensamientos, produce muy diversas reacciones que van desde el miedo al ridículo, hasta la verdadera ansiedad. Afortunadamente los artefactos como teléfonos celulares y otras linduras, han venido a mitigar nuestra ansiedad en esos ratos particulares.

Posiblemente por esta simple razón sea que se ha perdido el encanto de la lectura; desde tal perspectiva resulta enajenante pretender dialogar a través de un pedazo de papel con el autor. Resulta tener más sentido tener el televisor encendido en forma constante, aún cuando ni siquiera se esté poniendo atención al contenido de los programas. El sonido del aparato se convierte en una especie de susurro que satura nuestros espacios de elementos muchas veces inútiles y hasta bizarros como ?compañía virtual? que nos pone a salvo de una soledad mal entendida.

Hace un par de noches tuve la oportunidad de asistir a un concierto del Cuarteto Phoenix, que se incluye dentro del Festival Cultural Octubre 2006, organizado por el Gobierno del Estado en concertación con el Icocult. El grupo de cuerdas proveniente de la ciudad de Ann Harbor, en el Estado norteamericano de Michigan, hace un rescate muy valioso tanto de música clásica como de piezas contemporáneas, muchas de ellas latinas. Los ejecutantes, todos muy jóvenes interpretaron con particular maestría una obra de Mendelsohn en la cual destacan los diálogos entre instrumentos, que parten de una línea musical, para luego ir descomponiéndola juguetonamente en mil pedazos. Me imaginé al compositor dibujando en su mente esquemas musicales para luego desbaratarlos y reacomodar tonos y semitonos caprichosamente, sin perder en ningún momento la armonía del conjunto.

Por un momento me asaltó la duda sobre qué habría escrito Mendelsohn si hubiera nacido en esta precisa época; me pregunté si voltearía como yo a fascinarse con una luna de octubre, o si entraría en pánico colectivo y buscaría elementos externos para mitigar sus ansiedades. Di gracias a la vida y a la historia por el hecho de que Mendelsohn haya nacido con la época romántica y no con los sones del grupo ?Calle 13?, y de que haya escrito las piezas inmortales que escribió, para que cualquiera de nosotros pueda orillarse una noche de octubre a contemplar a la luna jugando con un velo en su ancha cara, como muchacha antigua polveada. Y también di gracias a la vida por una dosis generosa de locura personal, como para seguir disfrutando el otoño, y las lunas, y un rato de soledad de mí conmigo, sin miedo a las sombras de la nada que se ciernen sobre tantos otros.

maqueo33@yahoo.com.mx

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