Iniciamos el año con la incómoda noticia que los Estados Unidos pretenden erigir un doble muro entre aquel país y el nuestro, lo que va de la mano con acciones de la sociedad civil norteamericana para impedir a toda costa el paso de ilegales; de igual manera nos resulta doloroso abrir el año con la muerte de un aspirante a ilegal por parte de la Patrulla Fronteriza. Éste es el aspecto de Estados Unidos que no nos agrada estar viendo, máxime cuando históricamente buena parte de aquel territorio, y de aquella población, fueron alguna vez de México.
La otra cara, la amable, que el vecino país del norte nos ofrece, en esta ocasión no ha sido bien acogida por nuestras autoridades. Dianne Davis, directora de una gran obra denominada Constructores para Cristo, que ha trabajado en México por espacio de diecinueve años, se topó con pared en días pasados, cuando al llegar con su grupo de voluntarios a la Escuela Cárdenas Carranza, de la Colonia Mundo Nuevo de esta ciudad, para la aplicación tópica de flúor, las autoridades escolares le prohibieron el acceso, por órdenes de la Jurisdicción Sanitaria de Piedras Negras.
Bien le vendría a nuestras autoridades conocer y aquilatar lo que ha venido realizando la Sra. Davis por espacio de casi veinte años. Miembro activo de la Iglesia Presbiteriana de Birmingham, Alabama, Dianne es portadora de una singular capacidad de convocatoria; se lanza hasta el fondo para conseguir recursos humanos y materiales que derivan en beneficio directo de las poblaciones marginales de nuestro país, para las que no alcanzan los programas de vivienda o de salud. En lo personal he tenido la oportunidad de ver muy de cerca la forma en que trabajan ella y su grupo de voluntarios, quienes se trasladan desde diversos puntos del este de los Estados Unidos hasta acá, para emprender acciones en favor de los más necesitados. He visto la forma como grupos de ocho personas, muchas veces de una sola familia, se ponen a trabajar en plena canícula, al vivo rayo del sol, para levantar una casa en una semana, desde los cimientos hasta los acabados finales. Todos ellos dejan de lado una o dos semanas de ingresos, para venir a nuestro suelo a regalar su tiempo, su dinero, pero sobre todo su entusiasmo y su alegría. Los he visto pasando apuros cuando el material necesario para la construcción de tres o cuatro casas no llega oportunamente. Vienen a pasar agotamiento físico, cuando ese tiempo bien podrían estar gozando de una vacación en cualquier punto turístico del orbe. Se someten a jornadas de sol a sol, comenzando su día a las seis de la mañana, convencidos de que vale la pena todo esfuerzo. Este año Constructores para Cristo está por completar la casa número 500; además de que han levantado una Clínica en la colonia Tierra y Esperanza, y traen médicos de distintas especialidades a dar consulta gratis.
La mística de este grupo, con el cual he tenido ocasión de convivir, choca frontalmente con la burocracia que en nuestro país mina tiempos, presupuestos, y termina corroyendo el sistema. Nuestro aparato burocrático exige los cien sellos, firmas y autorizaciones, lo que ocasiona dilaciones, retrasos, extemporaneidad y demás, para terminar en que las acciones se diluyen entre tanta ?tramititis?.
Cuando entra una nueva administración a gobernar, comenzamos a medir la capacidad de sus gentes; el acierto de las decisiones, y a calcular pronósticos a futuro. Acogemos ciertas designaciones, y nos cuestionamos con relación a otras. Nuestras expectativas son las de encontrar a la gente idónea en cada uno de los puestos clave, para descansar sabiendo que los problemas más agudos de la sociedad van a ser atacados frontalmente. Aplaudimos la originalidad de los funcionarios, aunque una cosa es querer imprimir el sello personal a las propias acciones, y una muy distinta es mostrar cerrazón frente a iniciativas de particulares que finalmente benefician a la población que nosotros mismos como mexicanos ?incluyéndome- tantas veces miramos de reojo, como quien nada ha visto.
Conocemos la sobrada capacidad del Dr. Raymundo Verduzco en asuntos de salud. Vaya entonces la petición de no ahuyentar con trabas burocráticas a quienes llegan a nuestras comunidades para mejorarlas. Confío en que gire la instrucción a la Jurisdicción de Piedras Negras para acercarse al grupo de la Sra. Davis, conocer su trabajo, y lejos de cerrarles la puerta en las narices, conocer de cerca la cara amable de los Estados Unidos, la que trabaja sin anuncios ni aspavientos, como el mejor de los vecinos.