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Contraluz / TODOS COMO UNO

Ma. del Carmen Maqueo Garza

No parará de haber guerra en el mundo, mientras el hombre no saque la guerra de su corazón.

Sigo a través de la pantalla televisiva un noticiero nacional; el reportero informa desde el Líbano, son las cinco de la mañana en Beirut, y todo lo que alcanza a captar la lente, es un segmento de la ciudad iluminado, el resto está en penumbras.

El informador relata como los enviados de los distintos medios internacionales salieron intempestivamente de sus habitaciones y corrieron a protegerse en una terraza del hotel que ofrece un poco más de seguridad, cuando se exacerbaron los bombardeos.

Habla con el alma en un hilo; puede percibirse el temor racional de morir en cualquier momento, pese a que donde se hallan apostados, han colocado una bandera de la ONU. Un combate armado en donde no se han respetado las vidas de civiles inocentes, hace dudar que se vaya a hacer con las organizaciones internacionales.

Es imposible sustraernos a una guerra geográficamente lejana, pero que nos toca de cerca; en días pasados me impactó la fotografía tomada en el momento en que se rescata el cuerpecito de un bebé quien falleció junto con decenas de niños, cuando los israelíes bombardearon un refugio en el cual se hallaban. Parecía muñeco dormido; su piel tenía una pátina negruzca por efecto de la explosión, y de sus ropas pendía un chupón de plástico indemne. Probablemente el impacto fue tan brutal, que no tuvo tiempo de sufrir; así lo denotaba su rostro mientras un voluntario lo sacaba del edificio en ruinas para depositarlo en algún otro lugar.

En ratos me he preguntado si alguno de los atacantes, puesto en situación de ver esta misma fotografía, sentiría alguna culpa, o seguiría en el rapto absoluto de la razón justificando que volvería a hacer lo mismo.

Hay estudios que demuestran que en los Estados Unidos, por cada dólar invertido en acciones que promuevan la paz, hay muchos miles invertidos en preparativos para la guerra. Derivan diversos pensamientos de este hecho, o las grandes potencias saben de lo que otras son capaces, y se preparan para defenderse. O las grandes potencias están dispuestas al más feroz ataque, por la consecución de determinados objetivos muy particulares, llevándose de encuentro a cualquiera que quiera interponerse en sus planes.

Uno de los lamentables hechos de la globalización es, paradójicamente, la pérdida de la capacidad de solidaridad. En el curso de esta semana salí temprano de casa, y me sorprendió encontrarme, en la base del único árbol que se halla al frente, una ardilla en postura poco común. Se desplazaba en círculos en derredor de la base del árbol valiéndose de sus patas delanteras, mientras dejaba arrastrar como pesado fardo la mitad de su cuerpo. De alguna misteriosa manera la ardilla había sido alcanzada por un vehículo; su médula espinal había sido seccionada, y el animalito trataba de ponerse a salvo con los pocos recursos que le quedaban. En aquel momento pensé, que cualquiera que la viera trataría de ayudarla, aunque la cuestión no tenía remedio.

Y es entonces cuando me vino a la mente la indiferencia con la cual pasamos la mirada frente a rostros, gestos, figuras, dolores ajenos, y seguimos como si nada. Ya sea que se trate de pulsar el control televisivo en busca del programa favorito; ya que nos hallemos echando un vistazo al periódico. ¡Vaya! Pero en cuanto le ponen un nombre a ese rostro, y comienzan a narrarnos la historia detrás del mismo, nuestra indiferencia pasa a ser interés pasajero. Pero pronto se olvida, seguimos nuestra vida como si nada, nos olvidamos de que muchos seres inocentes allá en el Cercano Oriente, se hallan luchando contra el hambre. Los víveres no llegan pues los caminos se hallan deshechos, los depósitos de gasolina fueron bombardeados por lo que no hay combustible para mover medicinas y alimentos. Muchos luchan contra la enfermedad; no hay médicos, ni medicamentos; los hospitales fueron blanco de bombardeos en días pasados. Otros más lidian con la pérdida de sus seres queridos, pero nadie parece escucharlos.

Como dijo Bahía Hariri, hermana del asesinado ex primer ministro: ?¿Quién está con nosotros??... Akram Saad Hassen, presidente de la asociación educativa y cultural Jardín de Líbano, informa que la Embajada de Líbano en México hace un llamado de ayuda humanitaria. Se reciben aportaciones en especie en el Centro Libanés, en el Distrito Federal, o a la cuenta HSBC 4035979152. La información puede verificarse vía Internet consultando Akram Saad Hassen, Embajada de Líbano en México, o Centro Libanés.

Todos como uno: Que no agote el corazón sus sueños.

maqueo33@yahoo.com.mx

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