Mi señora madre suele enfadarse cuando hablo sobre el paso del tiempo, por lo que sé que decir que en esta semana cumplo veinticinco años de antigüedad en el IMSS, le dejará un sabor agridulce. Por un lado se preguntará cómo es que pasó tanto tiempo, y por el otro se alegrará cuando yo le diga que para mi fortuna, llego a trabajar cada mañana, con el mismo ánimo del primer día. Entonces puedo decir: ?veinticinco, y sereno?.
Vivir la Medicina Institucional es privilegio muy particular. He contado con una fuente de ingresos segura para mi familia, y aún más, he vivido día con día la ocasión de rozar muy de cerca la condición humana en todas sus facetas: la alegría de un nacimiento largamente esperado; el dolor de los padres de un bebé grave; las trampas de la mente en el proceso de duelo. He aprendido a orar a Dios, viendo cómo la familia se fortalece en torno al enfermo, cuando se acoge a Él.
Cada jornada laboral ha sido la página de un gran libro acerca del ser humano y sus circunstancias; es una fuente inagotable de motivos para amar la vida.
En lo personal llevo el verde institucional en la médula de los huesos; desde los primeros años de mi carrera comencé a recorrer salas de hospitalización y quirófanos del Seguro Social, y no me imagino la vida fuera de él. Me ha tocado vivir tiempos de abundancia en lo que a material y equipos se refiere; me ha tocado vivir épocas de ajustes necesarios... pero en todo momento he percibido dentro de sus muros una Medicina de alto nivel, que se preocupa por estampar un sello de calidez en la atención.
Mucho se podrá criticar a la medicina socializada; hacer generalizaciones temerarias; hablar por hablar. Sin embargo una golondrina no hace verano, y sería irresponsable de quien lo ataca, generalizar partiendo de un caso en particular. Es muy fácil criticar, exagerar, o incluso, hablar sin tener fundamentos para hacerlo, por el simple afán de echarle tierra a otros. Muy distinto es hacerlo desde dentro, porque lo he vivido como compañera, como paciente, y como familiar acompañante.
Podría llenar cuartillas y más cuartillas para mencionar a pacientitos que de alguna manera han marcado mi vida. Otro tanto podría escribir sobre el aprendizaje científico que me ha ofrecido la práctica institucional. Un tercer tanto de cuartillas podría llenar hablando de anécdotas que resultan a la vez simpáticas y tiernas. Y que además dejan ver la sencillez de pensamiento de gran parte de nuestra población, cuestión que implica para el personal de salud, la responsabilidad de emprender una gran labor educativa.
Ahora viene a mi mente la imagen de Pablito, un pequeño paciente con mucoviscidosis, quien con su corta edad constituyó para todos quienes le conocimos, un ejemplo de tenacidad y ganas de vivir. Recuerdo también a Chuyito, el de la pimienta en salas y pasillos; desde su silla de ruedas tenía en todo momento el comentario gracioso y la acotación precisa. Viene a mi mente Sanjuanita, la pequeña paralítica que soñaba con aprender a leer y a escribir, y estaba ansiosa por aprender a bordar para costearse su educación.
Dentro de los casos graciosos, recuerdo el del hombre mayor que acudió a la sala de pediatría a conocer a su nieto recién nacido, el cual llegó al mundo en la ambulancia, mediante un parto que llamamos ?fortuito?. Traía una encomienda de su hija: ?Ándele, apá, vaya a ver al niño, pos? me dicen que nació cortito?.
Asimismo recuerdo como anécdota graciosa, aunque en su momento no lo fuera, al padre de familia al que expliqué el estado de su hijo una y otra vez, pues parecía no comprender el estado de salud del mismo. Luego de veinte minutos de explicaciones -tiempo que mis enfermeras se encargaron de contabilizar- salió el señor, y se fue a buscar al director, para presentar la formal queja de que nadie le había informado acerca de su hijo. El director me llamó para hacerme saber la inconformidad del hombre, avisándome que me lo enviaría para que le diera información.
...Nunca acabaría los relatos acerca de momentos; personajes; circunstancias; de lo que han sido veinticinco años en el papel, y casi treinta reales, dentro de la institución de salud con mayor cobertura a nivel nacional, a la cual me siento muy orgullosa de pertenecer.
?Veinticinco, y sereno?. Larga vida al Seguro Social, lo dice quien ha visto y vivido, intensamente y desde dentro, el desarrollo de una Medicina con calidad, y alto sentido humano, piedra angular en el desarrollo de nuestro México lindo y querido.
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