El mundo se ofrece a nuestro espíritu como tierra fértil en espera de ser cultivada. Cada cual marca su parcela en los años de juventud y la va trabajando hasta las postrimerías de su existencia.
Oficios hay infinidad, sin embargo existe alguno cuyo poder es tan fuerte en nosotros, que llama a un compromiso para toda la vida.
La Medicina es uno de aquellos quehaceres celosos, demandantes, con los cuales uno se desposa para siempre.
Un arte cuya dúctil arcilla es el hombre, y el proyecto final es la posibilidad de facilitar que ese hombre trascienda más allá de sus confines materiales.
Un día entendí cuál era mi sitio en la historia de la raza humana; asumí que no era tarea fácil, pero valía todo esfuerzo por cumplir.
Desde el primer momento supe que es una lid contra la muerte, cuyo único premio al final del camino, es la serenidad de haber cumplido.
Ser médico es atestiguar de manera directa el milagro de la vida; escudriñar en el microcosmos del paciente, los grandes enigmas del universo.
Es colocarse en un sitio privilegiado tratando de entender el misterio de Dios, y a la vuelta de toda una vida, tener la certeza absoluta de que existe.
Ser médico es rozar el dolor humano y al hacerlo enriquecerse, como quien pasa sus dedos por la rosa herida, y encuentra que su piel se ha impregnado con un suave aroma.
...Consiste en desarrollar al máximo la capacidad de asombro frente a las maravillas de la naturaleza, y acoger con humildad la propia pequeñez.
Ser médico es estar en la posición de crecerse en la soberbia hasta retar a Dios, o idealmente, inclinarse frente al renovado prodigio de un amanecer.
La vida se inicia en un punto minúsculo del orbe, en la húmeda oscuridad de un encuentro que deja de ser casual cuando un nuevo ser lo justifica.
Desde ese punto minúsculo del mundo, la vida que inicia como por accidente, llega a trascender al infinito como el coro de la Novena de Beethoven cuyos acordes surcan el Cosmos. Sólo quien esto ha comprendido se doblega en su asombro frente al milagro de la vida.
Gracias a los avances de la tecnología, los médicos de hoy podemos visualizar con el propio ojo lo que nuestros predecesores entendieron con la sabiduría de su alma.
...Tocan nuestras retinas las imágenes fantásticas que parecen salidas de historias de ficción. Son las que muchos científicos imaginaron con singular acierto, y no podemos menos que rendir tributo a aquellos grandes visionarios del pasado.
En lo personal no logro abarcar con la mente el prodigioso momento cuando la energía se vuelve materia, la materia vida, y la vida eternidad. Acontecimientos que se van dando puntualmente, con singular fineza, como engranes que ajusta la diestra mano del relojero.
Otro montón de veces he tratado de situar el alma; de pequeña la visualizaba como en mi libro de Catecismo: En el centro del pecho, a manera de una hoja de palma. Ahora entiendo que es un hálito divino que nos permite trascender más allá de nuestra circunscripción material, para conformar los hilos de la historia.
...Todos estos pensamientos no los hubiera albergado de manera tan vívida si no hubiera comprado palco de primera para contemplar en forma tan cercana el juego entre la vida y la muerte, los eternos contrarios en cuya lucha la vida humana germina, crece, se justifica a sí misma, y muere.
¿En qué momento ese frágil equilibrio entre materia y energía se rompe y surge la enfermedad? Es el enigma que los avances médicos tratan de dilucidar y prevenir a futuro.
Ideal pero irrealizable a cabalidad, que alcancemos la inmunidad contra todo mal. Me atrevo a suponer que la enfermedad siempre va a estar allí a manera de recordatorio de lo frágil de nuestra condición humana. Será elemento que permitirá a todos los hombres no perder piso; ser benévolos, y ejercitar cualidades como la paciencia y la generosidad, sabiendo que necesitamos los unos de los otros.
...Sabemos entonces que el médico seguirá presente para confortar y sanar. Viviendo una vida sencilla, alejada de todo bullicio u ostentación. Gozando día con día el privilegio de descubrir a Dios en su diario quehacer: Hoy a través de los ojos de un niño pequeño; mañana en la más dulce sonrisa del anciano.
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