A pesar de los intentos desesperados por presentar novedades, esta quinta edición de La Academia no brilla. Por más retos, juicios y debates que la producción se saca de la manga, el público continúa indiferente hacia el que fuera, hasta hace muy poco, uno de los programas más populares de TV Azteca.
La ausencia del productor Giorgio Aresu y del conductor Alan Tacher (rompieron con la televisora después de participar en La Academia USA), lo desgastada que está la fórmula (TV Azteca no ha dejado descansar a los espectadores al saturarlos con desangelados desafíos de estrellas) y las notorias carencias de los alumnos, explican la mediocridad del programa.
Mónica Garza podrá tener cultura, estilo para vestir y muchos años de experiencia en la conducción de programas de espectáculos, pero cada domingo parece más desorientada. Sus intervenciones están cargadas de inseguridad y, a diferencia de un Alan Tacher que se sentía como pez en el agua, la nueva conductora no se ve natural cuando ?apapacha? a los participantes.
La modalidad del foco rojo ha evidenciado la falta de talento de los alumnos. Con excepción de Colette (ovacionada por el público al interpretar de manera impecable A mi Manera) y de Samuel, ninguno promete. No tienen el carisma de Yahir, las voces de Érika o Yuridia, el poder de convocatoria de Miriam.
Egresados de pasadas generaciones, Toñita y Erasmo ejemplifican el espíritu de La Academia. Son muchachos que han vencido las adversidades para convertirse en verdaderos ídolos. Se han ganado el cariño y respeto de quienes reconocen su sencillez y hambre de triunfo.
Estas mismas cualidades pudieron haber vislumbrado los reclutadores en Julia, que cantaba en los camiones antes de entrar a la fábrica de ídolos. Pero no la han sabido cuidar, como sí hicieron con Erasmo. La misma producción la está boicoteando al someterla primero a una transformación impactante y exponerla ahora a que la critiquen porque ?ya se le subió la fama?. Tampoco le ayuda que frecuentemente se mencione su romance con Panchito, un hombre casado.
¿Y qué decir de los resúmenes diarios? Verlos implica soportar la conducción de Ricardo (un ex alumno sumamente gris), los desajustes emocionales del director, la crueldad del maestro Luis (que calificó de ?gorda? y ?fofa? a una de sus alumnas) y el protagonismo de la seudo sicóloga Lizzy.
Mientras el público siga votando, se escucharán las voces desafinadas de la mayoría de los integrantes de la -mal- llamada Generación de La Luz. Y los críticos tendrán razones de sobra para detener las canciones y suplicar, como ya lo hizo López Gavito, que alguien cambie el rumbo que lleva La Academia antes de que el barco se hunda.
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