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Contraluz / QUEVEDO Y YO

Dra. Ma. Del Carmen Maqueo Garza

Como dijera Francisco de Quevedo, en aquella frase que lo inmortalizó dentro de las letras en lengua castellana: ?Poderoso Caballero es Don Dinero?... Y precisamente es de hombres grandes trascender más allá de ellos mismos, en tiempo y espacio. Es entonces como nos encontramos que a más de cuatro siglos del natalicio del prominente español, la frase sigue vigente.

El tráfico de estupefacientes se está convirtiendo en un problema epidémico. Desde el encumbrado político del servicio exterior, hasta el tendero de la esquina, son más y más los ciudadanos que, teniendo una fuente de ingresos estable, de un día para otro son consignados por tráfico de drogas ilícitas. Hemos sabido de casos en los cuales el delincuente se lleva de encuentro a la propia familia, llámense padres, cónyuge o hijos pequeños.

Volviendo al connotado Quevedo; tengo varias horas tratando de hallar la frase que tuviera que ver con el dinero y la droga, para actualizar las palabras del clásico. Luego de varios intentos fallidos, llego a una sola conclusión: nada soy frente a los grandes de las letras; no obstante de este ejercicio poético tan mediocre, algo queda claro. Nos está ganando la batalla la droga, y habría que tratar de entender por qué.

Lo primero es echar un vistazo al mercado. Las leyes son simples, a mayor demanda, la oferta crece; es ocioso suponer que un país consume porque el otro vende, cuando las cosas van más bien en sentido contrario.

Lo segundo que se antoja entonces, es analizar las razones para que esa demanda se haya disparado con relación a periodos previos. Mucho ayudaría remontarnos a la historia de tres o cuatro décadas atrás:

Partiendo de la óptica del mundo actual, el movimiento hippie de los setentas parece cosa de niños, se consumía ácido lisérgico, cannabis u hongos alucinógenos, para exaltar los sentidos en favor de aquel idílico lema de ?Amor y Paz?, ingenua forma de contrarrestar los afanes bélicos de la guerra de Viet Nam. Era un uso de drogas ?tranquilo?, si lo medimos en el contexto del mundo actual; reinaba la armonía ?a su manera- en aquellas grandes comunas que se dedicaban a la música ?pop?, al sexo, y a fuentes de subsistencia nada ortodoxas, entre las que destacaban las artesanías. La juventud de los setentas sabía reír, cantar y soñar, pero sobre todo, creía en un mundo mejor. El mundo que se yergue ahora como bestia llegada del averno, nos atemoriza y sobrecoge. Lo más preocupante, es que deja ver un trasfondo de abatimiento, como si el hombre no hallara en derredor, o dentro de sí mismo, suficientes motivos para amar el mundo, para seguir creyendo; para echarle todas las ganas a cada tarea, y esforzarse por ser, antes que tener.

Cuando veo el perfil de quienes han sido detenidos traficando con droga, me inclino a pensar que la principal razón para hacerlo es ganar un dinero fácil. Para tener en el bolsillo, en dos o tres viajes, el dinero que a cualquier ciudadano común llevará media vida ahorrar. Posiblemente sea que sus necesidades económicas están rebasando su capacidad para obtener recursos. O tal vez la seducción de los billetes fáciles, sea tan fuerte y enajenante, que el individuo se lanza dispuesto a todo.

Sea cual fuere la razón, una cosa queda clara. El telón de fondo es una insatisfacción del individuo con lo que es y con lo que tiene. Un afán de ser lo que no es ahora, a cualquier precio. Dentro de un mundo altamente consumista, que en ratos pareciera medir el valor de las personas de acuerdo a sus estados de cuenta bancarios.

Valdría la pena echarnos un clavado dentro del corazón de nuestras juventudes, para entenderlas, y luego para exhortarlas a revisar su proyecto de vida. Vaya, primero descubrir si este proyecto de vida existe, o si solamente están viviendo por entregas, como quien se alegra de que un día pase y la carga que representa estar vivo sea menor que lo que era ayer. En ratos el desánimo que flota en el ambiente lleva a pensar que así se hallan las cosas en el mundo.

Narcotráfico: tela de araña que se extiende y amenaza con ahogar a nuestros hijos. Ya lo dijo el poeta hace más de cuatro siglos, el dinero es poderoso. Demostremos a los jóvenes que lo que cuesta perdura y trasciende, y que lo fácil se lo lleva el viento. Demostremos estas verdades con nuestras palabras y nuestros hechos de cada día, forjando caminos dignos de ser caminados; pisando fuerte y firme a cada paso.

maqueo33@yahoo.com.mx

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